Pesadillas y acción preternatural

Hay ciertas pruebas que nos acompañan desde la infancia y que sólo pueden superarse con ayuda sobrenatural.

Elizabete Fátima Talarico Astorino

Quizá no haya nada que sea más difícil para un niño que afrontar el miedo a la oscuridad y los ataques de las pesadillas nocturnas. Esto puede ser algo insignificante para unos, pero para otros se vuelve motivo de gran aprensión. Ése es el caso de Susan Alzamora, de Perú, para quien Dña. Lucilia se convirtió en un luminoso lenitivo.

«Desde muy niña —nos cuenta—, tenía pesadillas y mucho miedo a la oscuridad. Tanto, que había noches en las que me veía obligada a dormir con mis padres y sólo podía conciliar el sueño al sentirme protegida por ellos. Mi madre me enseñó que después de cada pesadilla o sueño desagradable lo primero que tenía que hacer era rezar. A su vez, las palabras de consuelo de mi padre eran: “Tranquila, estamos contigo, no temas”.

»Con el paso de los años, las pesadillas se hacían más intensas, me dejaban inmovilizada, sentía como si algo me aplastara el pecho. Lo único que podía hacer era abrir los ojos, no podía moverme. Le comenté lo que me pasaba a una señora que nos ayudaba en casa y me dijo: “Cuando te suceda eso, grítales e insúltalos; verás como te dejarán en paz”. Hice lo que me sugirió, pero no resultó. Pasaba el tiempo y no mejoraba nada. Me despertaba cansada, agotada y débil.

»Cuando terminé mi carrera universitaria, decidí continuar mis estudios en Lima, donde también tuve la oportunidad de trabajar. Por un momento pensé que el cambio me ayudaría mucho, pero fue igual, las pesadillas continuaron; por cierto, esto se conoce como parálisis del sueño.

»Unos meses más tarde me invitaron a hacer el curso de consagración a la Virgen y me inscribí. En contacto con los Heraldos conocí a Dña. Lucilia, pero en aquella ocasión no pedí su intercesión».

Después de una oración a Dña. Lucilia, el final de las pesadillas

La Providencia tiene sus horas para intervenir y, a menudo, suenan en el momento en que las dificultades alcanzan el auge. Es lo que le sucedió a Susan.

Continúa su narración: «A principios de este año, las pesadillas eran muy seguidas, hasta el punto de que temía la llegada de la noche. Entonces recordé que una señora muy gentil me había regalado una estampa de Dña. Lucilia, con un pétalo de rosa tocada en su tumba. Me la puse en el pecho, diciendo: “Doña Lucilia, madrecita mía, ayúdame a poder descansar, protégeme en mis sueños y defiéndeme de todo mal”.

»En aquel instante sentí la misma paz, la misma protección que sentía cuando de niña mis padres velaban por mí durante el sueño. Entonces pude descansar tranquilamente y desde aquella noche empecé a dormir protegida por la estampa de Dña. Lucilia. Nunca me acuesto sin tener sobre mi pecho su estampa y pedir su protección».

Susan Alzamora con la estampa de Dña. Lucilia que había recibido, reproducida al lado

De esta manera, Dña. Lucilia se convirtió para Susan en alguien que, desde el Cielo, vela por su descanso. ¿Qué buena madre no haría eso por su hijo?

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, febrero 2024)

De sentir antipatía a ser devoto… una intervención singular

Soy devota de Dña. Lucilia, pero mi esposo no compartía mi devoción. Al contrario, cuando la invocaba con una jaculatoria, después de cada misterio del santo rosario, me decía: “¿Quién es esta señora? ¿Por qué le rezas tanto?”. Y se burlaba de mi piedad, hacía bromas o era irónico.

Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

Desde la ciudad de Cuenca, Ecuador, Marisol Espinoza Orellana nos envió el relato de una hermosa intervención de Dña. Lucilia en su familia, con esa suave acción que vence antipatías, derriba las barreras más obstinadas en lo más profundo de los corazones y une a las almas en torno a la llama viva de la fe. Conozcamos lo que nos cuenta:

«Desde hace unos nueve o diez años frecuento las misas y las actividades de los Heraldos del Evangelio en Cuenca, ya que mis hijos en varias ocasiones participaron en su apostolado.

»Soy devota de Dña. Lucilia, pero mi esposo no compartía mi devoción. Al contrario, cuando la invocaba con una jaculatoria, después de cada misterio del santo rosario, me decía: “¿Quién es esta señora? ¿Por qué le rezas tanto?”. Y se burlaba de mi piedad, hacía bromas o era irónico.

»Un día, estaba escuchando en mi habitación el programa de los Heraldos en YouTube, Buenas noches con María, en el que hablaban de un “milagro” obrado por intercesión de Dña. Lucilia para ayudar a una persona con sus necesidades económicas. En ese momento mi marido, que también estaba escuchando, me dice: Hagamos una novena en honor a Dña. Lucilia. Yo no daba crédito a lo que me decía, ya que siempre se burlaba de mi devoción…».

Auxilio rápido y abundante

Narra Marisol: «Empezamos entonces una novena al Sagrado Corazón de Jesús, pidiendo la intercesión de Dña. Lucilia, que era muy devota de Él. Una semana antes, mi esposo había ido al banco a pedir información sobre un préstamo con tarjeta de crédito para el primer año de universidad de nuestra hija. Pero constató que el límite máximo del préstamo era insuficiente para esos gastos. Nos quedamos un poco preocupados.

«Al día siguiente de haber empezado la novena al Sagrado Corazón a través de Dña. Lucilia, volvimos al banco a retirar el préstamo y, contrariamente a lo que nos habían informado la semana anterior, nos dieron mucho más que el mencionado límite máximo. Enseguida mi marido me dice: ¡Increíble el “‘milagro” de Dña. Lucilia!».

Marisol y su esposo sostienen en sus manos algunas de las fotografías de Dña. Lucilia sacadas un mes antes de su muerte

Y finaliza su relato manifestando una enorme gratitud a su bienhechora: «A partir de ahí mi esposo no deja de rezar novenas a Dña. Lucilia y a la Virgen. Termina una y comienza otra… cuando jamás lo había hecho antes. Para mí Dña. Lucilia ya es una santa, pero deseamos que sea reconocida como tal en todo el mundo, para que interceda por todos. Por eso, me apresuro a compartir estos favores que ella nos ha otorgado». 

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, febrero 2024)

Pidió auxilio y fue atendido sin demora

Entonces inicié un constante seguimiento de los vídeos de los Heraldos del Evangelio, y uno de ellos se trató de los “milagros” de Dña. Lucilia.

Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

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A principios de agosto de este año, Efraín Fárez Calle llamó a la puerta de la residencia de los Heraldos del Evangelio de la ciudad de Cuenca (Ecuador) portando una ofrenda de flores en sus manos. En esa ocasión dijo que quería agradecer una gracia recibida por intercesión de Dña. Lucilia y contó cómo ella lo había sacado de una situación embarazosa, conforme nos lo narró más tarde en una carta. Todo empezó de una manera inusual…

«Soy propietario de una floristeríaJunto a mi negocio existe un almacén de ropa, cuyos propietarios utilizan abundantes esencias, polvos y humos sumamente nocivos. Por esta razón busqué en YouTube algo de información sobre estas cosas y encontré un pódcast de los Heraldos del Evangelio acerca del tema de los maleficios, hechicerías y brujería.

»Entonces inicié un constante seguimiento de los vídeos de los Heraldos del Evangelio, y uno de ellos se trató de los “milagros” de Dña. Lucilia. Confiando en la intercesión de esta sierva de Dios, le pedí que me consiguiera vender mi casa con la finalidad de comprar otra a donde trasladarme con mi floristería y así evitar todos los inconvenientes actuales de poquísimas ventas y los estragos que nos ocasionan esos olores, como vértigo, náuseas, dolores de cabeza y pobreza.

