“Donde va mi corazón, vas tú dentro…”

Debido a los atrasos del correo, pasaron casi tres semanas sin llegar misivas del Dr. Plinio. Por fin, el día 18 de julio, el cartero trajo el tan esperado envío. Nada más recibirlo, todas las cuerdas del alma de doña Lucilia vibraron de intensa alegría. Con su paso ágil, al que no le faltaba algo de majestad, se dirigió al escritorio y, con un abrecartas, abrió cuidadosamente el sobre. Después buscó el lugar más luminoso de la sala, y allá se sentó tranquila, a fin de leer la carta del filhão para la “querida Manguinha”:

Coliseo, Roma

                                         Coliseo, Roma

Roma, 10 de julio de 52.
Luzinha querida.
Son las 3:30 de la mañana. He estado tan ocupado estos días que he decidido quedarme trabajando hasta ahora, para escribir informes, notas de viaje, cartas, etc. Como el trabajo aún está por la mitad, he resuelto pasar la noche en claro e ir a comulgar a las 5 de la mañana.
¡Y sería imposible que, en medio de tanto trabajo, no hubiese un poco de tiempo para escribir a mi Manguinha del corazón, para decirle que siento unas saudades inmmmmmmmmmmmmmmmensas de ella!
Debo partir para Barcelona entre el 15 y el 17. Las personas del 6º piso tienen mi dirección en España. La respuesta a esta carta deberá ser enviada allí.
Como de costumbre, querida mía, deseo saber todo a su respecto: salud, oraciones, horarios, y quiero también saber si usted ha tenido algunas saudades de mí.
En Roma hace un calor canicular. ¡Un día de estos hizo 40 a la sombra! Por la noche la temperatura mejora. Es la hora humana de Roma.
Aún hoy, terminada la cena, he hecho todas mis oraciones… en un coche de caballos, como en el tiempo en que Lú era jovencita, y que me llevó, solo, a pasear por el Pincio. Cuando se pasa el día entero con gente la soledad es una deliciosa necesidad. Me hace recordar la frase de San Bernardo: ¡oh, beata solitudo; oh, sola beatitudo!  (¡Oh, bienaventurada soledad; oh, única bienaventuranza!) (…)
¿Y cómo va el maravilloso apartamento, del cual siento tantas saudades? ¿Qué fue lo que rompió Rosa? Dígamelo, porque me quedé preocupado. Querida mía, quiero aún decirle una palabra a Papá. Para usted, amor mío del fondo del corazón, todo el afecto, todo el respeto, mil millones de besos y de saudades del hijo que le pide la bendición.
Plinio

Ciertamente que le debieron apenar a doña Lucilia las diversas dificultades que su hijo tuvo que enfrentar en la capital italiana. Sin embargo, con el alma inundada de alegría por recibir tan cariñosas palabras, se quedó más aliviada al saber que estaba bien de salud. Después de una atenta lectura de la carta, doña Lucilia se puso a escribir aquel mismo día una respuesta, pero el cansancio de la noche la obligaría a dejarla para el día siguiente:

