El ‘tonus’ de la personalidad de Doña Lucilia

Junto a una afectividad toda brasileña, Doña Lucilia tenía el charme (1) francés. Al sentirse envuelto por ese afecto vivo, el Dr. Plinio reconocía la connaturalidad del ambiente de su infancia con el ambiente descrito en el libro de Bécassine.

plinio_doc3b1aluciliaLa formación en la juventud de Doña Lucilia fue hecha en función de Francia como la tierra de la luz, donde las cosas son como deben ser, y de donde emanaba el patrón de pensamiento, elegancia, distinción y de maintien (2) para toda la Tierra. Por esa razón, ella tenía esa noción muy viva a través de libros, de periódicos, de revistas y de la visita hecha a ese país. Mi madre tenía una idea tan exacta de todo aquello, que para ella las historias de Bécassine eran un encanto de pequeñas descripciones de un mundo conocido por ella, en el cual había estado y había sido la luz un poco lejana, pero continua, de toda su formación intelectual y psicológica.

Una señora afrancesada

Podemos tener un poco esa idea viendo la fotografía tomada en París, en la cual ella aparece de pie. Es un tipo físico brasileño, pero el tonus (3) es francés. ¡No solo porque le tomaron la foto en Francia, porque si le tomaran la foto en la Cochinchina, ella sería exactamente así!
Si prestamos atención en un cuadro de Doña Gabriela, mi abuela, notamos que ella no era una marquesa, ¡pero tiene cualquier cosa que hace recordar a Madame de Grand-Air! Doña Lucilia sabía muy bien que su madre no era marquesa, pero miraba a Madame de Grand-Air como una especie de variante parisina de Doña Gabriela.
¡Todo el mundo en el tiempo de ella era así!

Un afecto delicadísimo

becassineComo mi madre tenía ese afrancesamiento del modo de ser, junto a una afectividad toda brasileña, su afecto era delicadísimo, educadísimo, noble y de salón, ¡incluso en la mayor intimidad! Y yo me sentía envuelto por ese afecto vivo, en el cual yo reconocía la connaturalidad con el ambiente del libro de Bécassine.
Digamos, por ejemplo, Madame de Grand-Air llegando al bautismo de Bécassine. ¡Ella tenía para con los Labornez una acogida, que yo sentía multiplicada por mil en la forma de afecto de mi madre hacia mí de niño!
No me puedo olvidar de que ella, cuando habitualmente hablaba conmigo, decía “filhão”(4), aunque yo fuese mucho menor que ella. ¡No sé por qué! Y yo la llamaba “mãezinha”(5).
Pero incluso el “filhão” –que es un modo más íntimo de llamar– era tan ceremonioso y en el tono de voz había inflexiones tan nobles y, al mismo tiempo, tan afectuosas, y entra ban en el corazón de modo tan directo, que yo pensaba: “¡Esto, desde el punto de vista afectivo, es una quintaesencia de lo que está narrado en esa historieta, porque la de Grand Air no quería a esa gente suya como mi madre me quiere!”
Digamos, por ejemplo, regresando de Águas da Prata en tren. Era natural que una gran parte del viaje yo volviera sentado a su lado. ¡Aunque conversando raramente, porque los asuntos se agotan, pero solo para sentirnos juntos! Si en algún momento Doña Lucilia quisiese que yo cogiese una maletica arriba, nunca diría: “Plinio, ¡coge la maleta ahí arriba!”.
Ella diría: “Hijo mío –o entonces, filhão–, ¿quieres coger para tu madre la maleta ahí arriba?”
Yo no estoy logrando expresarme, pero son cosas más o menos inefables, no se narran por entero. Sin embargo, era afrancesado. Mi madre era para mí una versión de la vida del mundo de Madame de Grand-Air, como, a propósito, lo era también, a su modo, mi abuela.

