¡Doña Lucilia, ten piedad de él!

Afligidos, Rose y Antonio veían que el tiempo pasaba sin ningún signo de mejoría: João seguía con los ojos herméticamente cerrados…

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

En la ciudad de Belo Horizonte (Brasil), Dña. Lucilia socorrió al pequeño João Rafael, un niño de 5 años, hijo de Rose Cristina y Antonio Ferreira Soares.

João Rafael en el hospital con su padre

Cierta noche, le entró en un ojo una mota de polvo. Lo cerró y se quedó dormido. A la mañana siguiente el niño no podía abrir los ojos, ni siquiera con la ayuda de sus padres. Sin comprender lo que le ocurría, lo llevaron al hospital. Tras varias pruebas infructíferas, la médica de guardia decidió esperar dos días para realizar un control más detallado.

Afligidos, Rose y Antonio veían que el tiempo pasaba sin ningún signo de mejoría: João seguía con los ojos herméticamente cerrados, chocándose con los muebles y las paredes de la casa. Su estado empeoraba por el hecho de que padecía autismo y, por tanto, con mayor riesgo de no volver a abrir los ojos nunca más. «Cada día que pasaba, nuestra angustia aumentaba», nos decía Antonio.

El día señalado, llevó nuevamente al pequeño al hospital, a fin de someterlo a un procedimiento con anestesia local, para analizar sus globos oculares. A pesar del dolor que le provocaban las inyecciones, João continuó sin abrir ninguno de los ojos. Una vez finalizado el examen, los médicos confirmaron que no había ninguna anomalía en los globos oculares… Sólo quedaba esperar a que el niño abriera los ojos en algún momento.

Transcurridos unos días más de esta angustiosa perspectiva, Rose y su esposo fueron el domingo a la casa de los Heraldos de Belo Horizonte para asistir a la santa misa. Cuando terminó, le explicaron al sacerdote celebrante la situación en la que se encontraba João Rafael y le pidieron que le diera una bendición. Al bendecirlo, el sacerdote dijo esta breve oración: «¡Doña Lucilia, ten piedad de él! Por favor, no dejes que se quede así. ¡Intercede por él, madre mía!». Y trazó una cruz en la frente del pequeño enfermo.

João Rafael ya totalmente recuperado

Después de la bendición, la familia se marchó. Habiendo andado unos cien metros, Rose avistó unos pajaritos y le dijo a su hijo: «¡João, mira los pajaritos que están cerquita de ti!». Al oír esto, abrió uno de sus ojos. Rose narra emocionada: «¡Lo abrió en ese momento! ¡Fue un “milagro” instantáneo!».

Estaban asombrados, pues nadie se esperaba que la petición fuera atendida de manera tan inmediata. Dos días después, João Rafael logró abrir el otro ojo y todo volvió a la normalidad, sin secuelas.

Cuando Rose le contó al sacerdote la feliz noticia, éste aprovechó la oportunidad para darle un consejo: «¡Ahora, usted, en agradecimiento a Dios, procure ser una gran santa!».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, diciembre 2023)

Detección de un cáncer linfático

Sr. Jaison Jeferson Küster, junto a um quadro de Dona Lucilia - Foto: Reprodução

Sr. Jaison Jeferson Küster, junto a un cuadro de Dona Lucilia

Jaison Jeferson Küster, miembro de los Heraldos del Evangelio, también nos cuenta cuán grande es su gratitud para con Dña. Lucilia, principalmente tras haber sido objeto de su intercesión ante Dios.

Desde hace tiempo, nos dice, le diagnosticaron un cáncer linfático en su fase más avanzada. El número de tumores era espantoso: quince, todos malignos y ya estaba en la última etapa. Los hematólogos calcularon doce sesiones de quimioterapia y otras quince de radioterapia, para intentar salvar la vida del paciente.

Consciente del grave estado de salud en que se encontraba, Jaison resolvió recurrir a Dña. Lucilia. Al comienzo del tratamiento se dirigió a su tumba en el cementerio de la Consolación, situado en São Paulo. Tras un momento de bendecida y reconfortante oración, se le ocurrió coger algunas de las rosas que adornan la tumba para hacer un té con los pétalos, como peculiar método de confiar su curación a quien consideraba, a justo título, como madre espiritual.

Un «remedio» diferente

Sabía muy bien que no podía encontrar en un simple té de pétalos de rosas los elementos medicinales para la curación de cualquier enfermedad, mucho menos quince tumores cancerígenos en su fase más avanzada. Sin embargo, tenía fe de que por aquel sencillo gesto practicado a la manera de una novena —pues lo estuvo tomando durante nueve días—, obtendría de Dios, por la intercesión Dña. Lucilia, la anhelada curación.

Después del primer ciclo de quimioterapia, el hematólogo responsable por el caso le pidió que se hiciera una nueva prueba PET CT SCAN, a fin de valorar los efectos del tratamiento. Al analizar los resultados, el médico no se lo podía creer: en tan sólo dos meses de tratamiento, ¡Jaison se había curado completamente de los quince tumores malignos!

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A veces Dios nos envía determinadas pruebas, enfermedades y adversidades para enseñarnos a mirar al Cielo, pedir la ayuda de los bienaventurados que allí gozan de la visión beatífica y esperar el auxilio que, según sus sapienciales designios, descenderá hasta nosotros.

Así, habiendo tomado conocimiento de esos milagrosos favores que Dña. Lucilia con tanta bondad viene alcanzándoles a los que recurren a ella, tengamos también nosotros la certeza de que, por muy insoluble que pueda parecer nuestra situación, con su ayuda llegaremos al puerto seguro de la salvación.

Elizabete Fátima Talarico Astorino

Fuente: Revista Heraldos del Evangelio Marzo 2022