Noticias de Roma, audiencia con el Santo Padre

Una gran alegría inundó el alma de doña Lucilia al recibir las breves pero cariñosas líneas contenidas en el exiguo espacio de aquella postal, lo que la hizo escribir en seguida a su hijo. Sabía que el punto culminante de la permanencia en Roma iba a ser una audiencia con el Santo Padre y rezaba fervorosamente por esa intención. A través de las noticias recibidas y de piadosas oraciones, seguía en espíritu paso a paso el peregrinar del Dr. Plinio. Por ello, le pide con insistencia que escriba… para no perderle de vista.

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S. Paulo, 31-5-1950
¡Hijo querido de mi corazón!
Estaba decidida a mandarte un telegrama pidiendo noticias, cuando llegó tu postal de Roma. ¡Fue un alivio! Me dijo tu padre, que [un amigo] ha recibido una carta tuya felizmente portadora de buenas noticias, por lo que doy gracias a Dios. ¡¡Pero yo también quiero una!! Como siempre, tal vez más aún, he rezado mucho por ti, querido, sobre todo para que puedas ver al Santo Papa… imagino tu placer, tu gran emoción… no está permitido verlo más de una vez, ¿no? ¿En qué hotel estás y para dónde debo mandar las
cartas ahora? Pienso que muchas de mis innumerables cartas se han perdido.
Rosée ha llegado. Vino con su marido, hija y correspondiente novio. Yo estaba con tantas saudades de ellas, que ¡ni podía creérmelo cuando las tuve en los brazos! Llegaron muy cansadas, porque tuvieron que arreglar veintidós maletas (maletas de avión) con gran parte del ajuar, encargos, etc. Llegaron ayer; fui a esperarlas en su casa a las tres, y allí estuve hasta la noche. Ayer y hoy ha llovido tanto y cayó tanto tanto la temperatura, que no me ha sido posible ir a verlas, pero espero en Dios poder hacerlo mañana.
¡Cuándo llegará tu vez, mi “grandullón” querido! Voy a quedarme ciertamente radiante, contentísima, dar mil veces gracias a Dios por tu llegada. Pero, hijo mío, regresas con tanto pesar de dejar las cosas tan bonitas ya vistas y lo que aún te queda por ver, y vas a tener tantas saudades, que no sé bien si en realidad vas a alegrarte mucho con la vuelta, aun para verme. De veras que estoy con celos de esa vieja Europa, “mucho más vieja que yo”. Ya estoy pensando en la preparación de la feijoada; y de la crema color rosa; pero si llegas tarde, retraso la feijoada para el almuerzo del día siguiente, haciendo entonces para el día de llegada, un cuz-cuz, o vatapá…(Ambos platos típicos de la gastronomía brasileña)¿qué te parece? Muy cansada, envío un afectuoso abrazo a Adolphinho y saludos a tus buenos amigos. Para ti, mi amor, mis bendiciones y mis saudosísimos besos y abrazos. De tu madre extremosa,
Lucilia

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Para tranquilizarla y disminuirle los “celos” de Europa, le escribe su hijo estas palabras cariñosas.

Luzinha queridísima del fondo de mi corazón. (…)
En el Colegio Pío Latino Americano encontré sus cartas, que han redoblado las inmensas saudades que tengo de usted. Cuánto y cuánto me gustaría, mi bien, poder ahora abrazarla y besarla largamente, o al menos verla un poco, por lo menos oír el timbre de su voz diciéndome “filhão queridão”. Pero aún debemos esperar un poco. En todo caso, el final de la separación se va aproximando…
En fin, es muy cierto que tengo una verdadera locura por mi Manguinha querida y que sus besos y cariños son para mí artículo de primera, primerísima necesidad. Por todo esto, considero la perspectiva del regreso con mucho gusto y ya antegozo la feijoada monumental que con certeza Lady Perfection ya está preparando.
He estado ocupadísismo, con visitas tras visitas. Las impresiones generales de Roma usted las tendrá por una carta que escribí ayer a los jóvenes del 6º piso. Aquí, todos han sido muy amables conmigo. El Padre Costa ( P. Castro y Costa, jesuita, antiguo profesor del Dr. Plinio en el Colegio San Luis. Ya vivía en Roma durante la batalla de En Defensa, período en que el Dr. Plinio mantuvo con él correspondencia.) no me deja en paz, tantas son las invitaciones, las amabilidades. He estado hoy en casa del Cardenal Massella (Cardenal Bento Aloisio Massella, ex Nuncio Apostólico en Brasil, que escribió el prefacio del libro En Defensa de la Acción Católica.), que fue cariñosísimo. (…) Contamos con salir de Roma hacia el día 10.
Rece mucho por mí, Luzinha querida y déme su bendición. Mil y mil besos y abrazos del filhão que la respeta y quiere inmensamente.