Rasgos de Madame de Grand-Air en Doña Gabriela

capv086Mi abuela, por ejemplo, era quien presidía la mesa. Es natural, era la dueña de la casa. En aquellas familias antiguas de mucha gente, era frecuente haber entre diez a quince personas en la mesa para almorzar y cenar. Ella presidía, y mantenía la conversación de la vida de familia, cuando no discutían temas como religión y ateísmo. En cierto momento –¡era invariable!– mi abuela se levantaba de la comida e iba a una silla mecedora. Algún tiempo después se iba a sus aposentos a hacer la siesta o algo así, la vida de una señora.
Yo todavía me acuerdo de la forma en que mi abuela se levantaba
de la silla. Nos daba la impresión del montaje de un monumento. Cuando ella estaba de pie, el monumento estaba constituido. Solo entonces comenzaba a andar. Ella tenía unos pies minúsculos, era gorda como Madame de Grand-Air y andaba exactamente con aquel paso lento de ese personaje, y desaparecía en sus aposentos dejando a todo el mundo conversando. Sin embargo, su presencia se quedaba, confiriéndole nobleza a todo. Yo miraba la figura de Madame de Grand-Air y me acordaba de mi abuela.

Completando el cuadro con una nota portuguesa

Mi madre trataba a mi abuela con mucho respeto. Por ser su madre, pero también porque veía lo que había de poco común en Doña Gabriela. Además, la trataba con mucha cortesía, con mucho afecto, y todo eso formaba un mundo “grandairoso”, que se mezclaba armónicamente con la influencia portuguesa.
Mi padre, como ya dije otras veces, era pernambucano, de una pequeña ciudad a unas tres o cuatro horas de Recife. En aquel tiempo el polo cultural de Recife no era París, sino Lisboa. Entonces mi padre sabía canciones y poesías portuguesas, había leído bastante de los autores de esa nación, su formación jurídica tenía una nota lusa muy fuerte. Él representaba la nota brasileña y portuguesa que se juntaba a la nota francesa de ellas, formando un todo. Por ejemplo, él era un hombre de carcajadas sonoras, tenía una voz fuerte y de un timbre agradable. Cuando él se reía, su risa cubría la casa. ¡Era una carcajada saludable! Pero cuando trataba a mi madre y a mi abuela era muy respetuoso, muy atento. Y a ellas se les hacían divertidas las “portuguesadas” nordestinas de él. Y ese fue el ambiente peculiar dentro del cual yo me formé, viendo en muchos aspectos la relación con Bécassine.

(Extraído de conferencia del 15/5/1980)

NOTAS
1) En francés: encanto.
2) En francés: porte, compostura.
3) Del latín: tonalidad, tono.
4) En portugués, diminutivo afectuoso de hijo.
5) En portugués, diminutivo afectuoso de mamá.

 

Un paseo por las tiendas de juguetes

Al visitar las tiendas de juguetes con ocasión de la Navidad, sin distinguir con claridad desde el primer instante, dos tendencias se le presentaban al niño Plinio: una, la de gozar la vida; otra, la de cargar la cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Con el paso del tiempo, los hechos se impusieron, comenzó a batallar y pasó a desarrollar una lucha raciocinada contra la Revolución.

En las proximidades de la Navidad, Doña Lucilia nos llevaba a mi hermana y a mí, junto con la Fräulein (1) Matilde, a merendar en la Casa Mappin (2).

