Las últimas fotografías

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Al salir de casa por primera vez reinició las reuniones con sus amigos y discípulos, uno de los cuales fotografió el acontecimiento

A mediados de marzo de 1968, el Dr. Plinio recibió finalmente el alta de la larga convalecencia post-operatoria. Al salir de casa por primera vez reinició las reuniones con sus amigos y discípulos, uno de los cuales fotografió el acontecimiento.
Al final de aquella tarde, quedaban aún en la máquina diez fotografías del último rollo. Así, cuando el Dr. Plinio volvió a su casa, el fotógrafo le preguntó si lo autorizaba a emplear lo que había sobrado de aquella película para fotografiar a doña Lucilia. La respuesta inmediata fue: “Propóngaselo directamente a ella”.
Eran las ocho y media de la noche. Doña Lucilia estaba en su momento de entretenimiento, después de la cena, hojeando un calendario propagandístico que reproducía fotografías de bellos edificios medievales de Italia. Fuera de la sala, el joven sintió escrúpulos de perjudicar, aunque fuese por tiempo insignificante, el placer de doña Lucilia al contemplar aquellos valiosos vestigios de la Civilización Cristiana. ¿Sería el caso de interrumpirla? Tanto más que sólo una película cinematográfica sería capaz de retratar toda la riqueza de fisonomías y gestos de tan respetable y encantadora dama.
Tras algunos minutos de indecisión, decidió entrar en el comedor y exponerle respetuosamente su pedido. La reacción de doña Lucilia no fue menos encantadora que la escena hasta allí presenciada. Su respuesta, aún hoy recordada con saudades, parecía provenir de una elevada cima de paz.

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… hojeando un calendario propagandístico…

— Pero usted, con tantas otras cosas para fotografiar, ¿va a gastar su rollo conmigo?
— Usted no se hace idea del placer que me daría tener unas fotos suyas.
— ¿Tiene mucha prisa? ¿Me podría esperar un instante?
— Cómo no, con mucho gusto.
Al retirarse el joven, doña Lucilia llamó a la empleada y le dio algunas instrucciones. Desde afuera, se oía:
— ¿Sabes Mirene? Está aquí un señor muy amable queriendo sacarme unas fotografías. Yo le dije que utilizase su rollo en otras cosas, pero él insiste, y desea realmente sacar esas fotografías. Ve, pues, a mi cuarto y tráeme el material de toilette, porque querría que me arreglases un poco los cabellos. Trae también aquel chal mejor, aquel que me regaló doña Rosée.
La empleada volvió poco después con el material.

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… ponme el chal…

— Arréglame bien esta parte del cabello, que parece no estar bien… Ahora ponme el chal… Ve allí delante y mira si sus puntas están bien…
Al cabo de unos diez o quince minutos, le dijo a la empleada:
— Ahora, dile al señor que está ahí afuera que ya estoy lista.
Al entrar nuevamente en la sala, el joven oyó las melodías de aquella voz aterciopelada, siempre afable y acogedora:
— Estoy a su disposición. Cuando usted quiera sacar las fotografías, por favor, dígamelo.
— Estoy listo también. Si me lo permite, comienzo a sacarlas en seguida.
— Está muy bien. ¿Quiere hacer el favor de decirme qué posiciones debo tomar?
Formado en la escuela de fotografía según la cual no se indican las poses, sino que se deben sacar instantáneas y después seleccionar las mejores, el joven procuró inmediatamente retroceder a la época que había dado nacimiento a ese arte.
Doña Lucilia era de aquellos tiempos en que para cada foto se estudiaba una pose, casi como para un cuadro. Después de sacar algunas fotos en el comedor, una de las cuales retrata a doña Lucilia con el calendario que estaba hojeando en las manos, se le ocurrió al joven fotografiarla junto al Sagrado Corazón de Jesús, en el salón de visitas, y le preguntó:
— Doña Lucilia, ¿le importaría que la fotografiase en el salón?
— ¡Ah, sí, con todo gusto! Aguarde usted un instante que llamo a la empleada para que me lleve hasta allí.