Eximia conocedora de los anhelos de su hijo y del amor que le profesaba a Europa, en una postal enviada el 4 de junio doña Lucilia procuraba infundirle ánimo y consuelo ante de la perspectiva de tener que abandonar aquellas venerables tierras:

Hijo querido!
Incluso contando los días que faltan para tu vuelta, no dejo de pensar en tu pesar por dejar esta “deliciosa” Europa, objeto de tus sueños y ambiciones. ¡Ánimo!… eres joven y ciertamente repetirás la “tournée”. Bendiciones y abrazos de tu madre extremosa,
Lucilia

Audiencia con el Santo Padre

a-pio-xii-2Doña Lucilia había rezado con confianza al Sagrado Corazón de Jesús para que su hijo lograse tener una audiencia con el Papa. Lo que por fin obtuvo. Al leer la descripción de la misma, su maternal corazón exultó y, a medida que se desarrollaba el relato del Dr. Plinio, ella lo acompañaba en espíritu, meditando las consecuencias del hecho. En acción de gracias, mandó celebrar una Santa Misa. Tal vez ese día no haya hecho caso del consejo del Dr. Plinio de aprovechar sus ausencias para dormir temprano; y permaneció en oración hasta altas horas de la noche, para expresar su reconocimiento por el favor alcanzado. He aquí la misiva de su hijo:

Roma, 13-VI
Mãezinha queridísima del corazón
Querido Papá
Les escribo a la 1,30 de la noche, después de haber tomado apuntes (diarios hablados, diríamos en jerga los del 6º piso) desde las once de la noche hasta ahora. Tengo aún que rezar todas mis oraciones. He tenido un mundo de contactos, tipo Marqués Pallavicini, Príncipe Lancelotti, Príncipe Ruffo, Príncipe Chigi, el Embajador de España ante el Vaticano, etc. Pero lo más formidable fue el Papa. Por favor entreguen esta carta para que la gente del 6º la vea en seguida. Estábamos [un prelado amigo] y yo preparando el largo informe para el Papa, e íbamos a mandar un telegrama ahí pidiendo oraciones, cuando vino —con una rapidez inusitada— la noticia de que el Papa nos recibiría en audiencia especial al día siguiente. Prisas tremendas para dejar terminado el informe, que quedó concluido a ultimísima hora, mecanografiado con el auxilio de Adolphinho. Fuimos [el prelado], yo y un sacerdote cubano, ex-compañero [del primero] que servía de secretario de éste. Atravesamos salones y salones, [el prelado] vestido de gran gala, yo con ropa azul clara (…), el cubano con una capa solemnísima. En el camino, los Suizos y los gendarmes pontificios presentaban armas. Los salones llenos de diplomáticos y de peregrinos. Al final llegamos al salón del Papa. La audiencia fue pedida en nombre [del prelado] y mío. [Él] entró primero y tuvo una conversación de unos 10 minutos, poco más o menos. En seguida entré yo y el Cubano. El Papa fue muy amable conmigo. Cuando le dije que era autor de “En Defensa”, dijo apretándome la mano con afecto: “entonces una bendición especial”.