Un misterio de la Navidad…
plinio_pequeñoEra un té en el sistema inglés, con tortas, helado –a los niños les gusta el helado superlativamente– y sándwiches con jamón importado. También había una cosa bastante simple que me gusta mucho y era preparada con esmero en el Mappin: pan tosta do con mantequilla, hecho de tal manera que el pan todavía estaba suave, la mantequilla se derritiese toda y penetrase en él, dando un sabor especial al conjunto; y música tocando.
Nosotros nos sentábamos, generalmente, en un lugar desde donde podíamos contemplar la vista al fondo, con las ventanas grandes abiertas, por las cuales entraba un viento fuerte. ¡Y yo era un entusiasta de los ventarrones! Días después de ese té, dábamos una vuelta por las tiendas de juguetes, para que mi hermana y yo escogiésemos los regalos. Ya estábamos grandecitos, sabíamos que no existía Papá Noel. Entonces escogíamos nuestros regalos, pero a pesar de todo, no sé por qué no nos eran dados en ese momento. Doña Lucilia mandaba a comprar los regalos y quedaba acordado que serían entregados en nuestra casa. Hacía parte de los misterios de la Navidad.
Es posible que mi madre los llevase, sin que yo me diera cuenta. Toda la vida fui muy distraído, sobre todo con las personas en quien confío. ¡Y con ella yo tenía océanos de confianza!

Desarrollo de una veta militarista

4ad73155-fe30-4183-b3c6-2d57720b9490Entre las tiendas de juguetes, había una de alemanes llamada “Casa Fuchs” –Fuchs es una palabra alemana que quiere decir zorro–, donde exponían regalos que me dejaban entusiasmado. Como ya iba desarrollándose mucho en mí una veta militarista, los soldaditos de plomo me encantaban.
Pero ellos tenían también cajas con ciertos materiales para “construir casas”. Creo que eran juguetes norteamericanos. Se trataba de una masa con varios colores, con la cual un niño podía imaginar y construir una casa. El olor de esa masa y de las ramas de los pinos, con las cuales los de Fuchs adornaban por dentro la
tienda, me quedaron como dos aromas característicos de Navidad. Esas cosas despertaron en mí un deseo desmedido de gozo de la vida, de llevar una existencia placentera, con dinero, haciendo lo que yo quería, sin ningún sacrificio, sin pecado, pero deliciosa en todo. Y como justamente no entraba allí ningún consentimiento en el pecado, yo creía que todo eso era muy bueno y podía entregarme a aquellos placeres como quisiese. De donde resultaba un deseo de vida lujosa, pero no de un lujo cualquiera; ¡el lujo de un Gran Duque! Bien entendido, en mis proyectos entraban viajes a Europa. Tenía también la idea de viajar a Estados Unidos, pero debo confesar que la Estatua de la Libertad me causaba un horror poco descriptible. Además, yo me hacía una idea de Estados Unidos en cuanto nación protestante, no tenía noción de la existencia de tantos católicos ya en aquel tiempo, por causa de la inmigración  italiana, irlandesa y otra serie de factores.
Ahora bien, cerca de mi casa había una iglesia protestante, y yo soñaba con dar un tiro de cañón y derrumbar la torre de aquel templo herético. Se puede imaginar que nada de eso aumentaba en mí el deseo de ir a Estados Unidos. Excepto dos cosas que siempre me fascinaron: las Cataratas del Niágara y los Grandes Lagos. El resto, mucho menos. ¡De los rascacielos yo sentía una fobia que no hay palabras!

Delante de dos caminos

Así, yo veía abrirse delante de mí dos caminos diferentes, fuera del pecado: uno, el de gozar la vida; otro, cargando la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, sufriendo persecución, siendo detestado, odiado, ignorado, puesto de lado por los otros. Esas dos tendencias no llegué a distinguirlas enseguida. Sin embargo, los hechos se impusieron para mí, porque comenzó la batalla dentro del colegio. Entonces, pasé a desarrollar una lucha raciocinada, política, en aquel ambiente, para disputar un lugar al sol, que el silencio bellaco y el abandono me negaban. Se inició, por lo tanto, una táctica propiamente de un político, con habilidades mayores o menores –no me tengo en cuenta de gran político–, para solo voltear patas arriba la política que se hacía contra mí. Entraba hasta un tanto de guerra psicológica, la cual yo ni siquiera sabía que existía, pero que, palpando, iba percibiendo: tal cosa se hace así, tal otra de esa forma, etc. Entonces, alteré en parte la situación. Pero en esa ocasión tenía contra mí a toda la Revolución y ya había formado el ideal de la Contra-Revolución. ¡Le torcí el cuello a la bruja, no pensé en la vida de Gran Duque, y tomé la cruz de Nuestro Señor Jesucristo!

