Continúa el viaje…

Nuestra Señera de Begoña

Nuestra Señera de Begoña

Doña Lucilia vuelve a insistirle a su hijo, en esta carta, que mande celebrar una Misa en la iglesia de Nuestra Señora de Begoña, en Bilbao, por las intenciones de doña Rosée. Hacía esta petición con frecuencia por ver en una foto de la imagen una acentuada semejanza fisonómica con su hija (El Dr. Plinio pidió a un obispo conocido, que fue a España a fines de aquel año, que celebrase allí la Misa encomendada por doña Lucilia. Éste no sólo lo hizo, sino también le envió postales del santuario). De ahí su especial devoción a esa invocación de la Santísima Virgen.
El día 3 de mayo, uno de los amigos del Dr. Plinio residente en São Paulo partía para París. Si bien llevaba la carta escrita pocos días antes por doña Lucilia, las saudades que ésta tenía le hicieron escribir otra a última hora. En esas líneas se ve de nuevo cómo lo que más deseaba para su hijo era el crecimiento en gracia, y el empeño con que se lo pedía a Dios.
No pierde oportunidad para dar pequeños consejos a su “corpulentísimo expimbinchen”. En aquella época, como secuela de la guerra, Europa aún se debatía en graves crisis. Por eso no estaban a disposición del público, con la abundancia deseada, ciertos alimentos básicos. Llegó a los oídos de doña Lucilia que su hijo había reclamado, en restaurantes, a ese respecto y ella decidió recomendarle que, en el país de los ímpetus heroicos, suavizase los suyos.
Termina la misiva con otra tocante muestra de cuánto la virtud de la gratitud es sólida en su alma:

sdlS. Paulo, 3-5-1950
¡Hijo mío tan querido!
¡Cuántas saudades! ¡Cuántas saudades! (…) Permita Dios que te encuentres muy bien de salud y de espíritu, cada vez (…) más entusiasmado, curioso y lleno de fe, gracias, que, como buen hijo, tanto mereces. Di a tus queridos compañeros y amigos que hago extensivos todos estos votos para ellos.
Hoy a las ocho y media, he ido al Sagrado Corazón de Jesús, donde he comulgado y he asistido a una Misa que había encargado por tu felicidad, y por tus empresas.
Por una carta de Adolphinho, Yayá ha sabido que has creado por ahí algunos “pequeños incidentes”, por la falta de azúcar y mantequilla. Mejor que nadie comprendo el sacrificio que para ti eso representa, pero es necesario que tengas mucha paciencia y prudencia, a fin de evitar algo de irremediable o desagradable para ti y para tus amigos.
Pienso que, “una vez, al menos, para conocer” deberíais ir a los teatros de la “Opera”, «Comédie Française” y al “Odeon”. (…)
Almorcé ayer en casa de Zilí y hoy, debemos cenar todos en casa de Yayá.
Rosée ha escrito siempre y añora a los suyos y a los de la casa, pero Antonio está quedándose tanto en la finca que pienso sólo volverán a principios de junio.
Escríbeme siempre ¿De acuerdo? (…) Saluda de mi parte al “grupo”.
Me olvidaba de hablarte de José Gustavo. Yayá y Dora me han hecho notar la falta que hace en el salón del “sexto”, un buen retrato (más grande) de José Gustavo, en lo que concuerdo plenamente. Acordaos y contentaos con las dádivas de São Sebastião y el buen alquiler del sexto que hizo Antoni, y cuánto le sería grato ver allí un buen retrato de su hijo! (Se refiere a José Gustavo de Souza Queiroz, fallecido hacía poco, quien, por testamento, otorgó parte de sus propiedades a sus compañeros de lucha por la causa católica doña Lucilia desea que no se olviden de él ni de su generoso gesto). Concuerda conmigo; ¿sí? ¡Te lo pido!
Terminando, te pido también oraciones en Fátima, Lourdes y Sta. Catalina (Doña Lucilia se refiere a la capilla de la Medalla Milagrosa, donde Nuestra Señora se le apareció a Santa Catalina Labouré).
¡Saudosa, te abrazo y beso mucho y mucho! Te bendice, tu madre extremosa,
Lucilia

Antes de ir a Portugal, en donde pasaría por Fátima para rezar por doña Lucilia, el Dr. Plinio tuvo la feliz oportunidad de visitar la maravillosa Sevilla.