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… se le ocurrió al joven fotografiarla junto al Sagrado Corazón de Jesús…

— No, yo mismo conduzco la silla.
— Encima eso, usted además de tomarse el trabajo de sacar esas fotografías, ¿quiere hacer el esfuerzo de conducirme hasta allá? No se preocupe, que llamo a la empleada.
— No, no, será para mí un placer —dijo el joven, mientras iba empujando la silla de ruedas.
— ¡Muchas gracias! ¡Es usted muy amable!
La flexibilidad con que aceptaba y cumplía las indicaciones de cada pose dejó encantado al joven fotógrafo, que declara haberle hecho algunas sugerencias sólo para contentarla. Según él, cualquier actitud de doña Lucilia era digna de un cuadro al óleo.
Cuando se acabó el rollo llevó de nuevo a doña Lucilia hasta el comedor, mientras le agradecía haber podido sacar aquellas fotografías.
— ¡No! —respondió ella— quien debe darle las gracias soy yo. Ha sido usted muy amable…

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“A París sólo le falta una cosa…”

capV102Después de los Sagrados Corazones de Jesús y María, dos eran los principales puntos de referencia de doña Lucilia: ante todo, su “hijo querido”; y después, en el mundo de la cultura, París. Así, a pesar del inmenso deseo de tenerlo a su lado, quedaba consolaba con el hecho de saber que él estaba en la “Ciudad Luz”.
Envuelta en consideraciones que, por esta razón, eran una mezcla de tristeza y de alegría, abrió un sobre que en aquel instante había llegado de la capital del charme.

París, 12-6-1952
Manguinha querida de mi corazón.
Con un millón de besos y mil millones de saudades (me parece que esta vez tengo aún más saudades de usted), espero a todo momento un minuto para escribirle y sólo ahora lo encuentro.
Dígame CON URGENCIA cómo se encuentra, si es prudente en materia de oraciones y horarios, si ha procurado distraerse, si ha tomado agua Prata, y… ¡si se ha acordado de mí! Quiero un relato minucioso. Por mi parte, me está yendo muy bien, y me parece que París está con mucho más movimiento y recuperada que la otra vez, en el que estaba mortecina y aún sangrando por la guerra. Y cuanto más tiempo estoy aquí, tanto más siento que este es el pueblo rey, elegido y preferido de Dios (El Dr. Plinio se hace eco de la afirmación de San Pío X, del 29 de noviembre de 1911 (Alocución consistorial Vi ringrazio, Acta Apostolicae Sedis, Typis Polyglottis Vaticanis, Roma, 1911)).
A París sólo le falta una cosa: Lú.
Con muchas saudades, le pide la bendición y le besa con afecto inmenso su hijo respetuoso.
Plinio
Besos, abrazos para las Tías Zilí y Yayá, abrazos a Tatão. Y dígale a Cecilia que le agradezco su postal.
P.

Esa misiva —así como otras que el Dr. Plinio le iba enviando a lo largo de su ausencia— tenían el sabor de un encuentro con su hijo querido. Con sólo leer las palabras iniciales “Manguinha querida de mi corazón”, le parecía verle sentado en el sofá de jacarandá, listo para empezar a conversar con ella. Superfluo es decir que esa relación a distancia no se establecía sólo por medio de cartas. De manera más intensa y profunda, se producía espiritualmente en el Sagrado Corazón de Jesús.
A pesar de que a doña Lucilia le gustase tanto estar junto a su hijo, su desprendimiento le hacía tener aún mayor empeño en que él consiguiese alcanzar los objetivos de su viaje.

S. Paulo, 24-6-1952
¡Hijo querido de mi corazón!
Con cuánta alegría y saudades recibí tu carta… o mejor dicho, ¡recibimos nosotros cuatro tus cartas!, que ¡sólo fueron entregadas el día veintiuno!
Ha llegado hoy la postal que enviaste para Yayá, que se va a quedar muy contenta cuando le sea entregada.
Dora va a pasar un mes en Campos do Jordão y el día siete, más o menos, de agosto, continuará para ahí. Rosée ha venido todos los días e incluso a cenado frecuentemente aquí. Anteayer me llevó a ver el ballet del Marqués de Cuevas, que es, en su género, lo mas bonito que he visto. En las piezas de Inés de Castro, y del prisionero del Cáucaso, me acordé muchísimo de ti. ¡Antonio aún no ha regresado de la finca!… Los pobres propietarios rurales han pasado un mal rato temiendo una helada, pues el frío ha sido intenso, y la temperatura cayó en Santa Catarina a ¡diez bajo cero! Felizmente, gracias a Dios, en Santa Alice (Finca de su yerno, Antonio de Castro Magalhães, en el municipio de Cambará, al norte del Estado de Paraná), todo va bien.
Y tú, querido mío, ¿qué has hecho? Ya lo sabemos… siempre trabajando… y trabajando más… Pero por mi fe, amor, oraciones y comuniones, confío, en los Sagrados Corazones de Jesús y de la Virgen Madre Santísima, y aún en el Divino Espíritu Santo, has de ser muy, muy feliz, podrás recibir la bendición y protección del Santo Papa y volverás feliz para los brazos de la madre que tiene ¡el mejor y más querido hijo del mundo!
Fui hoy, día de San Juan, a comulgar por tus intenciones, a [la iglesia de] Santa Teresita.
¡Cuando pienso en que desde París partirás en avión para Lourdes, Roma, España y yo que sé para dónde más… siempre en avión, me quedo sin respiración!
He interrumpido tantas veces esta carta que incluso ya no tengo mucha noción de lo que he escrito. Una de esas interrupciones fue de Rosée y Maria Alice, que me han llevado a dar una vuelta enorme por Pacaembú, Jardim América, Indianópolis y camino del aeropuerto.
He llegado un poco atontada y cansada.
Te pido hijo querido que escribas con frecuencia. Las que me escribiste desde São Lourenço y desde ahí son leídas todos los días, “para engañar al tiempo”. Me consuela ver que todos los que han venido aquí te echan de menos y hablan con saudades. Acaban de entrar para cenar Yayá y Adolphinho, y Rosée ya estaba, pero faltas tú, hijo mío. Que seas muy feliz, que te diviertas mucho en esa bonita tierra de Lourdes y de Paray-le-Monial. Como se ve, es privilegiada y llena de bendiciones… …y, ¡maravillosa! Aprovecha lo mejor posible y vuelve, Dios lo permita, descansado, fuerte y satisfecho.
Con muchas bendiciones y abrazos, te besa afectuosamente, tu manguinha,
Lucilia
¿Has recibido mi carta?