18-VII-1952
doña_lucilia¡Hijo querido de mi corazón!
He pasado diecisiete días sin recibir cartas tuyas, habiendo tenido algunas ligeras noticias a través de los jóvenes del sexto, que tu padre o Adolphinho me traían.
Gracias a Dios, he recibido por fin, con gran alegría, tu última del día diez de este mes. Hijo mío, ¡qué saudades, cuántas saudades de ti, querido! Rosée y Zilí han procurado distraerme, llevándome a ballets, buenos conciertos, algunos cines; han venido con frecuencia, Maria Alice también, pero como sabes, “como siempre”, donde va mi corazón, vas tú dentro… Como debes saber, he comulgado y rezado mucho, para que el Divino Espíritu Santo (a quien he hecho una promesa) te guíe y te inspire, y Nuestra Señora Auxiliadora te proteja y auxilie. Fui con tu padre a la novena el día dieciséis en la Iglesia del Carmen, a rezar por ti, y allí estuve con tus amigos, lo que me trajo muchos recuerdos. Zilí recibió tu carta, y no imaginas el placer que le diste. Yayá, continua en Río, y Dora, en Campos do Jordão. Fui ayer a la Misa de séptimo día de la Baronesa de Arary, a quien estimaba mucho. Después de la Misa, en la Iglesia de San Luis, me dio la comunión el dominico que casó a Maria Alice y Eduardo. Le vi también en las iglesias de Santa Teresita y de San Antonio. ¡Qué activo es! Rosée, Antonio, Maria Alice y Eduardo cenaron ayer aquí. Fue muy sentida tu ausencia. Hice lo que pude y pienso que fue todo bien; por lo menos, fue lo que me dijeron, pero es preciso descontar las amabilidades de rigor. En cuanto a los desmanes de Rosa, no pasó felizmente más allá de la rotura de los
cordones de las persianas de las salas, desperfectos en la pulidora y el aspirador, y rotura del cristal de la parte trasera del cuadro del vestíbulo; ya está todo arreglado, felizmente.
Adolphinho y Telémaco salen mañana para Campos do Jordão.
Te pido una vez más que no te olvides de mandar decir una Misa y encender una vela por intención de Rosée, en el altar de Nuestra Señora de Begoña. (…)
Si vas a Portugal, infórmate acerca de nuestros parientes de Oporto. Tienen un título cualquiera, y viven cerca de la Iglesia de los Salesianos, por lo menos, fue lo que me dijo el Padre salesiano don Esteves dos Santos.
¿Cuánto tiempo te quedas ahí en España? ¿Vuelves aún a Roma antes de ir a París? Escríbeme pronto, y siempre que puedas. ¡Leo, leo y releo tanto tus cartas! Bien… ¡hasta la próxima carta! Que Dios te guarde, te bendiga, y te acompañe.
Muchos y muchos besos y abrazos de tu mamá tan saudosa y extremosa,
Lucilia
Un beso de tía Zilí.

“Donde va mi corazón, vas tú dentro”… esa actitud de amor, casi se diría que religioso, es una constante en doña Lucilia, pues, más que un hijo común, ella veía en el conjunto de las cualidades del Dr. Plinio, las armonías de un órgano para cuya construcción ella había contribuido con manos de artista. Pero no se satisfacía apenas con las cartas que le eran dirigidas. No perdía ocasión de leer y guardar otras enviadas por el Dr. Plinio a sus amigos del 6º piso. Veamos cómo describe don João Paulo, el día 19, la actitud de gratitud de doña Lucilia para con su sobrino Adolpho por haberle proporcionado la oportunidad de degustar una de ellas:

Fue con el mayor placer que recibimos, traída ayer por Adolpho, tu carta colectiva, dirigida a los jóvenes del 6º piso. Lucilia la leyó por la noche al acostarse, y amaneció transmitiéndome con calor todas las emociones que sintió; ella supuso que la carta había sido dejada en su mesa de noche por Adolpho, por lo que abrió a favor de éste un crédito de besos a ser satisfecho a la vista del mismo Adolpho…

En seguida, don João Paulo le comenta una cena ofrecida por doña Lucilia a algunos parientes:

Lucilia se esmeró en la presentación de su banquete; hubo bastante alegría y ella misma se manifestaba al final verdaderamente radiante. Sin embargo, notaba tu falta, lo que restringía su alegría.cropped-sdl-11.jpg

Para apaciguar las saudades, conversaciones por escrito.

cap12_023São Paulo, una fría tarde de julio de 1952. Los últimos rayos de sol, tras jugar con las ramas de los árboles de la Plaza Buenos Aires, acaban por retirarse, dejando lugar a una espesa neblina que, lentamente, va ocupando las calles del barrio de Higienópolis. En su apartamento, una distinguida dama reza su rosario y piensa en su filhão querido que está del otro lado del océano. Concluidas las oraciones, toca la campanita y pide a la empleada que le traiga el chal color lila.
Después de habérselo puesto sobre los hombros, decide escribirle a su hijo. Con toda calma se dirige al Salón Azul, levanta la tapa del escritorio, toma la pluma y comienza:

S. Paulo II-VII-952
¡Hijo querido de mi corazón!
¡Cuántas saudades hijo mío! Para apaciguarlas un poco, vengo a conversar contigo por escrito. Releo con frecuencia la única carta que me has escrito, así como las de Rosée y Maria Alice las cuales he guardado para mí. He leído también la que fue recibida con gran regocijo en el 6º piso. (…)
El día de San Pedro fui a la procesión del Sagrado Corazón de Jesús, que, de tan pobre y mal organizada, comprimía el corazón. ¡Qué falta hace el padre Falcone! (Padre Caetano Falcone, Salesiano, fue durante largos años el Rector del Santuario del Sagrado Corazón de Jesús). Rosée ha sido muy dedicada y llena de atenciones. Ha venido todos los días a verme, cenando con frecuencia. Maria Alice también ha aparecido por aquí, trayéndome siempre alguna cosa de regalo. Después de tu partida, Rosée me ha llevado a dos espectáculos de ballet y a un concierto de piano para distraerme un poco.
Dean Acheson (Secretario de Estado del Presidente norteamericano Truman)  está siendo esperado en Río y de allí vendrá a São Paulo.
No sé cuándo ni dónde recibirás esta carta, si aún en Italia o si ya en España… ¡me quedo tan aprensiva con estos viajes de avión, y… con todo lo que te pueda suceder o disgustar! Mira si puedes hablarme un poco más de ti y de todo lo que te concierne. Respecto a los restaurantes es bueno que no te excedas. Si no enfermarás y perderás el placer de la mesa por harto, o por privaciones, lo que es a veces penoso, ¡que lo diga yo!
Estamos pasando por una nueva ola de frío y, con tu padre, estamos los dos abrigaditos en nuestra “casa agradable” que el hijo querido preparó para consuelo de nuestra vejez. Una vez en un autobús y otra en un coche alquilado [fulano de tal] trató, con poco éxito, de conversar con tu padre.
He rezado, comulgado y asistido a las Misas por tu intención, y creo en Dios, Nuestra Señora y el Divino Espíritu Santo, que no te dejarán un momento y te protegerán siempre, haciéndote muy feliz en todo, como tanto lo mereces.
Zilí recibió tu postal el día 30 y se mostró muy emocionada y contenta. ¡“Mille grazie”! (“Mil gracias” en italiano) ¿Te he aburrido demasiado? Cansada, termino ésta enviándote junto con mis bendiciones, muchos y muchos besos y abrazos.
De tu mamá extremosa,
Lucilia
Te pido que no olvides cumplir el pedido que te hice en la última carta de mandar celebrar una Misa y encender una vela, en el altar de Nuestra Señora de Begoña, por la intención de Rosée, ¿sí? Otro beso más y una “crucecita” de mamá.

Estas últimas palabras de doña Lucilia expresan, una vez más, el desvelo incomparable de una madre católica que nunca dejaba de tener como preocupación primordial a sus propios hijos. Era especialmente por ellos que vivía, rezaba y se sacrificaba, sin descuidar el deber de incluir en sus oraciones a todos sus familiares. Pero las noticias de su hijo eran cada vez mas escasas. Una de las cartas, escrita desde Roma, se extravió, y sólo llegó a las manos de doña Lucilia mucho tiempo después de terminado el viaje. La guardó cuidadosamente, junto con las otras, para leerlas en las horas de soledad. Hela aquí:

Roma, 27 de junio de 1952.
Luzinha querida de mi corazón, Tal como le anunciaba en mi telegrama, que usted debe haber recibido ayer, llegué de París el día 26, en avión, a Roma después de dos hora y pico de viaje, durante el cual sobrevolamos Suiza, pasando sobre el Lago de Ginebra, los Alpes y, por supuesto, el imponentísimo Mont Blanc. El mismo día de nuestra llegada fuimos a la Basílica del Vaticano, donde tuvimos la ocasión de rezar ante el altar del

