Una ayuda financiera…

Entonces empecé a rezarle a Dña. Lucilia y en eso cayó en mis manos un artículo que narraba el caso de una mujer que también se quedó sin trabajo y que le pidió ayuda y enseguida…

Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

Esto se constata cuando leemos el testimonio enviado por Patricia Gamarra, de Paraguay, en el que narra cómo Dña. Lucilia la ayudó en un grave aprieto financiero.

Cuenta ella: «Mi madre y yo estábamos pasando por una situación económica muy difícil. Además de haberme quedado sin trabajo, no me habían pagado un servicio anterior de todo un mes. Así que todas mis cuentas estaban un mes atrasadas.

»Entonces empecé a rezarle a Dña. Lucilia y en eso cayó en mis manos un artículo que narraba el caso de una mujer que también se quedó sin trabajo y que le pidió ayuda y enseguida milagrosamente apareció depositada en su cuenta bancaria la cantidad que necesitaba. Esto me llenó de confianza y me dije: “Bueno, pues se lo voy a pedir a ella… No creo que me pase lo mismo, pero sé que me va a ayudar de alguna forma, aunque sea dándome fuerzas para trabajar y oportunidades de trabajo”».

No obstante, Dios quería de Patricia una oración persistente: a cada momento que pasaba, todo iba de mal en peor. Un día, después de hacer una lista exacta —y voluminosa…— de cuánto le faltaba por pagar, exclamó llena de confianza: «Doña Lucilia, auxilio, ¡por favor!».

Al día siguiente recibió una llamada de su hermano, que le dijo: «Mamá me ha contado por lo que estáis pasando. He recibido algo de dinero y te voy a regalar cinco millones de guaraníes».

Patricia Gamarra con una réplica del «Quadrinho» de Dña. Lucilia

Patricia se quedó asombrada, ¡pues era exactamente la cantidad que necesitaba para saldar las cuentas atrasadas! E inmediatamente percibió que se trataba de una intervención de Dña. Lucilia, que movió a su hermano a un inusual acto de generosidad: «Le pedí tanto a Dña. Lucilia que me ayudara, y me ayudó».

… y una lección de fe

Sin embargo, no se limitó a eso la intercesión de tan bondadosa madre. Patriciade casi no tener trabajo, comenzó a recibir tantas solicitudes que ahora le faltaba tiempo para atenderlas todas.

Además, necesitaba recibir el importe correspondiente a un mes de trabajo realizado por ella, que no le había sido pagado. Le escribió al deudor varias cartas de cobro, sin obtener respuesta alguna. Durante dos meses le había pedido insistentemente a Dios: «Por ​​favor, Señor, ¡que me paguen! ¡Por favor!». Pero no recibió respuesta ni de lo alto ni del deudor…

Entonces empezó a rezarle a Dña. Lucilia con más empeño, en esa intención. Pero se sintió llevada a hacer un acto de desapego y de confianza: «Señor, lo pongo en tus manos. Que se haga tu voluntad, y yo dejo esto de lado». Sólo en ese momento fue cuando recibió el pago.

Ese acto de abandono a la voluntad de Dios, Patricia lo atribuye a la intervención de su celestial protectora: «Creo que ella, por así decirlo, fue actuando en mi corazón para que yo rezara de esa forma. No sólo me consiguió el dinero que necesitaba, sino que también me dio la gracia de cambiar de actitud, de dejarlo todo en las manos de Dios realmente y confiar muchísimo más. Y estoy muy agradecida».

Así, el auxilio de Dña. Lucilia le dio una valiosa lección de fe a Patricia: cuando nos desapegamos de los bienes materiales y ponemos nuestra confianza únicamente en Dios, el resto viene por añadidura (cf. Lc 12, 31).

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, mayo 2024)

Doña Lucilia realmente nunca nos desampara

Se acordó de la devoción que su fallecido esposo le tenía a Dña. Lucilia. «Le pedí a ella que intercediera ante el Sagrado Corazón de Jesús.

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

Emocionante es también el testimonio enviado por Renilda Ferreira Bezerra Oliverio dos Santos, que fue socorrida bondadosamente por Dña. Lucilia cuando necesidades financieras la llevaron a una gran aflicción.

Renilda Ferreira con la biografía de Dña. Lucilia escrita por el fundador de los Heraldos, Mons. João Scognamiglio Clá Dias

Tras el fallecimiento de su esposo en 2019, Renilda se mudó de Recife a São Paulo, buscando una educación mejor para sus cuatro hijos. Sin embargo, en tierras paulistas la familia tuvo que enfrentar varias pruebas y desafíos. Para empeorar todavía más su difícil situación, recibió de la arrendataria de su vivienda de Recife el aviso de que ese mes no podría depositar el día convenido el importe del alquiler. Ahora bien, ese dinero era indispensable para su sustento.

En esta angustiante coyuntura, se acordó de la devoción que su fallecido esposo le tenía a Dña. Lucilia. «Le pedí a ella que intercediera ante el Sagrado Corazón de Jesús, para que a fin de mes la Providencia me enviara los recursos necesarios para la subsistencia de mi familia. Imploré, imploré sin parar».