“Quien no vio Sevilla no vio maravilla”

Incontables aspectos atraerían la atención del Dr. Plinio en la pintoresca ciudad.
Después de un día de visitas, a la noche mientras escribía a doña Lucilia, todas las impresiones le volvieron a la memoria. Decidió entonces contarle a su madre, resumidamente, algunas de ellas. Lo mejor, lo dejó para cuando volviese a São Paulo.

cap11_013Sevilla, 26-IV-1950
Mãezinha querida del corazón,
Querido Papá,
Les escribo desde uno de los lugares más bonitos del mundo. (…) ¡He tenido que despertarme a las 6! El avión Madrid-Sevilla debía despegar a las 8 del aeropuerto de Barajas. Pero esa gente (…) exige la presencia de los pasajeros mucho antes del embarque. Al final, embarcamos malhumorados y aquí llegamos; yo dormité durante casi todo el viaje.
Mal aterrizamos, me llamó la atención el jardincito del aeropuerto: flores como nunca vi en tamaño, color, perfume. Son muy bonitas. Pensé en seguida en mamá y en el placer que tendría en ofrecerle unas rosas de aquí. Después, verificamos por los campos que median entre el aeropuerto y la ciudad, que aquí los prados son abundantemente floridos.
Es primavera. Es necesario haber visto una primavera sevillana para quien quiera hablar de asuntos de la naturaleza. Llegamos al hotel Alfonso XIII. Es una inmensa construcción

Hotel Alfonso XIII

                                    Hotel Alfonso XIII

de 1910, más o menos, en estilo regional: estructura mora y decoración en estilo Renacimiento. El lujo es grande. Visité la suite destinada a los Reyes, decorada con una corona real. Uno de sus huéspedes mas recientes fue el Rey Carol (Carol II, Rey de Rumanía, de 1930-1940). Pero, más que lujosa, es de buen gusto. Estoy escribiendo junto al patio interior, que es indescriptible. (…) Comulgamos aquí, en la Catedral gótica: parece un cuento de hadas.
Tiene de alto unos 30 metros, de largo unos 100 y de ancho unos 60.
El bosque de columnas es admirable. Corresponde a todo cuanto se podría desear. Es de llenar el alma. Me gustaría ir a Granada, que no está muy distante, pero no podremos hacerlo por falta de tiempo.
Debemos estar en Madrid el miércoles, yendo acto seguido a Lisboa… ¡donde espero encontrar correspondencia en cantidad! (…)
Para usted, mamá, mi amor querido, millones y millones de besos.
Para Papá, muchos abrazos llenos de saudades. A ambos les pido la
bendición.
Plinio

P.S.: Mamá, ¿recibió usted mi telegrama de Barcelona por el día 22?
Muestre esta carta a los del 6º piso.

cap11_017

Comulgamos aquí, en la Catedral gótica: parece un cuento de hadas. Tiene de alto unos 30 metros, de largo unos 100 y de ancho unos 60

Poco después de terminar la lectura de estas líneas, doña Lucilia, agradecida, redacta una respuesta a su tan amado hijo, en la cual vemos, una vez más, la resignación con que generosamente ofrece el sacrificio que le pide la Providencia en aras de los intereses de la causa católica y del propio Dr. Plinio:

São Paulo, 6-V-950
¡Hijo querido de mi corazón!
Con inmenso gusto recibí tu carta de Sevilla y estoy ansiosa por recibir otras desde Fátima, Lourdes y París, y más tarde, desde Roma, del Vaticano, del Santo Padre y en fin, ¡la de tu regreso! Hijo mío, tengo un inmenso gusto en verte hacer este viaje, tan necesario bajo todos los aspectos y en tan buenas condiciones y excelente compañía de tan buenos y dedicados amigos, y, por todo eso, doy infinitas gracias a Dios y a María Santísima, que os acompañará todo el tiempo. Y por eso, querido, no des atención a unos pequeños gemidos, que parten apenas de las saudades, en los que no debemos prestar atención. (…)
No he ido todavía al mes de María, porque ha llovido y refrescado mucho, pero, como sabes, tengo en el cuarto la imagen llena de flores. Delante de ella rezo el rosario y la letanía y otras oraciones, por las bendiciones y felicidades de mi hijo querido, de sus amigos, de mi hija, nieta, por Antonio… etc.
A ver si les escribes a tus tías; ¿sí? Me darías con eso un gran gusto.
Yayá almorzó hoy aquí; está bien y va a organizar un juego de bridge en su casa hoy por la noche.
¿Basta de conversación? Termino enviándote junto con mis bendiciones muchos y muchos besos y abrazos. ¡¡¡El sofá de jacarandá también tiene unas saudades…!!!
Un abrazo más y otro beso de tu madre extremosa,
Lucilia

¡Cuántas saudades… Dios mío!

Termina la cena en casa de los Corrêa de Oliveira, en la calle Vieira de Carvalho.
El matrimonio se levanta, reza las oraciones finales de la comida, y el marido se dirige a su cuarto a fin de rehacerse del cansancio del trabajo, mientras doña Lucilia se entrega a la oración a los pies de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús.
Después de rezar por todas sus intenciones, en especial por su hijo tan querido, besa las manos, las rodillas y los pies del Sagrado Corazón de Jesús. Finalmente, una última mirada amorosa a la figura de Aquel que es la Bondad en persona. Lentamente se aparta, se sienta en un sofá cercano, y con el pensamiento recorre las vías de su maternal corazón:
“Bien, mañana un portador va a encontrarse con mi Pimbinchen. ¡Ay! ¡qué pena que no sea yo! ¡Cuánto me gustaría hacer este viaje para poder verlo! La única forma de entrar en contacto con él es escribirle una carta”.
Se levanta, abre el escritorio, enciende la luz y, con delicada letra, casi dibujada, transpone a una hoja de papel la expresión de sus cariños y saudades.

¡Hijo tan querido!
cap12_001Ignoro aún si has recibido ya mi primera carta, pues las tuyas nada dicen a este respecto; en cuanto a la segunda, escrita el veintitrés, sigue con ésta, porque pensábamos que sería más rápido y seguro enviarla en manos de [un portador amigo] que ha sido obligado a retrasar el viaje. Así que van ahora dos. Recibí anteayer una del día veintiuno y estoy ansiosa de oír tus impresiones y descripciones de España y de nuestro Portugal, que no conozco, así como de todas las otras cosas que te quedan por ver. Nada me dices de tu salud. ¿No estarás, movido por la curiosidad, abusando de tus fuerzas? Por el amor a Dios, no hagas imprudencias de gourmands e gourmets (Los golosos y aquellos que saben apreciar la buena mesa), y no te muevas excesivamente, cosa que no te ha permitido hasta aquí tu género de vida. (…)
En cuanto a las noticias que me pides del sexto piso, mejor las tendrás [por el mismo portador, nuestro amigo].
Rosée y Maria Alice han escrito, preguntando siempre por ti. En cuanto a ellas, parece que nada hay de nuevo. Lo único que dicen es que, cuanto más conocen Buenos Aires, más lo aprecian. Han salido bastante con Ernestina P. Alves e hija. Antonio ha vendido bien el café y está en la finca de donde pretende volver hacia el diez y seguir viaje después a Argentina.
¿Te has acordado de mandar celebrar la Misa en Ntra. Sra. de Begoña como te pedí? La que he mandado celebrar en tu intención el día tres de éste, en el Sagrado Corazón de Jesús, será oída con mi máxima fe y amor; y también comulgaré, pidiendo a Dios que te bendiga, te haga siempre un verdadero católico, recto, bueno y justo, para su mayor gloria y, como siempre, el mejor y más querido de los hijos, por quien doy, incluso, los pocos días que me quedan. Es muy probable que cuando vayas a Versalles, te acuerdes de las estuatas blancas; En el Trianón, de los carruajes reales, y paseando “a pie” por la avenida de los Campos Elíseos, en el “Rond Point”, te acuerdes de los pequeños teatros de marionetas ¡Cuántas saudades… Dios mío!