cap12_057Bienaventurado Pío X, ahora expuesto a la veneración de los fieles, junto al altar de San Pedro y junto al de Nuestra Señora de la Piedad, donde está expuesta la famosísima estatua de Miguel Angel que representa a Nuestra Señora con su Hijo muerto en los brazos. Después nos quedamos en la plaza de San Pedro, viendo, midiendo, examinando y comentando hasta caer la noche. Finalmente, tomamos un coche de caballos y, por las callejuelas sinuosas y pintorescas de la Roma antigua, llegamos hasta
las avenidas más modernas y, por ellas, hasta el hotel. A la mañana siguiente fuimos a recibir la Sagrada Comunión en la Basílica, y después comenzamos a trabajar. Ayer nos quedamos poniendo en orden papeles, pues los que habíamos traído de São Paulo necesitaban ser revisados.
Hoy he comenzado los primeros contactos, y estoy reservando unas horas para la correspondencia, mientras el resto del equipo termina de poner en orden los papeles. Espero quedarme en Roma hasta el 15 de julio y después continuar para España. He dejado encargado que me manden de París las cartas que eventualmente lleguen al Regina. La temperatura aquí está asfixiante, pero a los italianos les parece todo normal. Como París, también Roma está mucho más animada que en 1950. Se ve que las cicatrices de la última guerra están desapareciendo. Aún así ¡hay dos millones de desempleados!
Salí muy satisfecho de París, no sólo por la ciudad, superior a cualquier elogio, sino también por el resultado de los trabajos que allí realicé. Que Nuestra Señora me auxilie para que aquí también todo vaya bien.
Mi amor, me ha gustado mucho su carta, con la narración pormenorizada de todo lo que hace. Envíeme otra, igualmente BIEN METICULOSA, pues, como sabe, en las cosas que me interesan exijo pormenores. Hay uno sobre el cual quiero precisión absoluta: ¿cuántas horas ha dormido por las noches Mme. la Marquise?
Desde París envié postales a toda la familia. Me gustaría saber si las han recibido.
Como tengo muchísimo trabajo por delante, voy a acabar. No hace falta que le diga, querida, cuántas saudades tengo de usted… ¡Son inexpresables! En todo momento, me acuerdo de mi Manguinha del corazón. Y, siempre que me acuerdo de ella, hago la siguiente reflexión: LÚ me quiere bastante como para entender que lo que yo más quiero de ella es que cuide de su propia salud.
Rece por mí, querida, y déle su bendición a este hijo que la quiere tanto cuanto puede, y menos de lo que usted merece, y que le manda millones y millones de besos.
Plinio
Querido Papá:
Muchas gracias por su carta, informativa como todas, y que al mismo tiempo me hizo dar unas buenas carcajadas. El calor que siento por aquí me recuerda el que sentí en Recife. ¡Es algo extraordinario! Así, me acuerdo con envidia de ese frío paulistano del cual usted se queja. Así son las cosas. Cada uno de nosotros está metido en una temperatura que no le gusta.
Roma es impresionante y emocionante desde el punto de vista religioso, pero es para mí un lugar de abundante y delicado trabajo. Así, creo que será ésta la fase más árida de mi viaje. Le pido que siga poniéndome al corriente de lo que vaya pasando por ahí.
Con un abrazo muy saudoso, pide su bendición el hijo que mucho le quiere.
Plinio

cap12_054Debido a que esta carta, como antes se dijo, sólo llegó posteriormente, doña Lucilia seguía sin noticias del Dr. Plinio. De ahí haberle escrito nuevamente presentando una suave queja, a la cual no faltó algo de pintoresco relativo a la ausencia de novedades. A cierta altura de la bonita misiva nos agradará un destacado aspecto de su noble alma: la cuidadosa sensibilidad con respecto al brillo de la sociedad temporal. Ella no veía contradicción entre los esplendores de ésta y la infinita grandeza del Sagrado Corazón de Jesús. Por el contrario, para ella el Divino Maestro estaba en la raíz, era la fuente de todo cuanto de maravilloso pudiese realizar el hombre. Todas estas obras Él las amaba con infinito cariño y de manera proporcionada.