Días de descanso… pero de ausencia

doña_luciliaDoña Lucilia se preocupaba mucho por la salud de su hijo debido a su intensa actividad: apostolado, dirección del Legionário, despacho de abogado, magisterio, conferencias, discursos, palestras. Aunque el Dr. Plinio fuese muy robusto, gracias a los cuidados que su madre le había dispensado en la infancia, estaría siempre expuesto a alguna súbita indisposición por el cansancio resultante de tanta actividad. Por eso le recomendaba salir de São Paulo para descansar algún tiempo, a pesar de que para ella sus ausencias fuesen tan penosas.
Pero, para tener certeza de que esos períodos serían bien aprovechados y de un reposo regenerador, le pedía con afecto que no dejase de escribirle, contándole su vida diaria. Así, al menos para contentarla, él se sentiría obligado a hacer algún paseo y distraerse.
Para tranquilizarla, el Dr. Plinio seguía filialmente sus orientaciones, siempre que alguna necesidad urgente de la causa católica no exigiese lo contrario. Estando en el Gran Hotel de Guarujá, en el verano de 1939, se expresaba así en una carta a doña Lucilia, el 22 de febrero:

¡Mãezinha del corazón!
Le escribo a las diez y media de la noche, después de haber pasado un día singular, pero delicioso: me levanté a las cuatro y media(!), fui a esperar a las seis de la mañana, en Santos, a un gran barco italiano cuyo nombre no recuerdo, pero que es lo más suntuoso que he visto; asistí a la Misa celebrada por el famoso Jesuita P. Laburu, vasco, amigo mío, que vino de Roma, de paso para Argentina; una de las mayores celebridades mundiales en telepatía, hipnotismo, etc. Allí comulgué con José, tomamos un delicioso desayuno, y nos quedamos conversando hasta las nueve y media. Después volví en coche a Guarujá, leí los periódicos, tomé un baño de más o menos una hora o una hora y cuarto, almorcé, caí en la cama a la una y media y me dormí con un sueño profundo hasta las seis y media exactamente. Me levanté, me quede en la terraza hasta las ocho y cuarto, cené muy bien,
caminé por la playa, y ahora estoy mitigando las saudades que son muchas. Me encontré aquí con Ilka y con Zito, que vinieron a verme un instante al hotel. Fueron a São Paulo y deben volverse el viernes (…) El hotel está casi vacío, ¡y está delicioso! ¿Y usted cómo está? ¿Y Papá? ¿Y la queridita Katuchinha? (Maria Alice, la nieta de doña Lucilia). Le voy a escribir. Si me llegan cartas al despacho, al Legionário o allí, mándemelas.
Con un afectuoso abrazo a Papá, 1000000…..0 de besos para usted de su hijo respetuoso, que le pide la bendición y la quiere más de lo que es posible decir,
Plinio

La lectura de estas líneas hacía que doña Lucilia se sintiese consolada por saber que su hijo estaba descansando bien, y recompensada por las grandes saudades que su ausencia le producía.

A veces, el Dr. Plinio iba a un balneario hidromineral en el interior paulista, Águas de São Pedro, a fin de distraerse. Desde allí escribió en cierta ocasión a su madre.