A esta altura —se nota por la exposición de las ideas— doña Lucilia no resiste, abandona la pluma sobre el tintero, y se ve obligada a hacer uso del pañuelo para recoger algunas lágrimas que le corren por las mejillas. Probablemente se vuelve hacia la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y, con los ojos fijos en esa fina y piadosa representación de nuestro Redentor, pide una vez más por el filhão querido”…
Después de haber dominado su nostalgia, continúa:

Es bueno que tengas un buen y pequeño mapa de la ciudad, fácil de ser manejado, lo que te facilitará los paseos. Por lo demás, nada te recomiendo, pues sabrás mejor que yo lo que debes hacer.
Escríbeme siempre; ¿sí? No te olvides de mí en Nuestra Señora de Lourdes; ¿sí? ¿Cómo están tus amigos? ¿También les está gustando mucho? Dales a todos saludos de mi parte.
Con muchas saudades, te bendice, te abraza y te besa mucho, tu madre extremosa,
Lucilia

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Noticias desde España

El Escorial

                                                                    El Escorial

Finalmente, hacia el 25 de abril, doña Lucilia recibió la primera carta de su hijo con las tan ansiadas noticias e impresiones de viaje.
Estaba seguramente deseosa de saber cuál era la reacción del Dr. Plinio en las tierras del Cid Campeador. No obstante, siendo el pueblo español de psicología tan diferente de la del brasileño, preveía que su hijo podía sentir no pequeña extrañeza. Por eso le previene, en la carta anterior, para que no se dejase llevar por las primeras impresiones, las cuales “generalmente no son favorables” y que procurase ambientarse en seguida y, de ese modo, sacar todo el provecho del viaje.
Debido a la formación recibida de doña Lucilia, desde el principio el Dr. Plinio apreció, sobre todo, la catolicidad militante de ese heroico pueblo, que había emprendido, hacía poco tiempo, victoriosa lucha contra el comunismo. Era esa virtuosa combatividad la nota más sobresaliente en los hermosos monumentos que visitó en compañía de sus cultos y vivaces amigos españoles, empeñados en el simpático afán de hacerle conocer las principales maravillas del país.

Madrid, 18-IV-50
Mãezinha querida de mi corazón y querido Papá
Les escribo después de tres días de intensos viajes, o sea, 24 horas de avión, un día de visitas en Madrid y un día en El Escorial. Lo hago con enormes saudades. Es media noche, hora de una última conversación en el Fasano con mi gente del 6º piso y pocos minutos antes de mi conversación tête-à-tête (En francés, “cara a cara”) con Lú…. ¡Cómo me gustaría tenerlos a todos aquí junto a mí!
El viaje aéreo fue bueno. Espero que hayan recibido el telegrama que le mandé a Tía Zilí desde el propio aeropuerto, el día de mi llegada. Hacia las 24 hs. hicimos escala en Recife, aeropuerto bien arreglado pero con un calor tremendo. Se veía bien la ciudad con todos sus contornos, gracias a la iluminación. Es bastante grande. Dormimos pasablemente y, al día siguiente, volamos sobre el Sahara, que pudimos ver muy bien y por mucho tiempo. El día aún estaba claro cuando sobrevolamos Gibraltar, viendo bien el fuerte. Llegamos a Madrid entre las 21 y 22 horas. (…)
Nuestro hotel es razonable. Me encontré a la llegada al Cel. Barrera (hijo del Marqués de Valdegamas y Conde de Miraflores) (…) que llevaba dos días esperándome.
[Estaba] con su cuñado Olagüe (historiador prodigiosamente culto e inteligente y que parece muy influyente aquí) (…)
Visité el Prado con ellos (Olagüe es un perfecto conocedor del mismo). Los Murillos, Velázquez, Ticianos, Flamencos, Goyas, pululan por allí. La riqueza del Museo es indescriptible. Sobre la belleza de los cuadros es superfluo decir cualquier cosa. Después fuimos a la casa de Lope de Vega donde Olagüe nos presentó a la Embajadora (notable) de Francia, en cuya compañía la visitamos. Todos los intervalos fueron llenados por los dos Barrera.
Me acosté así más muerto que vivo.

