Superando sucesivos obstáculos

Nada más nacer, Ana Lucilia sufrió un paro cardíaco, lo que le llevó al médico a realizarle la reanimación cardiopulmonar sin demora. Como ya predijeron, sus pulmones estaban muy debilitados e hizo falta intubarla inmediatamente. 

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

Ana Lucilia en el auge de las complicaciones médicas

La solicitud de esta entrañable señora se manifestó recientemente en la familia de Nathalie Rojas Maceo, residente en Santo Domingo (República Dominicana). Tras sufrir varias complicaciones durante el nacimiento de su segundo hijo, Nathalie tuvo que enfrentarse una vez más a diversas dificultades en la gestación de Ana Lucilia, la tercera hija del matrimonio.

Nos cuenta que en los primeros cinco meses de embarazo «el líquido amniótico no aumentaba, sino que se reducía». En consecuencia, los médicos le recomendaron reposo absoluto y le recetaron numerosos medicamentos de uso diario. Además, tendría que ir a la consulta semanalmente. Si el tratamiento no surtiera el efecto deseado, habría que practicar el parto por cesárea y la probabilidad de que el bebé sobreviviera era casi nula.

Ana Lucilia poco antes de recibir el alta hospitalaria

Como la familia ya había experimentado la valiosa intercesión de Dña. Lucilia en el caso de su segundo hijo, Nathalie no dudó en recurrir nuevamente a esta buena madre, con la plena confianza de que acudiría en su auxilio en una situación tan deprimente. Y eso es lo que ocurrió: diez días después el embarazo se estabilizó.

No obstante, en el octavo mes de gestación, empezó a tener contracciones con una frecuencia peligrosamente anormal, lo que la obligó a dirigirse al centro de Urgencias. Después de analizar su caso, la médica que la atendió le comunicó que era preciso hacerle la cesárea. Le explicó que la niña nacería prematuramente, con los pulmones no desarrollados completamente, y por eso mismo necesitaría quedarse unos días en la unidad de cuidados intensivos.

Señor, que se haga tu santa voluntad

Nada más nacer, Ana Lucilia sufrió un paro cardíaco, lo que le llevó al médico a realizarle la reanimación cardiopulmonar sin demora. Como ya predijeron, sus pulmones estaban muy debilitados e hizo falta intubarla inmediatamente. La madre contaba que aquel día, incluso sin entender por qué Dios permitía tanto sufrimiento para la familia, tanto ella como su esposo se sentían fortalecidos y confiados en el poder de la oración.

Al día siguiente, el pediatra les comunica a los padres que la niña había desarrollado hipertensión pulmonar y era preciso aumentar la dosis de oxígeno. Mientras les explicaba la delicada situación de la niña, se fijó que la madre llevaba un rosario en las manos; entonces sacó de su bolsillo un rosario y les dijo: «Estamos en lo mismo, rezando por ella». En ese momento, Nathalie sintió que el Señor le mandaba a las personas más indicadas para cuidar de la pequeña Ana. Se acordó una vez más de la enorme eficacia de la oración, sin olvidarse de pedir la intercesión de Dña. Lucilia.

En el tercer día, se produjo un empeoramiento del cuadro de hipertensión y le descubrieron una peligrosa bacteria en su organismo. Fue necesario aumentarle la cantidad de oxígeno, lo que provocó la perforación de uno de sus pulmones. Además, le informaron que tendría que recibir una transfusión de sangre.

Ante esta situación, los padres decidieron tomar la más importante y urgente providencia: pedirle a un sacerdote que bautizara a la niña. Así, incluso en medio de tantas angustias, Ana Lucilia tuvo la gracia de convertirse en hija de Dios.

Sin embargo, el matrimonio tenía la impresión de que estaban ante un drama interminable, porque al cuarto día de hospitalización su hijita tuvo otra crisis que exigió nuevo proceso de reanimación, en esta ocasión mediante una bomba manual, pues los pulmones no soportaban los ventiladores. Encima, se le perforó el otro pulmón. Y como no podía alimentarse de leche materna, empezó a recibir nutrición especial intravenosa.

Nathalie Rojas Maceo en casa, con su hija

Aun manifestando admiración por la notable resistencia de la niña, el médico se sintió en la obligación de decirle a los padres que clínicamente ya no había nada más qué hacer; solamente cabía rezar y esperar un milagro. Les autorizó que la visitaran varias veces al día, dándoles a entender que la criaturita podría morir en cualquier momento. En esta trágica situación, adoptaron la postura de verdaderos cristianos: «Señor, que se haga tu santa voluntad». Comenzaron entonces a rezar con más insistencia rogando la intervención divina.

