Mientras no llegasen las primeras cartas de Europa, doña Lucilia llenaría los intervalos de sus largos períodos de oración con la lectura de las cartas que el Dr. Plinio había dejado antes de viajar. De esta manera se sentía algo de su presencia y se hacía más fácil soportar con resignación las saudades de cuando estaban juntos. Pero para su amor materno esto no bastaba. Quería tomar rápidamente contacto epistolar con su muy amado hijo.
São Paulo – 13-6-952
¡Hijo querido de mi corazón!
¡Que Dios te bendiga por el buen éxito del engaño que me hiciste! Tan sólo el día diez Rosée trajo los telegramas de Dakar y el de París, y estoy en paz a pesar de todo…
En primer lugar di gracias a Dios por lo feliz de la temible travesía, y después, emocionadísima, no podía creer todo lo que tu padre, Rosée y Maria Alice me decían, y ¡me exasperaba la idea de pasar tres largos meses sin verte! Trato, en fin, de consolarme con la certeza de cuán benéfico te será este viaje para tu salud, estudios y observaciones. ¡Qué bueno sería si pudieses pasar unos 20 días en Monte Cattini! (Estación de aguas de Italia). Es la tercera vez que intento escribirte pero he tenido la casa llena, a pedido tuyo, se ve, — y… ¡un beso por todo! Rosée ha venido dos veces por día e incluso ha cenado dos veces aquí, y ha traído todo tipo de pasteles para que no me preocupe con los postres y para gran alegría de la cocinera. Mientras no vuelvas, no tendré gusto en ninguna cosa que haga, sólo busco buenas recetas.
Respecto al “money”… hago igual que la otra vez: lo economizo todo para ti, retirando sólo lo indispensable; de manera que si tienes alguna necesidad basta que me envíes un telegrama.
Una cosa te pido con insistencia: manda decir una Misa y encender una gran vela por Rosée en el altar de Nuestra Señora de Begoña en España, para que aumente su fe, por su salud y por su felicidad. Ella está muy delgada y pálida.
Ayer fui a Misa, comulgué y seguí una parte de la procesión del Santísimo hasta la Catedral. Todo en tu intención… ¡Ay! hijo mío querido… ¡tengo tantas saudades!
Sigo constante en mis letanías y rosarios a mi amadísimo Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen Santísima, a los cuales te confié cuando naciste y tengo fe que el Divino Espíritu Santo estará siempre en ti, pues bien lo mereces, ¡hijo querido! Me despido enviándote mis bendiciones, muchos besos y abrazos afectuosos.
De tu mamá,
Lucilia
Rosée ya te ha escrito.
Cuidados maternos de doña Lucilia
Una mañana muy clara, cuando los rayos del sol bañaban el tocador de doña Lucilia, un objeto brilló más intensamente: el cepillo de plata que tanto le hacía recordar la infancia de su hijo. Las saudades le oprimieron el corazón. Habían pasado diez días desde la última vez que había visto a su queridísimo Pigeon, en aquel mismo lugar.
De repente, alguien toca en la puerta del cuarto:
— ¿Quién es? —pregunta doña Lucilia con voz musical.
— Soy Olga. El cartero ha traído unas cartas para usted.
Doña Lucilia hizo que entrase inmediatamente. Quién sabe si no estaba entre ellas la tan esperada misiva de su hijo…
¡Con qué alegría encontró una tarjeta suya proveniente de Madrid! El Dr. Plinio, aprovechando una escala del avión allí, no perdió la oportunidad para enviarle a su madre algunas palabras de cariño.
El afecto hizo que doña Lucilia le escribiese al día siguiente, 18 de junio, una larga carta. Madre siempre vigilante, se apresuró en alertar a su hijo sobre las intenciones de uno de aquellos ex compañeros de lucha, a cuyo respecto, ya algunos años antes, ella le había llamado la atención.
São Paulo, 18-6-952
¡Hijo querido de mi corazón!