Cama donde murió Felipe II

                   Cama donde murió Felipe II

Hoy por la mañana, ¡Barrera! Después, Olagüe para un paseo al Escorial. Éste, como las otras cosas que he visto aquí, no es descriptible con palabras. Recé ante el sepulcro de Felipe II y la cama en que expiró y la sepultura de Don Juan de Austria. Hay un enorme autógrafo de Santa Teresa y el tintero con que ella escribió. Fue un día entero, horriblemente cansador. Mañana, Toledo. ¡Otro gran, pero compensatorio cansancio, con los Barreras!
Hice ayer una visita al P. Llundain. (…) Mañana, si Dios quiere, continuarán las visitas.
¿Y Lú? ¿Ha dormido bien? ¿Se ha ido a dormir temprano? ¿Ha tenido energía en materia de saudades? (…) ¿Ha bebido mucha agua Prata? ¿Ha tomado muchos taxis? ¿Y Papá? ¿ha tenido mucho trabajo con el despacho? ¿Ha comido mucho coco? (…)
Espero que Tía Yayá esté mejor. Muchos abrazos para ella, Dora y Telémaco.
Muchos besos para Tía Zilí. Ya he probado su excelente estuche. (…) Para los del 6º piso, todos los abrazos posibles.

Sepultura de Don Juan de Austria

                                         Sepultura de Don Juan de Austria

Para Papá, con abrazos muy afectuosos, innumerables saudades.
Y para usted, mi Mãezinha, ¿qué? Todo cuanto puede haber en este
mundo en materia de abrazos, besos, cariños, respeto, saudades, afecto;
y que bendiga a su filhão.
Plinio

En una carta escrita por el Dr. Plinio el día 21, desde Barcelona (Continuación de una de las cartas anteriores), daba noticias del itinerario que seguiría hasta París:

He llegado hoy temprano a Barcelona, donde espero quedarme hasta el lunes. En seguida iré a pasar dos días en Sevilla. Si puedo, iré a Granada, de allí a Lisboa y a Fátima. (…)
Aquí es imposible saber con antelación a qué hoteles uno va a ir en cada ciudad. Así, le pido que me mande noticias a Madrid, a casa de un señor cuya dirección va abajo. Ponga la carta que usted escriba dentro de un sobre dirigido a mí. Ponga este sobre, con una tarjeta suya de saludo, en otro sobre más grande con la dirección que le indico y las cartas me llegarán. Lo mismo puede hacer Tía Yayá. (…) Estoy muy deseoso de noticias suyas y de Papá. Quería tener también noticias sobre Rosée y sus asuntos. (…) Bien, mi amor, mil abrazos, mil besos, mil saudades, todo en fin. Pide su bendición el hijo que la respeta y quiere hasta el máximo.
Plinio

 