São Paulo, 9-VII-52
¡Hijo querido de mi corazón!
Ansiosa, esperaba desde algunos días ser atendida con una de esas dádivas preciosas que es la carta de un hijo que me llena el corazón de saudades… y sin embargo, nada, ni siquiera una postal. Parece increíble mas, a veces, me pongo a pensar que tal vez mi hijo querido no esté soportando bien esta canícula inusitada en Roma. Todos se ríen cuando lo digo, pero todo es posible, ¡pues eres tan sensible al calor! “ Pour un en cas”  (Por si acaso), como dicen los franceses tan amigos tuyos, te escribo ésta, con la esperanza de que, no alcanzándote en Roma, te sea enviada a las tierras de mis bisabuelos, Portugal y España. (…)
Como un meteoro, —apenas veinticuatro horas— pasó por aquí, el matrimonio Dean cap10_028Acheson. Marjory Prado les ofreció uno de estos raros y grandes Bailes con “letra mayúscula”, con gran profusión de luces, flores y, atrás de la casa, una colosal terraza toda cubierta de tejido rojo oscuro, y recubierto de hiedras, y unos bonitos espejos antiguos, y en el techo cinco lámparas de cristal, y se bailaba por todas partes. Rosée y Maria Alice estuvieron allí con sus respectivos maridos, estaban muy chics y, como abuela, puedo decir que Maria Alice estaba un encanto… Se veían joyas y trajes de gala bellísimos, y la acumulación de gente era tal que Rosée, Maria Alice, Bebé y Nia Washington se buscaban en vano y, al final, ¡salieron sin encontrarse! Cambiaron impresiones al día siguiente. Rosée se quedó visiblemente satisfecha con tu telegrama. Cenamos allí, con mis dos hermanas — Néstor de viaje. Adolphinho, de acuerdo con Rosée, cenó con… ¡los del sexto piso! Antonio le dio a Rosée dos collares más de perlas iguales al que ya le había dado últimamente — más una linda trousse (Pequeña bolsa) de
oro, bien trabajada y toda incrustada de rubíes. Su hija y su yerno le dieron un anillo, de esos modernos, que no aprecio, incrustado de brillantes, y que fue muy elogiado.
Junto a tu padre he sufrido con el frío, que está duro de soportar. Durante el almuerzo, él abre las cortinas y el sol le baña de lleno las espaldas, quedándose contento. Y yo, con saudades, busco a alguien, y a unas manos queridas que están ausentes hace un largo mes.
¿Cómo van tus estudios, tus visitas a esos “mil y un” museos, y tus viajes? ¿Todo a tu gusto? Si fuese posible, debéis hacer una excursión en barco por el Loira a los castillos “intactos” que aún conservan sus márgenes. ¿No vas esta vez a Lourdes, o a Paray-le-Monial ? Te pido que no dejes de mandar celebrar una misa y encender una vela a Nuestra Señora de Begoña, por la intención de Rosée; — ¿De acuerdo, querido? (…)
Con mi corazón, recibe muchas bendiciones, abrazos y besos. De tu madre extremosa,
Lucilia

El 10 de julio, don João Paulo transmite de pasada, en una carta, noticias de doña Lucilia:

En casa todo transcurre normalmente. Tu madre sigue bien.
Tiene, una que otra vez, crisis de intensa saudade. Lee, entonces, tus cartas y las relee, y termina en aquellas interminables oraciones que bien conoces. Y vuelve el buen tiempo.

Por medio de su esposo, doña Lucilia enviaba un recado a su hijo:

A propósito, al escribir ésta, Lucilia me ha pedido que te diga que debes tener el mayor cuidado con los automóviles, en vista del reciente rapto del abogado de Berlín, que tanto la ha impresionado…

Evidentemente el Dr. Plinio tomaría en cuenta la observación materna, pues había comprobado, no pocas veces, el acierto de las intuiciones de doña Lucilia en todo lo que a él podía causarle daño. Sin embargo, más que la propia advertencia le agradaba aquella incesante manifestación de solicitud.

“A París sólo le falta una cosa…”

capV102Después de los Sagrados Corazones de Jesús y María, dos eran los principales puntos de referencia de doña Lucilia: ante todo, su “hijo querido”; y después, en el mundo de la cultura, París. Así, a pesar del inmenso deseo de tenerlo a su lado, quedaba consolaba con el hecho de saber que él estaba en la “Ciudad Luz”.
Envuelta en consideraciones que, por esta razón, eran una mezcla de tristeza y de alegría, abrió un sobre que en aquel instante había llegado de la capital del charme.