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Pedí una bendición especial para usted y Papá y tenía intención de pedir por toda la familia, por lo que, traduciendo mal dije “mes parents”, lo que quiere decir propiamente sólo los padres. Pedí también una bendición especial para mis compañeros de trabajo. El Papa concedió todo muy afectuosamente y bendijo los objetos de piedad que le llevé. [El prelado amigo] le dijo al Papa que yo tengo una madre que me quiere locamente y pidió otra bendición para usted ¿Cómo osa [él] mentirle al Papa de esta manera? En cuanto a saber lo que pasó entre el Papa y [el prelado]… me parece que ni yo lo sé. Cuando entré en la sala [el segundo] estaba alegre: el Papa radiante, mucho más alegre aún que [él]. Otros pormenores sólo los podré contar de viva voz. Pero quiero que den esta carta a los del 6º para que la lean pronto. Dígales que sigan rezando mucho. (…) Ahora en cuanto a mi vuelta:
1 – No sé cómo pueden haber pensado que estaría de vuelta el día 10. Sólo podré salir de aquí alrededor del 15 ó 16. Quiero visitar Venecia y después ir a Suiza, donde hay gente con quien hablar. De Suiza, a Francia, donde pretendo tomar el avión para Lourdes y, si es posible, [hacer] una interrupción en Portugal para intentar hablar con la Hermana Lucía, la de Fátima. (…) Para Papá un largo y afectuoso abrazo. Para Mamá millones y millones de besos. A ambos pido la bendición,
Plinio
Mis carísimos del 6º piso
Como veis, esta carta es tanto para vosotros cuanto para Papá y Mamá. Agrego que por deferencia especial de Mons. Montini (Mons. Juan Bautista Montini, futuro Papa Pablo VI, en la época Substituto de la Secretaría de Estado de S. S. Pío XII. Un año antes había firmado la carta de alabanza de Pío XII al polémico libro En Defensa de la Acción Católica.), asistí a la canonización de San Vicente Strambi en la tribuna de los diplomáticos, ¡al lado del embajador y secretario del embajador de Egipto! Sé que os gustaría recibir más noticias sobre la audiencia. Aguardad el relato que os haré verbalmente. Continúa imposible dar pormenores. (…)

Aunque no estuviese segura de que una carta aún pudiese encontrar al Dr. Plinio en París, y a pesar de estar muy ocupada con los preparativos para el matrimonio de su nieta, doña Lucilia no quiso dejar de enviarle a su hijo algunas líneas sobre la audiencia con el Sumo Pontífice:

São Paulo 21-VI-50
¡Hijo querido de mi corazón!
Sigue esta otra, “pour un en cas” (Por si acaso), como dicen los franceses tus amigos, pues me aseguran los del sexto piso y tu padre que al llegar ésta a París ya estarás de regreso, o mejor, en casa. ¿Será posible? Estoy escribiendo con una pluma con la punta torcida y, muy tarde y ya cansada, aún voy a comenzar las oraciones, ¡por quien está tan lejos! ¡No tengo palabras para decirte cuánto me alegró tu visita al Papa! Pedí tanto a Dios para que te diese esta gracia que voy a mandar decir una Misa en acción de gracias por ello y por el buen resultado de tu viaje. ¿Hasta cuándo, querido? Las saudades crecen y son tantas, tantas,… ahora, a la hora de nuestro rosario, andando en el salón… ¡Vuelve pronto! Bendiciones, besos y abrazos de tu madre extremosa,
Lucilia
¡Reza por tu sobrina y por nosotros en Lourdes y Fátima!

En Fátima, el Dr. Plinio rezó efectivamente en el lugar donde Nuestra Señora se había aparecido a los tres pastorcitos, Lucía, Francisco y Jacinta. Una simple capillita, que la Madre del Cielo había mandado construir, recordaba el punto exacto de las apariciones en Cova de Iría.

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¡Cómo me parece largo, largo, este mes de mayo!