Una larga y penosa separación

Por una serie de circunstancias, el Dr. Plinio se vio obligado a marcar un viaje a Europa para mediados de abril, pocos días antes del cumpleaños de su madre, el 22 de ese mismo mes. Sabía bien la aflicción y el dolor que la noticia de su viaje le causaría a doña Lucilia, no solamente por la perspectiva de una larga ausencia, sino también por las diversas preocupaciones que tendría.
En efecto, nacida en el siglo XIX, doña Lucilia conservaba el prisma de su juventud para analizar las demoras y los peligros de una travesía transoceánica. ¡A fortiori tratándose de un viaje en avión! Guardaba vivo el recuerdo del tiempo en que la aeronáutica estaba en sus comienzos y eran comunes los accidentes fatales. E, incluso en 1950, no le servía de consuelo el hecho de haberse hecho habituales y seguros los viajes aéreos intercontinentales.
Entonces, el Dr. Plinio ingenió una pía fraus (Fraude piadoso, o sea, hecho con buena intención). Acordó con don João Paulo, doña Rosée y sus parientes más próximos, decirle a doña Lucilia que él viajaría a Río de Janeiro, donde solía ir con cierta frecuencia. Así, ella pensaría que se trataba de una corta ausencia. En realidad, solamente iba a estar de paso en Río, pues de allí salían los aviones hacia Europa.
Al llegar a España —primera etapa del viaje— le enviaría a doña Zilí, su tía, un telegrama confirmando la llegada. Ésta podría entonces visitar a doña Lucilia para revelarle toda la verdad. Al mismo tiempo, don João Paulo le entregaría la primera de dos cartas que el Dr. Plinio iba a dejar ya escritas, acompañada de una cesta de flores.
Horas después, el timbre del apartamento sonaría nuevamente: otro ramo de flores, encargado por el Dr. Plinio, sería una nueva manifestación de filial cariño.
El 22 de abril, día del cumpleaños de doña Lucilia, le sería entregada, junto con un ramo de flores, la segunda carta de felicitación, que estaba en poder de don João Paulo. Al menos esas pequeñas atenciones, desbordantes de afecto, la consolarían un poco por la ausencia de su filhão. A su vez, las hermanas y otros parientes de doña Lucilia se comprometieron a
hacerle compañía más asiduamente y a llevarla a pasear para distraerla. Habiendo previsto hasta en sus minucias todos esos detalles, el sábado 15 de abril, por la mañana, el Dr. Plinio fue a despedirse de doña Lucilia, como lo hacía habitualmente antes de viajar.

La despedida

sdlEra costumbre de doña Lucilia permanecer en la cama hasta tarde, pues su frágil salud le exigía mucho reposo. Aprovechaba entonces para rezar largo tiempo. Al despedirse de su madre, frecuentemente el Dr. Plinio la encontraba aún acostada, absorta en su piadosa oración. Dependiendo de la hora, el cuarto estaba a veces iluminado nada más que por una lámpara y con las venecianas cerradas. Sólo después de las diez de la mañana mandaba abrirlas.
Mãezinha —le dijo—, ya es hora de irme.
Filhão… entonces ¿es el momento de separarnos?
El tono interrogativo y cariñoso de aquellas pocas palabras parecía decir suavemente: “Hijo mío, ¿vas a dejar entonces a tu madre?” Para el Dr. Plinio no debía ser fácil resistir tan suave llamado, pero el deber le obligó a responder:
— Mi bien, tengo que ir.
En esos instantes, doña Lucilia dejaba traslucir su cariño más de lo habitual.
Sin perder su carácter afable, la despedida se revestía siempre de ciertas formalidades, muy al estilo de los Ribeiro dos Santos. El Dr. Plinio besaba primero su mano, después la frente y varias veces las mejillas. A su vez, doña Lucilia le hacía varias crucecitas en la frente, mientras, con los ojos semicerrados, susurraba algunas oraciones o formulaba en su interior algunos pedidos, cuyo contenido nunca revelaba (por discreción, su hijo nunca indagó a ese respecto). Por fin, lo bendecía y lo seguía con la mirada hasta la puerta del cuarto. Retornaba, entonces, a sus devotas oraciones, y sin duda pedía que de lo alto de los Cielos María Santísima lo protegiese de manera especial, pues Ella, la más excelsa de las madres, le atendería con solicitud.
La despedida para ese viaje no fue diferente de las anteriores, al menos en apariencia. No sabemos si el maternal corazón de doña Lucilia se habrá sobresaltado en ese momento, pensando que le estuviesen ocultando algo, aunque no tenía ningún indicio para ello. Así, durante las primeras horas que siguieron a la partida parecía despreocupada y tranquila.