París, 12-6-1952
Manguinha querida de mi corazón.
Con un millón de besos y mil millones de saudades (me parece que esta vez tengo aún más saudades de usted), espero a todo momento un minuto para escribirle y sólo ahora lo encuentro.
Dígame CON URGENCIA cómo se encuentra, si es prudente en materia de oraciones y horarios, si ha procurado distraerse, si ha tomado agua Prata, y… ¡si se ha acordado de mí! Quiero un relato minucioso. Por mi parte, me está yendo muy bien, y me parece que París está con mucho más movimiento y recuperada que la otra vez, en el que estaba mortecina y aún sangrando por la guerra. Y cuanto más tiempo estoy aquí, tanto más siento que este es el pueblo rey, elegido y preferido de Dios (El Dr. Plinio se hace eco de la afirmación de San Pío X, del 29 de noviembre de 1911 (Alocución consistorial Vi ringrazio, Acta Apostolicae Sedis, Typis Polyglottis Vaticanis, Roma, 1911)).
A París sólo le falta una cosa: Lú.
Con muchas saudades, le pide la bendición y le besa con afecto inmenso su hijo respetuoso.
Plinio
Besos, abrazos para las Tías Zilí y Yayá, abrazos a Tatão. Y dígale a Cecilia que le agradezco su postal.
P.

Esa misiva —así como otras que el Dr. Plinio le iba enviando a lo largo de su ausencia— tenían el sabor de un encuentro con su hijo querido. Con sólo leer las palabras iniciales “Manguinha querida de mi corazón”, le parecía verle sentado en el sofá de jacarandá, listo para empezar a conversar con ella. Superfluo es decir que esa relación a distancia no se establecía sólo por medio de cartas. De manera más intensa y profunda, se producía espiritualmente en el Sagrado Corazón de Jesús.
A pesar de que a doña Lucilia le gustase tanto estar junto a su hijo, su desprendimiento le hacía tener aún mayor empeño en que él consiguiese alcanzar los objetivos de su viaje.

S. Paulo, 24-6-1952
¡Hijo querido de mi corazón!
Con cuánta alegría y saudades recibí tu carta… o mejor dicho, ¡recibimos nosotros cuatro tus cartas!, que ¡sólo fueron entregadas el día veintiuno!
Ha llegado hoy la postal que enviaste para Yayá, que se va a quedar muy contenta cuando le sea entregada.
Dora va a pasar un mes en Campos do Jordão y el día siete, más o menos, de agosto, continuará para ahí. Rosée ha venido todos los días e incluso a cenado frecuentemente aquí. Anteayer me llevó a ver el ballet del Marqués de Cuevas, que es, en su género, lo mas bonito que he visto. En las piezas de Inés de Castro, y del prisionero del Cáucaso, me acordé muchísimo de ti. ¡Antonio aún no ha regresado de la finca!… Los pobres propietarios rurales han pasado un mal rato temiendo una helada, pues el frío ha sido intenso, y la temperatura cayó en Santa Catarina a ¡diez bajo cero! Felizmente, gracias a Dios, en Santa Alice (Finca de su yerno, Antonio de Castro Magalhães, en el municipio de Cambará, al norte del Estado de Paraná), todo va bien.
Y tú, querido mío, ¿qué has hecho? Ya lo sabemos… siempre trabajando… y trabajando más… Pero por mi fe, amor, oraciones y comuniones, confío, en los Sagrados Corazones de Jesús y de la Virgen Madre Santísima, y aún en el Divino Espíritu Santo, has de ser muy, muy feliz, podrás recibir la bendición y protección del Santo Papa y volverás feliz para los brazos de la madre que tiene ¡el mejor y más querido hijo del mundo!
Fui hoy, día de San Juan, a comulgar por tus intenciones, a [la iglesia de] Santa Teresita.
¡Cuando pienso en que desde París partirás en avión para Lourdes, Roma, España y yo que sé para dónde más… siempre en avión, me quedo sin respiración!
He interrumpido tantas veces esta carta que incluso ya no tengo mucha noción de lo que he escrito. Una de esas interrupciones fue de Rosée y Maria Alice, que me han llevado a dar una vuelta enorme por Pacaembú, Jardim América, Indianópolis y camino del aeropuerto.
He llegado un poco atontada y cansada.
Te pido hijo querido que escribas con frecuencia. Las que me escribiste desde São Lourenço y desde ahí son leídas todos los días, “para engañar al tiempo”. Me consuela ver que todos los que han venido aquí te echan de menos y hablan con saudades. Acaban de entrar para cenar Yayá y Adolphinho, y Rosée ya estaba, pero faltas tú, hijo mío. Que seas muy feliz, que te diviertas mucho en esa bonita tierra de Lourdes y de Paray-le-Monial. Como se ve, es privilegiada y llena de bendiciones… …y, ¡maravillosa! Aprovecha lo mejor posible y vuelve, Dios lo permita, descansado, fuerte y satisfecho.
Con muchas bendiciones y abrazos, te besa afectuosamente, tu manguinha,
Lucilia
¿Has recibido mi carta?