»El hecho sorprendente es que por más de quince años he intentado vender la casa, pero a nadie le interesaba; muchísimos la visitaban, pero nunca hacían ninguna oferta.

»Vivamente me consta y le atribuyo el favor a Dña. Lucilia de que a los pocos días de haberla encomendado se presentó una persona interesada en comprar la casa. Se realizó el negocio y hoy en día estamos en los trámites de financiación; espero que todo sea un éxito.

»Queda pendiente otro favor que le sigo pidiendo a Dña. Lucilia: que me ayude a comprar otra casita, donde sea acertado instalar mi florería para ganarnos la bendición del pan de cada día, pagar las deudas y obtener la prosperidad de mi familia».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, diciembre 2023)

¡Doña Lucilia, ten piedad de él!

Afligidos, Rose y Antonio veían que el tiempo pasaba sin ningún signo de mejoría: João seguía con los ojos herméticamente cerrados…

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

En la ciudad de Belo Horizonte (Brasil), Dña. Lucilia socorrió al pequeño João Rafael, un niño de 5 años, hijo de Rose Cristina y Antonio Ferreira Soares.

João Rafael en el hospital con su padre

Cierta noche, le entró en un ojo una mota de polvo. Lo cerró y se quedó dormido. A la mañana siguiente el niño no podía abrir los ojos, ni siquiera con la ayuda de sus padres. Sin comprender lo que le ocurría, lo llevaron al hospital. Tras varias pruebas infructíferas, la médica de guardia decidió esperar dos días para realizar un control más detallado.

Afligidos, Rose y Antonio veían que el tiempo pasaba sin ningún signo de mejoría: João seguía con los ojos herméticamente cerrados, chocándose con los muebles y las paredes de la casa. Su estado empeoraba por el hecho de que padecía autismo y, por tanto, con mayor riesgo de no volver a abrir los ojos nunca más. «Cada día que pasaba, nuestra angustia aumentaba», nos decía Antonio.

El día señalado, llevó nuevamente al pequeño al hospital, a fin de someterlo a un procedimiento con anestesia local, para analizar sus globos oculares. A pesar del dolor que le provocaban las inyecciones, João continuó sin abrir ninguno de los ojos. Una vez finalizado el examen, los médicos confirmaron que no había ninguna anomalía en los globos oculares… Sólo quedaba esperar a que el niño abriera los ojos en algún momento.

Transcurridos unos días más de esta angustiosa perspectiva, Rose y su esposo fueron el domingo a la casa de los Heraldos de Belo Horizonte para asistir a la santa misa. Cuando terminó, le explicaron al sacerdote celebrante la situación en la que se encontraba João Rafael y le pidieron que le diera una bendición. Al bendecirlo, el sacerdote dijo esta breve oración: «¡Doña Lucilia, ten piedad de él! Por favor, no dejes que se quede así. ¡Intercede por él, madre mía!». Y trazó una cruz en la frente del pequeño enfermo.

João Rafael ya totalmente recuperado

Después de la bendición, la familia se marchó. Habiendo andado unos cien metros, Rose avistó unos pajaritos y le dijo a su hijo: «¡João, mira los pajaritos que están cerquita de ti!». Al oír esto, abrió uno de sus ojos. Rose narra emocionada: «¡Lo abrió en ese momento! ¡Fue un “milagro” instantáneo!».

Estaban asombrados, pues nadie se esperaba que la petición fuera atendida de manera tan inmediata. Dos días después, João Rafael logró abrir el otro ojo y todo volvió a la normalidad, sin secuelas.

Cuando Rose le contó al sacerdote la feliz noticia, éste aprovechó la oportunidad para darle un consejo: «¡Ahora, usted, en agradecimiento a Dios, procure ser una gran santa!».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, diciembre 2023)