(Extraído de conferencia del 5/6/1991)

1) En alemán: señorita. Gobernanta del Dr. Plinio.
2) Situada en el centro antiguo de São Paulo

 

Modo de ser de Doña Lucilia

Con base en fotografías, el Dr. Plinio comenta algunos aspectos de Doña Lucilia: el cariño y el afecto hacia su hijo, los cuales lo acompañaron hasta el fin de la vida de ella; la disposición a la piedad y al vuelo de espíritu; la dulzura, la alegría, la vigilancia, la compostura y la suavidad en medio de la lucha y del dolor.

 

Recibí de regalo un álbum de fotografías de mi madre, que abarca las etapas sucesivas de una vida presentada mucho antes de que yo hubiera nacido, y que después se va desarrollando hasta el momento en que soy mostrado en sus brazos, donde hay una sonrisa en la cual reconozco mil otras sonrisas. Existe un cariño y un afecto, en el cual constato el mismo cariño y el mismo afecto que me acompañaron hasta el fin de su vida.

Elevación de alma, piedad, sufrimiento y lucha

sec3b1ora_doc3b1a_lucilia_024.jpgLas fotos registran también la continuación de esa vida. En la que mi madre me sostiene en sus brazos, ella está risueña, alegre. Pero en la de París se encuentra muy preocupada. En todas las fotografías anteriores, desde la primera, está presente el pensamiento; hay elevación de alma, disposición a la piedad, vuelo de espíritu. Pero se salta de repente de la época en que estoy tan pequeño y mi madre aún joven a la edad en la cual ella ya pasó por una gran prueba: la cirugía hecha en Alemania, precedida por una larga fase de enfermedad dolorosísima. En aquel tiempo, no había anestésicos como en nuestros días, de manera que ella sintió dolores lancinantes. Ella me dijo una vez que tenía el deseo de, en la cabina del navío que la llevó a Europa, quedarse de pie en la cama y agarrarse a la pared, tal era el dolor. En determinado momento los padecimientos fueron tales que el capitán del navío llegó a mandar a preparar un ataúd para ella. De repente, todo eso pasa y ella se encuentra en una de esas fases decisivas de la vida espiritual en que la persona ya no es joven, pero tiene fuerza, énfasis. Nada en ella conoce aún las suavidades del crepúsculo. Está en la punta de la vida. En la fotografía siguiente se nota algo que, sin haberse quebrado, alcanzó una zona de tranquilidad indicativa de una vejez que comenzó. Ella está más sonriente, más complaciente, prestando mucha atención a lo que pasa. Me acuerdo perfectamente de lo que se trata: la inauguración de las máquinas del Legionario en el primer piso del predio de la Legión de San Pedro, de la Congregación Mariana de Santa Cecilia. Era un acontecimiento de mucha importancia, con la presencia del Arzobispo Don Duarte, del Obispo de Sorocaba, Don José Carlos Aguirre, y de señoras de la alta sociedad de São Paulo. Doña Lucilia estaba muy complacida con lo que ocurría. Al contrario de la fotografía anterior, en que ella aún se encontraba en la batalla.

