Al volver de Alemania, de paso por París, el Dr. Plinio escribe unas rápidas líneas, el 11 de mayo, día de la Ascensión. Sin embargo, la carta sólo llega a São Paulo alrededor del día 24.
Al enterarse del paso de su hijo por Colonia, doña Lucilia debe haber recordado aquellos lejanos días en que con él, niño, había visitado la “capital católica” de Alemania:
París, Ascensión, 1950.
Luzinha querida de mi corazón.
Ahí va una inmensa cantidad de garabatos —la mayoría destinada ¡hélas! a [otra persona] — para que usted mate las saudades. Tuve necesidad de hacer una rápida inmersión en Alemania, de la cual he regresado archicansado. En el Rin y en Colonia me acordé mucho de que ya la visitamos juntos. ¿Por qué nadie de ahí —ni usted— me escribe? (…) Puede ir comprando el feijão bien negro, mi amor: dentro de dos días iremos a Lourdes, si Dios quiere, y, de allí, a Roma. En fin, se aproxima el día en que estaré en los brazos de Lú! París es algo indecible. No puedo decirle cuánto me gusta.
Gracias a Dios, mis asuntos van bien. Mande esta carta a Rosée, a quien le escribí hace días. Desde Roma le escribiré. Muchos recuerdos a las tías, a Tío Néstor, a toda la familia (…); y a mi pueblo del 6º piso. Para usted, mi bien, millones de besos saudosísimos, todo el cariño y todo el respeto de su Pimbinchen… de 41 años!
Como los granos de un reloj de arena, cada día del mes de mayo va pasando lentamente en el calendario materno. Junio, con la perspectiva del regreso del Dr. Plinio, tal vez pase más de prisa. Por el momento se suceden las cartas portadoras de algo de su presencia, aliviando un poco al menos la pena de la separación. La del 24 de mayo, la responde al día siguiente, enviándole muchas y variadas noticias, a las cuales se mezclan las aprensiones del momento. En aquellos días, la llamada “guerra fría” llenaba con sus fragores las páginas de los diarios. Se hablaba frecuentemente de una posible invasión de Europa Occidental por las tropas rusas y la consecuente implantación del comunismo en los territorios ocupados, así como había ocurrido en los desgraciados países de la parte oriental del Viejo Continente. Teniendo en mente esa posibilidad, dice doña Lucilia en su carta que la Europa “que venga después del Año Santo no será para desear ser vista”, a menos que “nuestra religión católica” sea victoriosa en la lucha contra los rusos invasores. Se nota, por sus palabras, cómo para ella el asunto comunismo-anticomunismo era una guerra religiosa, en la que estaban en juego los más altos intereses de la Santa Iglesia.
S. Paulo 25-V-50
¡Hijo querido de mi corazón!
¡Me has dado a entender que has recibido pocas cartas mías! (…) Debes tener cartas mías en Madrid, algunas en el consulado de Lisboa y otras (…) en el Colegio Pío Latino. ¡Pensar que yo haya podido escribirte poco! ¡Mandé también dos al hotel Regina!
¿Adolphinho ha recibido mi carta? ¿Será posible que hayáis ido a Baviera sin ir a Munich? “München wie schon!” (¡Qué bonita es Munich!), decían los alemanes otrora y ¿cómo estará hoy? ¿Habéis visto a Teresa Neumann? (Mística alemana, entonces de gran renombre). Escribidme en seguida desde Roma, ¡sobre todo después de que hayas visto al Papa! Es muy natural que en Italia ya te sientas (con pesar) cercano del regreso, pero, hijo mío, no te entristezcas, no… Acuérdate, y demos gracias a Dios, de que este poco tiempo, para mi tan largo, ha sido suficiente para darte “un aperçu” (Una visión de conjunto) de lo que fue la Europa antigua, de la [ Edad] Media. Y, la que venga después del Año Santo,… no será para desear ser vista, y podrás, entonces, de un modo u otro, verla más tranquilamente y a gusto, principalmente, si por la misericordia de Dios y la intercesión de la Santísima Virgen, fuesen disipados los malos presagios, y nuestra religión católica, saliese victoriosa.
Me ha gustado mucho la postal con la imagen de Ntra. Sra. de Fátima. ¿Cuándo recibiré una de Lourdes? Este es el mes de María y estoy con la imagen adornada de flores y una vela que, como bien sabes, arreglo en mi cuarto. Y más que nunca, persevero en las letanías y en mi “rosario de coquito” (Coquito: En Brasil se llama coquinho (se pronuncia coquiño) a un pequeño fruto redondo que dan algunas palmeras, con cuya semilla es frecuente hacer rosarios ),con el que rezo siempre por mi hijo tan querido, hoy tan distante. ¡Cómo me parece largo, largo, este mes de mayo!… en el de junio,si Dios quiere, ya comienzo a esperarte. Quince de junio, me has dicho; ¿no es verdad? Rosée me ha escrito constantemente y pretende llegar el día 29 ó 30. Estoy ansiosa de que lleguen. Tus tías aún no han recibido cartas tuyas. Bien, querido mío, la charla es agradable pero me siento muy cansada, por eso termino. Y para ti, filhão, sólo el corazón lleno de saudades de tu madre extremosa y sus bendiciones,
Lucilia
Los días seguían transcurriendo con lentitud, ora mayor ora menor. Ya próximo el fin de mayo, una auspiciosa postal enviada desde la Ciudad Eterna, que desgraciadamente se había extraviado, interrumpe el silencio epistolar de dos semanas y anuncia que el viaje se acerca a su término.