Tuvimos el día quince —”gracias a Dios”— excelentes noticias sobre ti por medio de Helena Alves de Lima, quien llamó por teléfono a Rosée. Recibí ayer tu postal de Madrid.
Estoy esperando recibir una larga carta tuya, ¡y bien pormenorizada!…
[ Fulano] apareció con mucha naturalidad en el despacho, preguntando qué habías ido hacer y “ad una voce” (A una sola voz), todos dijeron que, muy fatigado, habías ido a descansar; pidió la dirección… ¡y aún nadie la sabía! Les dijo entonces que vendría a pedírmela, pues tiene algunas cosas para decirte. Se encontró ayer con tu padre y le contó la misma historia, y terminó diciendo que vendría para pedir nuevamente tu dirección.“ Cuidado”…
Hoy es el cumpleaños de tu tía Yayá. Ella dijo a los Lindenberg que iría a Santos y se vino a almorzar a casa con su hijo y Rosée, y tiene la intención de cenar con su hija. Hoy está haciendo tanto, tanto frío, que estamos temiéndonos una helada, ¡de la que le pido a Dios y a San Judas Tadeo que nos libren! ¡amen!…
¡Escríbeme y cuéntame todo lo que te sea posible, para amenizar las saudades! ¿Has recibido las cartas que escribimos, Rosée, Zilí, tu padre y yo? Cuando me siento para escribirte, me parece escuchar a nuestros bonitos negritos (Las dos lámparas de porcelana que estaban encima del escritorio del Salón Azul, mencionadas anteriormente) preguntarme: ¿cuándo vuelve Plinio? Rosée se ha portado muy bien y sigue al pie de la letra tus instrucciones. Me llevó junto con Maria Alice a dar un gran paseo de automóvil. También me llevó en automóvil hasta la Plaza del Patriarca para sumarme a la procesión
y, después, mandó que me fuesen a buscar. Me hizo asistir al concierto de Gulda (Friedrich Gulda, pianista, famoso en aquella época), el mayor pianista del momento, que me gustó muchísimo. Ha cenado en casa algunas veces y cuando le es posible, viene dos veces por día, trayendo siempre diversas cosas sabrosas del Gerbaux (Pastelería con mucha reputación en São Paulo).
Respecto a acostarme temprano… piano, pianino (Expresión italiana: “Despacio, despacito”), voy entrando en los ejes.
¿Cómo estás de salud? Si te fuese posible pasar unos quince días en Monte Cattini, para sustituir el famoso São Lourenço, sería muy útil.
Al regresar de un té que había ido a tomar en compañía de María Helena Ramos, Rosée paso por aquí un instante para verme una vez más y enseñarme su lindo vestido de invierno, así como una modernísima y bonita estola de piel. Estaba tan chic, tan elegante, que podría competir con cualquier parisina, ¡cualquiera!
¿Por qué no has llevado tu frac? ¡es tan bonito! y ¿no te hará falta? Necesito saber si te encuentras bien y si te sientes satisfecho. ¿Qué paseos habéis hecho? Saluda de mi parte a tus amigos.
Pienso que deberías buscar a Ouro Preto (Embajador de Brasil en Francia), cuya familia fue tan amiga de la nuestra, e incluso, si no me equivoco, fue este Ouro Preto de quien María Eugenia Celso (Prima hermana de Ouro Preto. Ambos descendían de Afonso Celso de Assís Figueiredo, Vizconde de Ouro Preto, Presidente del Consejo de Ministros cuando fue proclamada la República) escribió a mamá para que te pidiese una recomendación o carta de presentación, cuando eras diputado.
Bien, querido mío, ¡que el Divino Espíritu Santo te guíe y te inspire, y que el Sagrado Corazón y la Virgen Santísima junto con tu buen ángel de la guarda te bendigan y te protejan!
Con el corazón lleno de saudades, te envío mis bendiciones, muchos abrazos y muchos besos.
De tu vieja manguinha,
Lú