“Mi corazón busca el de Plinio…”

cap11_005Pero no era fácil engañar a un corazón tan ardoroso, todo hecho de cariño… Una secreta desconfianza le decía ser otro el verdadero destino de su hijo. Y, por más que le asegurasen lo contrario, ella no se convencía.
Don João Paulo, en una carta escrita al Dr. Plinio el día 20, relata lo ocurrido en casa después de la partida de éste:

Lucilia, siempre desconfiada [de que esté ocurriendo algo inusitado], instintivamente se ha vuelto aún más recelosa de lo que ya estaba (…); el domingo solicitó una llamada telefónica a Río y al no obtenerla, me hizo pedirla para el lunes.

El lunes 17, el Dr. Plinio aterrizó en el aeropuerto de Barajas, en Madrid.
Una de sus primeras precauciones fue enviar el telegrama a doña Zilí informándole que había tenido un buen viaje. No lo mandó directamente a su casa, pues doña Lucilia, al verlo llegar, en seguida se daría cuenta de lo sucedido, pudiendo sufrir un cierto choque. Por eso, quiso que la noticia le fuese dada por su tía y suavizada con el bálsamo de la cariñosa carta que le había dejado. Así, don João Paulo, después de narrar la llegada del telegrama, añade:

[Néstor] y Zilí vinieron a casa y todo quedó claro. Mucho llanto, mucho rezar y todo se regularizó satisfactoriamente, sobre todo después de la lectura de la primera de las cartas que has dejado para ella. La segunda carta la recibirá el día 22 con las flores que pediré a Zilí que elija, como tú pediste.

Una vez rehecha del golpe de los primeros momentos, doña Lucilia cogió en seguida la pluma para escribir la primera de las muchas cartas que las enormes saudades le harían enviar a su filhão querido. Para nuestra alegría, ha sido encontrada casi intacta la correspondencia intercambiada entre ella y el Dr. Plinio en este período, lo cual nos permite penetrar con discreción y respeto en el suave y acogedor interior de aquel corazón materno.
De forma conmovedora y con palabras llenas de unción, le cuenta, en la primera carta, cómo sus presentimientos no la habían engañado:

¡Hijo querido de mi corazón!
Acabo de recibir tu carta y tu telegrama. Alabado sea Dios, has llegado sano y salvo. No era en vano que yo le decía a tu padre: “¡mi corazón busca el de Plinio y no le encuentra en Río y sí por los aires!” En fin, me alegro por todo lo que Dios y la Santísima Virgen hacen por ti, que eres el mejor de los hijos y al que bendigo con todo mi corazón, con todas las fuerzas de mi alma.
Muchos abrazos, besos y saudades, de tu vieja manguinha.

En otra carta escrita poco después aparece la gratitud hacia su hijo por haberle ocultado el verdadero destino del viaje, con lo que le ahorró innumerables aflicciones. En líneas llenas de dulzura, reflejo de su nobleza de alma, así se expresa:

¡Plinio querido!
Con tanta cosa para escribirte y que me salía a borbotones, se me olvidaba decirte —cosa que me habría afligido mucho—, cuánto he apreciado la delicadeza de tu mentira generosa. No me la tragué totalmente, pues, desconfiada y afligida, repetía siempre, — ¡Qué va!, no me engañáis, mi hijo está de viaje,… ¡mi corazón no encuentra el suyo en Río y sí volando, por los aires!
Tu padre y todos, en fin, procuraban engañarme hasta el punto de tranquilizarme y ponerme de nuevo a esperarte, pero sólo por unas horas. Como todo lo que haces, fue muy bien hecho y te lo agradezco reconocida. ¡A ver si cuidas bien tu salud! Nada de imprudencias. Y, saludos para todos. (…).
Muchos besos más, bendiciones y abrazos de tu madre extremosa.
Lucilia
¿Cuándo vais a Fátima? Rezad por nosotros, especialmente por tu ahijada y sobrina.