El cuerpo cada vez más debilitado, pero el alma volando hacia arriba

cropped-sec3b1ora_doc3b1a_lucilia_034.jpgEn otras ocasiones, se nota que el anochecer comenzó a proyectar sus primeras suavidades. Pero, en el fondo, se percibe que la lucha y el dolor continúan. En la fotografía, por ejemplo, del cierre de una Semana de Estudios, en la Escola Caetano, en la Plaza de la República, la actitud de mi madre es de un cuerpo con menos fuerza, pero la mirada está atenta, y mucho. Y ella permanece vigilante en toda su posición, su compostura, incluso encontrándose entre sus íntimos, pues estaba entre su sobrino y su señora. Probablemente el conferencista era yo. Pero ella estaba atenta, procurando analizar todas las cosas. Inclusive, si fuese para darme un consejo, después ella me lo daría. En otra fotografía, el tiempo ya caminó más y alguna cosa del alma va como distinguiéndose del cuerpo y separándose. El cuerpo está cada vez más affaissé (1), pero el alma está volando hacia arriba. La extrema vejez comporta sonrisas. En esta ocasión, Doña Lucilia estaba jugando con el bisnieto, mostrándose muy interesada en el asunto. El Quadrinho (2) nos dio el último brillo, el último lance de aquel modo de ser, de aquella mirada, de aquella dulzura, de todo aquello que parece haber sido hecho para encantar a mi João (3) y, a través de él, maravillar a todos los que siguieron sus pasos, en el camino seguido por mí. Todo eso no puede dejar de complacerme enormemente. Yo le pido a mi madre, cuya alma no tengo duda de que está en el Cielo, que rece por todos nosotros, a fin de que nos mantenga siempre más unidos, más vueltos hacia Nuestra Señora y caminando hacia aquel punto terminal, que es la bienaventuranza eterna, hacia donde ella nos precedió.

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(Extraído de conferencia del 29/6/1987)

1) Del francés: declinado, debilitado.
2) Cuadro al óleo, que mucho le agradó al Dr. Plinio, pintado por uno de sus discípulos con base en las últimas fotografías de Doña Lucilia.
3) El Dr. Plinio se refiere a Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, su fiel discípulo y  secretario personal durante más de cuatro décadas.

 

La acción de Doña Lucilia desde el Cielo

Desde el Cielo, Doña Lucilia realiza la máxima: “vivir es estar juntos, mirarse y quererse bien”, lanzando una mirada bondadosa sobre el necesitado que recurre a ella, estableciendo con él una relación personal, adoptándolo y resolviendo los impasses que no tendrían solución.

3p177Se acostumbra interpretar de modo equivocado la tendencia a sublimar a los muertos. A propósito, hoy en día lo más frecuente es olvidarlos.

Ciertas almas reciben permiso de la Providencia para revelar a los vivos algo que en vida no mostraron enteramente. Un ejemplo es Santa Teresita, que en el Carmelo era tenida como una persona común, pero después de su muerte se manifestó mucho.

Eso se da con Doña Lucilia también. Su luz primordial marcó de un modo sobrenatural el ambiente doméstico. La noto presente de un modo vivo en todos los ambientes de la casa, pero es en la sala de visitas donde más la siento, aunque no fuese su living. Tal vez por estar allí los muebles de la casa de mi abuela, ese era el ambiente específico de ella.

A pesar de tener una idea muy vaga de la existencia de la Revolución, y de no saber hasta qué punto ella veía el carácter uno del declive del mundo contemporáneo, mi madre era profundamente contrarrevolucionaria.

Ella no se entregaba a discusiones de Historia o de política. Ni se entendería que lo hiciese. No obstante –y aquí está lo que considero la luz primordial de mi madre–, tenía cierto núcleo de la Contra-Revolución, remontando ya hacia otro orden que consiste en estar continuamente con los ojos puestos en lo trascendental y vivir en la contingencia de él desinteresadamente. Todas sus fotos muestran eso.

Estableciendo una relación personal con quien es ayudado

R235-D-LDL-Dona-Lucilia-700x537Experimentar esa presencia es una gracia. Sin embargo, intentar comprender eso antes de recibir una gracia así, de comunicación con ella, es como querer ver un color siendo ciego.