Al volver de Alemania, de paso por París, el Dr. Plinio escribe unas rápidas líneas, el 11 de mayo, día de la Ascensión. Sin embargo, la carta sólo llega a São Paulo alrededor del día 24.
Al enterarse del paso de su hijo por Colonia, doña Lucilia debe haber recordado aquellos lejanos días en que con él, niño, había visitado la “capital católica” de Alemania:

Valle del Rin

Valle del Rin

París, Ascensión, 1950.
Luzinha querida de mi corazón.
Ahí va una inmensa cantidad de garabatos —la mayoría destinada ¡hélas! a [otra persona] — para que usted mate las saudades. Tuve necesidad de hacer una rápida inmersión en Alemania, de la cual he regresado archicansado. En el Rin y en Colonia me acordé mucho de que ya la visitamos juntos. ¿Por qué nadie de ahí —ni usted— me escribe? (…) Puede ir comprando el feijão bien negro, mi amor: dentro de dos días iremos a Lourdes, si Dios quiere, y, de allí, a Roma. En fin, se aproxima el día en que estaré en los brazos de Lú! París es algo indecible. No puedo decirle cuánto me gusta.
Gracias a Dios, mis asuntos van bien. Mande esta carta a Rosée, a quien le escribí hace días. Desde Roma le escribiré. Muchos recuerdos a las tías, a Tío Néstor, a toda la familia (…); y a mi pueblo del 6º piso. Para usted, mi bien, millones de besos saudosísimos, todo el cariño y todo el respeto de su Pimbinchen… de 41 años!

Como los granos de un reloj de arena, cada día del mes de mayo va pasando lentamente en el calendario materno. Junio, con la perspectiva del regreso del Dr. Plinio, tal vez pase más de prisa. Por el momento se suceden las cartas portadoras de algo de su presencia, aliviando un poco al menos la pena de la separación. La del 24 de mayo, la responde al día siguiente, enviándole muchas y variadas noticias, a las cuales se mezclan las aprensiones del momento. En aquellos días, la llamada “guerra fría” llenaba con sus fragores las páginas de los diarios. Se hablaba frecuentemente de una posible invasión de Europa Occidental por las tropas rusas y la consecuente implantación del comunismo en los territorios ocupados, así como había ocurrido en los desgraciados países de la parte oriental del Viejo Continente. Teniendo en mente esa posibilidad, dice doña Lucilia en su carta que la Europa “que venga después del Año Santo no será para desear ser vista”, a menos que “nuestra religión católica” sea victoriosa en la lucha contra los rusos invasores. Se nota, por sus palabras, cómo para ella el asunto comunismo-anticomunismo era una guerra religiosa, en la que estaban en juego los más altos intereses de la Santa Iglesia.

Notre Dame de Paris

                                                              Notre Dame de Paris

S. Paulo 25-V-50
¡Hijo querido de mi corazón!
¡Me has dado a entender que has recibido pocas cartas mías! (…) Debes tener cartas mías en Madrid, algunas en el consulado de Lisboa y otras (…) en el Colegio Pío Latino. ¡Pensar que yo haya podido escribirte poco! ¡Mandé también dos al hotel Regina!

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¿Adolphinho ha recibido mi carta? ¿Será posible que hayáis ido a Baviera sin ir a Munich? “München wie schon!” (¡Qué bonita es Munich!), decían los alemanes otrora y ¿cómo estará hoy? ¿Habéis visto a Teresa Neumann? (Mística alemana, entonces de gran renombre). Escribidme en seguida desde Roma, ¡sobre todo después de que hayas visto al Papa! Es muy natural que en Italia ya te sientas (con pesar) cercano del regreso, pero, hijo mío, no te entristezcas, no… Acuérdate, y demos gracias a Dios, de que este poco tiempo, para mi tan largo, ha sido suficiente para darte “un aperçu” (Una visión de conjunto) de lo que fue la Europa antigua, de la [ Edad] Media. Y, la que venga después del Año Santo,… no será para desear ser vista, y podrás, entonces, de un modo u otro, verla más tranquilamente y a gusto, principalmente, si por la misericordia de Dios y la intercesión de la Santísima Virgen, fuesen disipados los malos presagios, y nuestra religión católica, saliese victoriosa.
Me ha gustado mucho la postal con la imagen de Ntra. Sra. de Fátima. ¿Cuándo recibiré una de Lourdes? Este es el mes de María y estoy con la imagen adornada de flores y una vela que, como bien sabes, arreglo en mi cuarto. Y más que nunca, persevero en las letanías y en mi “rosario de coquito” (
Coquito: En Brasil se llama coquinho (se pronuncia coquiño) a un pequeño fruto redondo que dan algunas palmeras, con cuya semilla es frecuente hacer rosarios ),con el que rezo siempre por mi hijo tan querido, hoy tan distante. ¡Cómo me parece largo, largo, este mes de mayo!… en el de junio,si Dios quiere, ya comienzo a esperarte. Quince de junio, me has dicho; ¿no es verdad? Rosée me ha escrito constantemente y pretende llegar el día 29 ó 30. Estoy ansiosa de que lleguen. Tus tías aún no han recibido cartas tuyas. Bien, querido mío, la charla es agradable pero me siento muy cansada, por eso termino. Y para ti, filhão, sólo el corazón lleno de saudades de tu madre extremosa y sus bendiciones,
Lucilia