“Rosée y tú fuisteis confiados a Dios antes de nacer” Imagen del Sagrado Corazón perteneciente a Doña Lucilia

Imagen del Sagrado Corazón de Jesús perteneciente a Doañ Lucilia ante el cual rezaba mucho por sus hijos

Luciña de mi Corazón
Ahí va la carta que usted esperaba. Va con retraso, corta y llena de saudades.
Estoy descansando mucho, paseando y comiendo bien: vegetando, en fin, que es lo que necesitaba. (…) ¿Cómo esta usted? ¿Y Papá? ¿Adolphinho ya está bien? Dígale que es una pena que no esté aquí.
Mil besos para usted, abrazos para Papá. Del hijo que la quiere a más no poder, y le pide la bendición.
Plinio

Otras veces, estos viajes eran destinados por el Dr. Plinio para una intensa actividad, que la tranquilidad de un confortable hotel a la orilla del mar hacía más propicia. Por el carácter “telegráfico” de las misivas de su hijo, doña Lucilia percibía que esta vez el descanso había quedado muy distante. Tal es el caso de una bella postal con un paisaje marítimo, enviada en mayo de 1939 desde Guarujá:

Mãezinha querida
Con mil saudades la beso respetuosamente y pido su bendición.
Me está gustando muchísimo.
Del hijo que la quiere inmensísimamente.
Plinio

Eran pocas palabras, pero desbordantes de amor filial. Doña Lucilia, al recibir la tarjeta, quizá la debe haber depositado, hasta la vuelta de su hijo, a los pies de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, junto a la que pasaba ratos más largos durante sus ausencias.

El Sagrado Corazón de Jesús “será tu salvaguardia y protector”

Pocos días después, aún desde Cambará, doña Lucilia escribe otra misiva a su hijo, tras una fuerte crisis del hígado durante la cual doña Rosée la trató con desvelo. Plinio, además de estar estudiando en la Facultad de Derecho, había comenzado a hacer la “línea de tiro”, el servicio militar. Doña Lucilia manifiesta con afecto el deseo de verlo de uniforme, le pregunta por sus estudios y su salud, pero no toca el asunto que tanto le preocupaba en la carta anterior. Había colocado sus aflicciones a los pies del Sagrado Corazón de Jesús, confiando en que Él no dejaría de proteger al “hijo querido de su corazón”.

Cambará, 23-5-929

“Rosée y tú fuisteis confiados a Dios antes de nacer” Imagen del Sagrado Corazón perteneciente a Doña Lucilia

Imagen del Sagrado Corazón perteneciente a Doña Lucilia

¡Hijo querido!
Con tantas saudades de ti, tan deseosa de una conversación contigo, y sin embargo hace días que no te escribo, porque tuve una recaída fuerte de hígado que me retuvo algunos días en la cama, donde fui tratada por tu hermanita ¡con un cariño y dedicación que me hicieron bien al corazón! Estoy aún con el hígado muy inflamado y me siento abatida, incluso a consecuencia de la larga y fuerte dieta que tengo.

24-5-929
Interrumpí ayer ésta, porque Rosée tuvo tres visitas hasta la noche, y, una cosa extraordinaria que tengo que contarte, fui ayer al circo que está cerca de casa, en donde
asistí a medio espectáculo, y fui y volví en automóvil muy despacio, y allá di unas buenas carcajadas. Hoy estoy mucho mejor, pero ¡aún con miedo del regreso!
¡La Sorocabana (La compañía de trenes) salta y corcovea tanto que da la impresión de que “sin querer”, se está domando un caballo bravo!
Te envié una larga carta certificada, en respuesta a aquella en la que me hablabas de la cena en el Club Comercial y, por lo que veo, no la recibiste, lo cual me disgustó mucho. ¿En qué quedó esta última propuesta de venta del empleo? Estoy ansiosa por verte uniformado… y “entusiasmado” por las marchas y contramarchas.
¿Has estudiado mucho? Hace cuatro días que no recibo cartas de ahí, ¿será posible que estés de nuevo con alguna gripe en la garganta? ¡Dios no lo permita! Quiero encontrarte muy fuerte, y guapetón. ¡Me agradó mucho, inmensamente, saber que, cuando tienes saudades de mí, rezas delante de mi oratorio! ¡Yo también rezo tanto por ti, y el Sagrado Corazón de Jesús, nuestro amor, será tu salvaguarda y protector!,
hijo querido de mi corazón. Espero ir con Toni el lunes, pero preferiría que él quisiese ir el miércoles, para que mi hígado se acomode un poco más antes de embarcar de nuevo. Mándanos con urgencia noticias de Gabriel. (…) ¿Cómo está tu abuela?
Le escribí hace tres días a ella y a Zilí, que me respondió.
Dale de mi parte un buen abrazo a nuestra Frau, y dile que vuelvo con Popadinchen.
Un abrazo a tu abuela.
Recibe con mi bendición, muchos y muchos besos de tu mamá muy “saudosa” y extremosa,
Lucilia