“El Divino Espíritu Santo estará siempre en ti”

cap13_012Mientras no llegasen las primeras cartas de Europa, doña Lucilia llenaría los intervalos de sus largos períodos de oración con la lectura de las cartas que el Dr. Plinio había dejado antes de viajar. De esta manera se sentía algo de su presencia y se hacía más fácil soportar con resignación las saudades de cuando estaban juntos. Pero para su amor materno esto no bastaba. Quería tomar rápidamente contacto epistolar con su muy amado hijo.

São Paulo – 13-6-952
¡Hijo querido de mi corazón!
¡Que Dios te bendiga por el buen éxito del engaño que me hiciste! Tan sólo el día diez Rosée trajo los telegramas de Dakar y el de París, y estoy en paz a pesar de todo…
En primer lugar di gracias a Dios por lo feliz de la temible travesía, y después, emocionadísima, no podía creer todo lo que tu padre, Rosée y Maria Alice me decían, y ¡me exasperaba la idea de pasar tres largos meses sin verte! Trato, en fin, de consolarme con la certeza de cuán benéfico te será este viaje para tu salud, estudios y observaciones. ¡Qué bueno sería si pudieses pasar unos 20 días en Monte Cattini! (Estación de aguas de Italia). Es la tercera vez que intento escribirte pero he tenido la casa llena, a pedido tuyo, se ve, — y… ¡un beso por todo! Rosée ha venido dos veces por día e incluso ha cenado dos veces aquí, y ha traído todo tipo de pasteles para que no me preocupe con los postres y para gran alegría de la cocinera. Mientras no vuelvas, no tendré gusto en ninguna cosa que haga, sólo busco buenas recetas.
Respecto al “money”… hago igual que la otra vez: lo economizo todo para ti, retirando sólo lo indispensable; de manera que si tienes alguna necesidad basta que me envíes un telegrama.
Una cosa te pido con insistencia: manda decir una Misa y encender una gran vela por Rosée en el altar de Nuestra Señora de Begoña en España, para que aumente su fe, por su salud y por su felicidad. Ella está muy delgada y pálida.
Ayer fui a Misa, comulgué y seguí una parte de la procesión del Santísimo hasta la Catedral. Todo en tu intención… ¡Ay! hijo mío querido… ¡tengo tantas saudades!
Sigo constante en mis letanías y rosarios a mi amadísimo Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen Santísima, a los cuales te confié cuando naciste y tengo fe que el Divino Espíritu Santo estará siempre en ti, pues bien lo mereces, ¡hijo querido! Me despido enviándote mis bendiciones, muchos besos y abrazos afectuosos.
De tu mamá,
Lucilia
Rosée ya te ha escrito.

Cuidados maternos de doña Lucilia

Una mañana muy clara, cuando los rayos del sol bañaban el tocador de doña Lucilia, un objeto brilló más intensamente: el cepillo de plata que tanto le hacía recordar la infancia de su hijo. Las saudades le oprimieron el corazón. Habían pasado diez días desde la última vez que había visto a su queridísimo Pigeon, en aquel mismo lugar.
De repente, alguien toca en la puerta del cuarto:
cap12_059— ¿Quién es? —pregunta doña Lucilia con voz musical.
— Soy Olga. El cartero ha traído unas cartas para usted.
Doña Lucilia hizo que entrase inmediatamente. Quién sabe si no estaba entre ellas la tan esperada misiva de su hijo…
¡Con qué alegría encontró una tarjeta suya proveniente de Madrid! El Dr. Plinio, aprovechando una escala del avión allí, no perdió la oportunidad para enviarle a su madre algunas palabras de cariño.
El afecto hizo que doña Lucilia le escribiese al día siguiente, 18 de junio, una larga carta. Madre siempre vigilante, se apresuró en alertar a su hijo sobre las intenciones de uno de aquellos ex compañeros de lucha, a cuyo respecto, ya algunos años antes, ella le había llamado la atención.