Ese día, como había contado don João Paulo, doña Lucilia lloró mucho y rezó aún más. A pesar de que su dulce consuelo era el Sagrado Corazón de Jesús, no poco debe haberla reconfortado la lectura y relectura de la carta dejada por su hijo:

cap10_030Manguinha querida de mi corazón,
Cuando usted lea esta carta ya estaré en las Españas. No necesito decirle con cuántas saudades he partido… mucho mayores, me parece, que las suyas. (…)
Ahora, amor mío, algunas recomendaciones:
1- HORARIO: aproveche este tiempo para llevar una verdadera vida de hospital, almorzando y cenando temprano, ACOSTÁNDOSE TEMPRANO, tomando MUCHA agua Prata, etc. Será un período de reposo al cabo del cual encontraré a mi “pito de ferro” (“Pito” significa “reprimenda”. El Dr. Plinio posiblemente use aquí este apelativo para, de manera cariñosa, referirse a doña Lucilia por sus continuos y maternales avisos y regaños, siempre para el bien de su hijo) más fuerte que nunca, si Dios quiere;
2- ORACIONES: razonables, ya que nada de lo que no es razonable puede agradar a Dios. Así, cuenta, peso y medida hasta para rezar.
Nada de oraciones hasta altas horas de la noche. Rece mucho, pero rece de día;
3- DISTRACCIONES: vaya con frecuencia a algún cine (Es de señalar que, en aquellos remotos años 50, el cine estaba muy lejos de la bajeza moral alcanzada en nuestros días. No eran raras las películas que podían ser vistas por personas que apreciasen la moralidad de las costumbres.), a casa de sus hermanas, etc. Invite también a Sinhá. No quiero que usted se quede mucho tiempo sola en casa;
4- Espero que, con las precauciones que he tomado, el dinero va a sobrar.
Vea si me consigue la alfombrita y cambia el terciopelo de las sillas rojas y plateadas. Mande al liceo ( Liceo de Artes y Oficios, en el que se realizaban excelentes trabajos de ebanistería) las dos sillitas que fueron del cuarto de vestir de la abuela. Quiero encontrar todo esto en orden cuando vuelva;
5- No economice en automóvil, especialmente cuando se trate de ir al Corazón de Jesús. Vaya frecuentemente y quédese allí todo el tiempo que quiera.
Creo, ángel querido, que estaré de vuelta la última semana de junio, pues aquí tengo conferencias y compromisos. Pero no puedo decir qué día llegaré. Le escribiré asiduamente. No le doy la dirección, pues no se a qué hotel voy. Ni tampoco sé exactamente el número de días que deberé quedarme en cada país.
No necesito decirle por qué me he visto obligado a este otro sacrificio: estar ausente el día 22. Lo he hecho para regresar a tiempo.
No podré llamarle por teléfono el día 22 pero seguramente le mandaré un telegrama.
Querida de mi corazón, confíe mucho en Nuestra Señora, que iré a venerar en sus principales Santuarios: Fátima, Lourdes y la Rue du Bac, donde se apareció a Santa Catalina Labouré, bajo la invocación de la Medalla Milagrosa.
Sensatez, amor. NADA DE LIBERALISMOS (Referencia del Dr. Plinio a las afectuosas discusiones que a veces mantenía con doña Lucilia. Ella, debido a su extrema bondad, siempre resaltaba los lados buenos de los otros y omitía los malos. Para animar un poco la conversación, el Dr. Plinio recordaba éste o aquel defecto de las personas objeto de comentario entre ellos y, en tono de cariñosa broma, llamaba a doña Lucilia de liberal). Pienso que no es necesario recomendarle que se acuerde de vez en cuando de mí.
Con millones de abrazos y besos, y todo el afecto y respeto de este mundo, pide su bendición su hijo, el corpulentísimo y vigorosísimo “pimbinche”.
Plinio
Para mi vuelta, una feijoada (Plato típico brasileño, preparado con judías negras, tocino, carne seca, salchichas, etc. Es semejante a la fabada, pero más oscura y densa) de primera clase con aguardiente, judías negras y harina tostada.
Mire las cortinas del hall y del comedor y los resortes de mi cama.
Tome mucha agua Prata y empache a Papá de coco y cocadas (Dulce elaborado con coco rallado y almíbar).
P.