Los días seguían transcurriendo con lentitud, ora mayor ora menor. Ya próximo el fin de mayo, una auspiciosa postal enviada desde la Ciudad Eterna, que desgraciadamente se había extraviado, interrumpe el silencio epistolar de dos semanas y anuncia que el viaje se acerca a su término.

“Tanto le pido a Dios que vuelvas ya como que puedas quedarte un poco más”

Como don João Paulo asumió el encargo de cuidar del despacho de abogacía del Dr. Plinio durante su ausencia, le escribe varias cartas a ese respecto, sin dejar de relatar en ellas en pocas palabras lo que pasaba en casa. Por una del 11 de marzo podemos medir cuánto le agradaba a doña Lucilia cada noticia recibida de su hijo:

Aquí llegó ayer tu carta del 6; recibida con el mayor de los placeres, especialmente por Lucilia que la ha leído por lo menos tres veces, (…) sigue hoy para Buenos Aires, dirigida a Rosée.
Por aquí, nada de nuevo en lo que nos atañe más de cerca. Lucilia está bien, una vez u otra siente que le aprietan las saudades, pero después vuelve a la normalidad, para lo que concurren sus hermanas, casi siempre de visita para las habituales cenas. No te preocupes por eso y aprovecha Europa de la mejor forma posible.

Dr. Plinio visitando Louvre

Dr. Plinio visitando Louvre

Uno de los alivios de doña Lucilia para sus saudades consistía en escribirle largas cartas al Dr. Plinio. Así, poco después de recibir la primera llegada de París, le envía una respuesta. Bien sabemos todo lo que representaba para ella la cultura francesa. No perdía, pues, ocasión de recomendarle a su hijo que visitase los lugares más interesantes.
Por los consejos que le da, se nota como encaraba una tournée por el viejo continente. Le parecía que un viaje por Europa debía tener el carácter de peregrinación en el sentido más amplio del término, pues todas las maravillas allí existentes eran fruto de la civilización cristiana y había que admirarlas con espíritu religioso, casi se diría que meditarlas. De ese modo, a pesar de que su hijo era ya un hombre maduro, se empeñaba en ayudarle a progresar espiritualmente durante esa estadía, recomendándole correr menos e incluso visitar menor número de lugares históricos, a fin de aprovecharlos mejor.
Por eso le pedía a Dios en sus oraciones que el viaje del Dr. Plinio se prolongase lo más posible, a pesar de que las saudades la llevasen a implorar su pronto regreso.

S. Paulo, 12-V-50
¡Mi querido hijo!
Por las cartas que te he enviado (…) habrás tenido noticias nuestras. Por otra escrita ayer por tu padre, ya debes haber sabido del fallecimiento de doña Nené Paula Leite. Como yo, debes sentir mucho esta muerte, pero para ella fue muy bueno, pues se fue junto a Dios, la Santísima Virgen y su queridísimo hijo José Gustavo.
Se sintió indispuesta el domingo, enferma el lunes, y el martes al amanecer entregó su alma a Dios. Tuve mucha pena de Antony y de sus hermanas; ¡estaban tan abatidos! y un tanto desorientados con la rapidez del hecho.
Estoy ansiosa por ver el retratito que Adolphinho le mandó a su madre, que me lo traerá mañana. ¿No crees que “yo también” voy a recibir uno de mi queridão?