São Paulo, 18-6-952
¡Hijo querido de mi corazón!
Tuvimos el día quince —”gracias a Dios”— excelentes noticias sobre ti por medio de Helena Alves de Lima, quien llamó por teléfono a Rosée. Recibí ayer tu postal de Madrid.
Estoy esperando recibir una larga carta tuya, ¡y bien pormenorizada!…
[ Fulano] apareció con mucha naturalidad en el despacho, preguntando qué habías ido hacer y “ad una voce” (A una sola voz), todos dijeron que, muy fatigado, habías ido a descansar; pidió la dirección… ¡y aún nadie la sabía! Les dijo entonces que vendría a pedírmela, pues tiene algunas cosas para decirte. Se encontró ayer con tu padre y le contó la misma historia, y terminó diciendo que vendría para pedir nuevamente tu dirección.“ Cuidado”…
cap12_001Hoy es el cumpleaños de tu tía Yayá. Ella dijo a los Lindenberg que iría a Santos y se vino a almorzar a casa con su hijo y Rosée, y tiene la intención de cenar con su hija. Hoy está haciendo tanto, tanto frío, que estamos temiéndonos una helada, ¡de la que le pido a Dios y a San Judas Tadeo que nos libren! ¡amen!…
¡Escríbeme y cuéntame todo lo que te sea posible, para amenizar las saudades! ¿Has recibido las cartas que escribimos, Rosée, Zilí, tu padre y yo? Cuando me siento para escribirte, me parece escuchar a nuestros bonitos negritos (Las dos lámparas de porcelana que estaban encima del escritorio del Salón Azul, mencionadas anteriormente) preguntarme: ¿cuándo vuelve Plinio? Rosée se ha portado muy bien y sigue al pie de la letra tus instrucciones. Me llevó junto con Maria Alice a dar un gran paseo de automóvil. También me llevó en automóvil hasta la Plaza del Patriarca para sumarme a la procesión
y, después, mandó que me fuesen a buscar. Me hizo asistir al concierto de Gulda (Friedrich Gulda, pianista, famoso en aquella época), el mayor pianista del momento, que me gustó muchísimo. Ha cenado en casa algunas veces y cuando le es posible, viene dos veces por día, trayendo siempre diversas cosas sabrosas del Gerbaux (Pastelería con mucha reputación en São Paulo).
Respecto a acostarme temprano… piano, pianino (Expresión italiana: “Despacio, despacito”), voy entrando en los ejes.
¿Cómo estás de salud? Si te fuese posible pasar unos quince días en Monte Cattini, para sustituir el famoso São Lourenço, sería muy útil.
Al regresar de un té que había ido a tomar en compañía de María Helena Ramos, Rosée paso por aquí un instante para verme una vez más y enseñarme su lindo vestido de invierno, así como una modernísima y bonita estola de piel. Estaba tan chic, tan elegante, que podría competir con cualquier parisina, ¡cualquiera!
¿Por qué no has llevado tu frac? ¡es tan bonito! y ¿no te hará falta? Necesito saber si te encuentras bien y si te sientes satisfecho. ¿Qué paseos habéis hecho? Saluda de mi parte a tus amigos.
Pienso que deberías buscar a Ouro Preto (Embajador de Brasil en Francia), cuya familia fue tan amiga de la nuestra, e incluso, si no me equivoco, fue este Ouro Preto de quien María Eugenia Celso (Prima hermana de Ouro Preto. Ambos descendían de Afonso Celso de Assís Figueiredo, Vizconde de Ouro Preto, Presidente del Consejo de Ministros cuando fue proclamada la República)  escribió a mamá para que te pidiese una recomendación o carta de presentación, cuando eras diputado.
Bien, querido mío, ¡que el Divino Espíritu Santo te guíe y te inspire, y que el Sagrado Corazón y la Virgen Santísima junto con tu buen ángel de la guarda te bendigan y te protejan!
Con el corazón lleno de saudades, te envío mis bendiciones, muchos abrazos y muchos besos.
De tu vieja manguinha,