Y el resultado de tanta súplica no se hizo esperar: le llegó de Recife una notificación bancaria de que se encontraba a su disposición una cantidad relacionada con un procedimiento judicial cuya decisión le había sido favorable.

Extremadamente consolada, Renilda se dirigió a una sucursal bancaria para retirar el dinero. «El importe fue suficiente para pagar algunas cuentas atrasadas y cubrir los gastos esenciales, lo cual sólo fue posible gracias a la bondad inmensa de Dña. Lucilia, que socorre a todos sus hijos espirituales, bastando acudir a ella con fe y devoción. Doña Lucilia realmente nunca nos desampara. Que las oraciones de sus hijos continúen siendo realizadas en agradecimiento por su benevolencia maternal, y en la intención de que sea elevada cuanto antes a la gloria de los altares entre los santos reconocidos oficialmente por la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, agosto 2023)

Desempleado, pero no abandonado

Por una feliz coincidencia, la convocatoria estaba prevista para el día 21 de abril, fecha de la partida de Dña. Lucilia al Cielo. 

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

Tarcisio Mattos, cooperador de los Heraldos del Evangelio de Río de Janeiro, fue escuchado prontamente en un momento de dificultad por el que pasó hace cierto tiempo.

Tarcisio Mattos con la biografía de Dña. Lucilia escrita por el fundador de los Heraldos, Mons. João Scognamiglio Clá Dias

Padre de familia y desempleado, se inscribió en unas oposiciones para el cargo de ingeniero en el Ayuntamiento de San Bernardo del Campo, Brasil. Sin embargo, sabía muy bien cuán exiguas eran las posibilidades de salir vencedor en una disputa con muchos otros candidatos cualificados.

Por una feliz coincidencia, la convocatoria estaba prevista para el día 21 de abril, fecha de la partida de Dña. Lucilia al Cielo. «Entonces, antes del examen le pedí que me ayudara, ya que me encontraba en una difícil situación. Días después recibí la comunicación de que había obtenido el primer puesto entre sesenta candidatos».

Muy agradecido, añade Tarcisio: «Mi devoción a Dña. Lucilia viene de lejos, pues era yo discípulo del Dr. Plinio y tenía noción de que Dios la había puesto como madre de nuestra “familia espiritual”, de modo que estaba seguro de que ella me ayudaría, de una forma u otra. De hecho, en el Evangelio leemos que Dios siempre nos exige la fe. No tengo ninguna duda de que los efectos de su intercesión continúan en mi vida».

Tiempo después, compuso una música en honor de Dña. Lucilia en señal de agradecimiento. 

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, agosto 2023)

Maternal e inefable auxilio

Elizabete Fátima Talarico Astorino

Fotografía de los víveres, dinero en efectivo y medallas
recibidos por Andréia Magalhães

Es lo que nos confirma Andréia Magalhães, de Curitiba (Brasil), impresionada por el inesperado socorro prestado a su familia cuando estaba pasando por un período de apuros económicos.

Trabajaba como autónoma, pero ya no estaba logrando percibir lo suficiente para soportar los gastos de la casa durante la pandemia. Tenía que pagar el alquiler del mes y aún le faltaba la mitad de su valor… Angustiada, sin saber qué hacer, escucha que llaman al timbre:

«Solamente tenía 400 reales para el alquiler y estaba desesperada, porque el contrato dependía de la inmobiliaria. Era miércoles, un joven de Uber se presenta en casa para dejarnos unos paquetes. Nos quedamos sorprendidos porque no sabíamos quién nos los enviaba. Eran cajas y cajas de alimentos».

Andréia trató de averiguar el remitente de ese generoso encargo, pero el chófer que había hecho la entrega se limitó a decirles que lo enviaban del centro de Curitiba y que ya estaba todo pagado.

Asombrada, empezó a revisar su contenido: «En fin que cuando abrimos había bastantes compras, hasta cartones de leche, galletas… y entonces pensé: “¡Caramba!, quien ha mandado esto sabe que hay una niña en casa”. Pero es que además venía un sobre con R$ 475,00 y cuatro medallas de la Virgen. Quien nos envía estas cosas conocía que éramos cuatro los que vivíamos en casa por entonces. Y esa cantidad de dinero era exactamente lo que faltaba para completar el alquiler. Nos quedamos muy contentos por lo ocurrido y al mismo tiempo abismados».

Melanie Magalhães con su madre, Andréia

Poco después Andréia pudo entender a quién le debía aquel inesperado y gratuito acto de generosidad:

«Unos días más tarde recibimos la visita de dos hermanas de los Heraldos. Mientras conversábamos, Melanie, mi hija, contó que le había pedido a Dña. Lucilia que nos ayudara, pues estábamos pasando dificultades».

Ahí estaba la respuesta a la incógnita que desde hacía días Andréia intentaba descifrar: su bienhechora se encontraba más cerca de lo que imaginaba, amparando y protegiendo a su familia a través de la súplica de su hija pequeña. Aquella misteriosa encomienda sí que tenía un remitente: el maternal e infalible auxilio de Dña. Lucilia».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, enero 2021)