"Estatuas"

                             «Estatuas»

Al ver Versalles ¿no te acordaste un poco del palacio de las “estuatas”? ¿Habéis ido al Trianón y al Petit Trianon? ¡No me hablas de ellos y son tan bonitos y próximos del primero! Te recuerdo también, si tienes tiempo, el museo Grévin, que es interesantísimo. Si no te fuese posible ir al [palacio] de Luxembourg y pasas cerca, aproxímate un poco para que puedas ver, desde la calle, Le penseur, obra prima de Rodin, que está colocado
en el pequeño jardín frente al edificio.
Mandé a Rosée, con promesa formal de devolución tu carta describiendo la maravillosa Sevilla, pero escrita desde París. Felizmente las noticias que mandan son buenas. Antonio ya ha viajado para Argentina el día diez y piensa que vendrán todos el día veinticinco o treinta. Tus tías están quejosas por no haber recibido de tu parte ni siquiera una postal. Les mostré tu última carta, en que me decías que ya les habías escrito. Después de tu partida, ellas han redoblado sus cariños conmigo. Hasta Dora, tan buenecita, que, a pesar del ajetreo que tiene por la casa nueva, se esfuerza lo más posible por serme agradable. ¡Que Dios la bendiga y la haga feliz! Zilí y Néstor nos llevaron el domingo pasado al Automóvil Club para que yo lo conociese antes de ser demolido, y allí cenamos los cuatro, además de Antonio Magalhães. Me gustó mucho todo, pero hablando y acordándome a cada momento de mi querido, que ciertamente, “mil veces gracias al buen Dios y a Nuestra Madre María Santísima”, debería también estar viendo cosas muy bonitas y necesarias bajo todos los puntos de vista.
Me olvidaba decirte que tus dos últimas cartas han llegado con los sobres tan mal pegados, o repegados, que con la punta de la uña las abrí rápidamente.
Escríbeme siempre, hablando un poco más de ti. ¿No estarás cansándote demasiado con el ansia de aprovechar el tiempo para ver lo más posible? Hijo mío, por el amor a Dios, ¡más cuidado con tu salud! De nada sirve verlo todo (aunque sea en mayor número) con estas carreras, con este afán. Es mejor ver menos pero examinar más, anotarlo todo bien, con más provecho y sosiego. ¿Cuándo vais a Lourdes y a Roma? Que Dios os acompañe y seáis muy felices. ¡Si Él no fuese Dios pensaría que estoy loca, pues tanto le pido para que vuelvas ya, como para que puedas quedarte un poco más! Es el fruto de
las muchas saudades.
Mando un abrazo para Adolphinho.
¿Y para ti, hijo querido? Todas mis bendiciones, mi afecto y cariño, abrazos y besos.
De tu mamá muy saudosa y extremosa,
Lucilia

Dr. Plinio en el año 1952

       Dr. Plinio en el año 1952

Antes de un rápido viaje a Alemania, el Dr. Plinio traza unas breves líneas en una postal con una vista de París. Durante las dos semanas siguientes, no llegaría a São Paulo ninguna correspondencia:

Lú, mi querida Manguinha.
¿Cómo decir las saudades que he sentido leyendo sus cartas? Me han dado ganas de volar hasta ahí para un encuentro lleno de besos; y volver, abriendo un paréntesis en esta ausencia tan larga. Me ha gustado inmensamente saber (…) que usted está bien… aunque saudosa a más no poder. Lo que veo aquí es el asombro de los asombros. He venido hoy de Versalles por segunda vez. ¿Ya está preparando la feijoada? Cuando llegue a Roma, puede ir comprando los condimentos.
Millones y millones de abrazos y besos de este filhão que la quiere y respeta indeciblemente y pide su bendición
Plinio

Carta desde París

El deseo de doña Lucilia referente a Fátima fue atendido antes de lo que ella imaginaba. Tal vez ese mismo día 6 de mayo, le llega a las manos, enviada por su hijo, una bonita tarjeta postal con la imagen de Nuestra Señora de Fátima dirigida a ella y a don João Paulo:

cap11_025Lisboa, 30/4/1950
De Fátima, donde he rezado por ambos, envío muchos abrazos, besos, saudades, y pido la bendición.
Plinio
PS. Digan a Tía Zilí que recé por lo que ella pidió.