Doña Lucilia establece una relación personal como si estuviese junto a quien ella ayuda. Es la gracia presente en ella que actúa sobre nosotros, manteniendo una proporción con nosotros, y no como quien nos concede algo desde lo alto del fastigio de su gloria. Ella adopta al necesitado, resuelve el impasse y el problema, lanzando una mirada bondadosa sobre aquello que no tendría solución. La persona comprende que algo actúa, y es la mentalidad de ella. De esa manera, en el Cielo ella realiza el “vivir es estar juntos, mirarse y quererse bien”.

En la auténtica devoción a María Santísima hay algo de eso, llevado casi hasta el infinito. Quien no recibió una gracia así, de modo a sentir a Nuestra Señora, no inició aún la verdadera devoción.

La gracia que recibí en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, junto a la imagen de María Auxiliadora, fue así. Desde entonces nunca más vi una imagen de Nuestra Señora sin sentir eso. Aunque fuese una puntita, ¡pero es una puntita que habla enormemente!NSra_Auxiliadora_IgrejaSCoracao_005-1-e1650497470325-700x568

La transmisión de esa gracia de Doña Lucilia es como algo que viene de afuera hacia el fondo del alma. En el discernimiento de su acción hay algo fundamentalmente semejante a discernir la acción de María Santísima. El alma de mi madre recibía esa comunicación viendo la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y de Nuestra Señora que quedaban en su cuarto. Especialmente la gracia de equilibrio temperamental, yo sentía que ella la recibía a través de las imágenes.

Lente de aumento para comprender al Sagrado Corazón de Jesús

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Imagen del Sagrado Corazón ofrecida a Doña Lucilia por su padre

La imagen del Sagrado Corazón de Jesús que estaba en el oratorio del cuarto de mi madre tenía una mezcla de severidad, de dignidad, un fondo de tristeza, mucha dulzura y afabilidad.

Muchas veces, entrando en su cuarto, incluso sin estar ella rezando, inmediatamente sentía la afinidad de ella con el Sagrado Corazón de Jesús. Ella hacía para mí el papel de lente de aumento para que yo pudiese entender enteramente al Sagrado Corazón de Jesús. Y no sé si yo habría comprendido la imagen, si no hubiese sido por mi madre.

Por eso en el Quadrinho1 se nota, a pesar de la pobre vida física, la pujante vida espiritual. En ella de joven se nota pujanza y afirmación, ¡pero con una afirmación del alma tan por encima de las virtudes físicas! Es raro ver eso: una vitalidad física que no empaña la vitalidad del alma. Sin embargo, mirando después su Quadrinho –ella ya anciana–, se puede perfectamente decir: es una persona formada en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Más aún: ¡el Quadrinho muestra a la persona inmediatamente después de haber rezado delante de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús!

«El Sagrado Corazón de Jesús, Nuestra Señora y mi madre forman un todo par mí»

La imagen de Nuestra Señora, también perteneciente a mi madre, tiene una dulzura conexa con la del Sagrado Corazón de Jesús. De ella fluye un mundo de misericordia para el alma buena. Con la Santísima Virgen es así: el pecador descalificado no se siente desanimado. Su imagen da amparo al pecador descalificado. No sucede lo mismo con el Sagrado Corazón de Jesús. Pues Él es Padre, pero también es Juez. Tenía entonces que existir la Virgen, que solo perdonase y no juzgase. Hay un tenor enorme de santidad extraordinaria que se desprende de la mirada del Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo, no da coraje de rezarle el Memorare2. ¡El Memorare tiene que ser para su Madre! Ella es accesible, tiene contacto personal con el pecador… Ella establece una proporción entre Nuestro Señor Jesucristo y yo. Para mí, el Sagrado Corazón de Jesús, Nuestra Señora y mi madre forman un todo.

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(Extraído de conferencia del 7/5/1977)

1Cuadro al óleo que le agradó mucho al Dr. Plinio, pintado por uno de sus discípulos, con base en las últimas fotografías de Doña Lucilia.

2Del latín: Acordaos. El Dr. Plinio se refiere a la oración compuesta por San Bernardo.