Ya en la ancianidad, casi con 92 años, doña Lucilia todavía guardará vivos algunos
gratos recuerdos de varios pequeños episodios ocurridos con ocasión de
su estadía en el doux pays ( “Dulce país”. Expresión con la cual los franceses designaban a su propia nación).
Teatro de marionetas en el Rond Point
Estando en el hotel, en París… Como usted sabe, no podía moverme con facilidad, pues todavía sufría los efectos de la operación a la que me había sometido en Alemania. Por eso no salía todos los días y dejaba a los niños con la institutriz, que los llevaba al Rond Point (Plaza ajardinada en forma circular, cortada por varias arterias, de las cuales la más importante es la Avenida de los Campos Elíseos).
Un día, volviendo de ese paseo, la fräulein (Se pronuncia fróilain y significa “señorita” en alemán. En el Brasil de aquel tiempo se utilizaba la palabra como sinónimo de institutriz de niños, cuando el origen de ésta era alemán) me dijo que Plinio estaba causando sensación entre los asistentes de un pequeño teatro de marionetas. Discutía con los muñecos, interpelaba a un “cocodrilo”… y me quedé preocupada. ¿Qué estaría ocurriendo?
Al día siguiente me desperté con mejor disposición. Decidí acompañar yo misma a los niños sin decir el motivo ni siquiera a la institutriz, para no dejarla aprensiva.
Llegamos y compramos las entradas. El lugar, cercado por unas cuerdas, era al aire libre. Los niños, todos muy bien arreglados, estaban acompañados por familiares o por institutrices.
Hasta el momento de empezar el teatro mis dos pequeños se estaban portando bien, sentados en la platea. Cuando se inició la pieza, ¡usted no se imagina! Plinio, lleno de indignación contra un “cocodrilo” que quería devorar a un “sacerdote”, se puso de pie y empezó a discutir con él. Se trataba de un muñequito, con forma de cocodrilo, que discutía con otro, que representaba a un sacerdote, alegando que tenía derecho a devorarlo. Daba como razones argumentos injustos, anticlericales, y el “sacerdote” contra argumentaba intentando defenderse.
El dueño de las marionetas —proseguía doña Lucilia— viendo que eso llamaba mucho la atención de todos los presentes, aprovechó la circunstancia para que el cocodrilo levantara la voz y se volviera hacia Plinio discutiendo directamente con él.
Entonces, más indignado todavía, se subió en el asiento y, desde allí, con el dedito en ristre, lo movía (ella imitaba el gesto de negación) y le decía al “cocodrilo” que no
era verdad:
— Ce n’est pas vrai, ce n’est pas vrai!
Ella contaba esto con una voz extraordinaria.
La escena duraba más tiempo, y Plinio, durante toda la representación, hacíaparte del espectáculo. El teatro quedaba constituido de esta manera no sólo por las marionetas, sino también por un vivo e inteligente niño brasileño que ya a esa edad se expresaba muy bien en francés.
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