cap11_024De paso rápidamente por la tierra de Camões, el Dr. Plinio tuvo la oportunidad de observar trazos bien característicos del alma portuguesa, presentes por su remoto origen en el modo de ser de doña Lucilia: la riqueza de afectividad y la dulzura lusas. Por ello, doña Lucilia, si bien nunca hubiese ido a la tierra de sus ancestrales, le tenía un gran amor.

La primera carta recibida desde París trajo a la memoria de doña Lucilia la temporada que había pasado en aquella incomparable ciudad, cuando la Belle Epoque entonaba su “canto de cisne”. Tanto más que el Dr. Plinio hace referencia a algunos lugares adonde su madre lo había llevado cuando pequeño —como por ejemplo el palacio de Versalles—, y que tanto le habían gustado.

Dr. Plinio en Portugal

                                                                        Dr. Plinio en Portugal

París, 6 de mayo de 1950
Luzinha queridísima
Querido Papá
Les escribo una carta desastrosa, porque el teclado [de la máquina de escribir] es diferente del nuestro, especialmente en lo que se refiere a las letras a, m, q. En todo caso, es mejor que nada y puedo ir más deprisa, aprovechando así el tiempo en París.
Les escribí desde España, estuve posteriormente en Portugal, incluso en Fátima, desde donde les escribí postales. En Lisboa, recibí las cartas de ahí. Viajé por todo Portugal en dos días fulminantes, y en seguida fui a París en avión.
Nuestro hotel está a dos pasos del Louvre. Ya he estado en Versalles. He visitado Notre Dame, S. Germain l’Auxerrois, donde fue dada la señal para la masacre de S. Bartolomé, etc. Es inútil y absolutamente imposible decir la impresión que todos estos monumentos causan. Debemos ir mañana a S. Cloud y a Fontainebleau.
Me han gustado enormemente las noticias que Papá me dio sobre los negocios.
En cuanto a recibir mi sueldo, es simplísimo: basta ir a la Secretaría de Hacienda el día 13 y pedir que le paguen. Todas las formalidades están ya cumplidas.
Me gustó inmensamente ver con cuánto sentido común mi Lady Perfection (Apodo cariñoso dado por el Dr. Plinio a su madre, quien gustaba hacer todas las cosas perfectamente) está tomando esta separación. Me estoy muriendo de saudades de nuestras conversaciones. Hay aquí un conjunto de relojes que marcan las diversas horas del mundo entero. Cuando paso por él, pienso siempre en lo que estará haciendo mi Marquesa a esta hora. Y tengo una preocupación no pequeña en lo que se refiere a los horarios de oración.
Estoy absolutamente sin noticias de Rosée y de los suyos. Le mandé un telegrama cuando llegué a Madrid y no he obtenido respuesta. Las cartas de ahí nada me dicen al respecto. Quiero que esta carta sea leída a la gente del 6º piso y enviada después a Buenos Aires.
Tampoco tengo ninguna noticia de la gente del 6º piso. ¿Qué hace esa banda de perezosos?
Sólo he recibido una carta de Tía Zilí, carta muy cariñosa, que respondí hace muchos días. Les he escrito a Tía Yayá, Dora y Telémaco, (…) Antony y a los del 6º piso. Ninguna respuesta: “Voilà qui est beau” (“¡Qué belleza!” Equivale a una queja por la ausencia de correspondencia).
Pienso que aún me quedaré en París una semana, e iré después a Lourdes y a Roma. Cuando llegue a Roma, mamá puede comenzar a preparar la feijoada.
Mil millones de besos y abrazos para mi Manguinha del corazón.
Mil abrazos para Papá. A ambos pido la bendición.
Abrazos también a las tías, Antonio, Dora y Telémaco y a toda la familia.
Para la gente del 6º piso nada, mientras no me respondan.
Del hijo que muchísimo les quiere,
Plinio