Y no tardaron en ser atendidos, como nos lo relata Nathalie: «Al quinto día, el pediatra nos llama por la mañana temprano para informarnos de que la coloración de la bebé había mejorado y tenía menor necesidad de oxígeno. ¡Qué alegría tan grande para nosotros! Era la primera buena noticia desde su nacimiento».

A partir de ahí, cada jornada registraba una nueva mejoría en su cuadro clínico, hasta que, en el décimo día, la niña ya respiraba normalmente. La ginecóloga, asombrada al constatar el feliz desenlace del caso, pues pensaba que no iba a sobrevivir, le dijo: «Ha sido todo un milagro». Idéntico comentario hizo otro médico más tarde cuando la vio amamantando a su hija: «Ha sido todo un milagro». Y también era la opinión de las enfermeras, quienes, tras recibir el alta Ana Lucilia, en la despedida decían: «Se nos va un milagrito».

«Esto definitivamente fue un milagro, un milagro de Dña. Lucilia», concluye jubilosa Nathalie, finalizando su relato.

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, junio 2022)

Intervención más efectiva que cualquier analgésico

 no es necesario «llamar a la puerta» de Dña. Lucilia con demasiada insistencia, alegando dones o presentando méritos. Basta únicamente que confiemos, pues en el momento determinado por la Providencia abrirá las puertas del Corazón de Jesús, que atenderá con abundancia nuestras peticiones.

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

sdl

Liviana Nobile, una devota de Dña. Lucilia residente en Argentinanos cuenta el favor alcanzado por una empleada de su hija, María Margarita Verón.

«A finales de abril de 2023 —relata Liviana— María Margarita comenzó a sentir fuertes dolores de cintura, en la parte de la espalda; pero luego se agudizó el cuadro involucrándosele las rodillas, con fuertes dolores también». Como era muy esforzada en el trabajo, no hizo de las molestias un motivo para darse de baja, ni siquiera aceptó el consejo que le dieron de que tomara algún analgésico que le aliviara el dolor… Prefirió aguantarlo.

»Así estuvo por un mes más o menos, aliviándosele algo el dolor en la espalda y cintura, pero el de las rodillas empeoró, casi no podía subir ni bajar del bus».

Al verla en ese estado, Liviana trató de ayudarla: «Habiéndome hecho amiga de ella por hablarle de la religión —tema que le gustaba e interesaba mucho— y de los Heraldos, en muy poco tiempo comencé a enviarle a diario vídeos del santo rosario y de la misa, de los evangelios del día, de los “Buenas noches con María”podcasts y todas las novenas que hay a lo largo del año».

Habiendo oído hablar de Dña. Lucilia y de su auxilio a quienes se hallan en toda clase de necesidades, María Margarita decidió recurrir a ella también. Entre llantos, debido a los dolores, el 26 de mayo le pidió: «Doña Lucilia, vos que ayudas a tanta gente, te ruego, te suplico por lo que más quieras, intercede por mí ante la Virgen María y Jesús para que me alivie aunque sea; no doy más. Te lo ruego, Dña. Lucilia, por favor». Cuando se levantó al día siguiente, ¡ya no le dolía nada!

El terrible padecimiento había desaparecido y pudo ir a trabajar con total normalidad, sin poder creerse lo que le había pasado y sorprendida por la eficacia de una madre tan bondadosa.

Liviana concluye su testimonio con un entusiasmo verdaderamente filial: «Gracias, Dña. Lucilia, en nombre de María Margarita Verón y del mío propio. Mi felicidad no tiene límites… Dña. Lucilia debe estar entre ángeles y arcángeles».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, agosto 2024)

Doblemente atendido sin mucha insistencia

¿Qué decir de una madre que, como esperamos, se encuentra junto a Dios y puede acudir a Él para las necesidades de sus hijos?

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

Otras almas son atendidas por Dña. Lucilia siguiendo una didáctica distinta: su aparente silencio ante las súplicas acaba convirtiéndose en una garantía de que serán escuchadas con mayor maternidad y no, como erróneamente podríamos pensar, en un síntoma de desinterés por su parte. Una petición hecha a una buena madre nunca es en vano. ¿Qué decir de una madre que, como esperamos, se encuentra junto a Dios y puede acudir a Él para las necesidades de sus hijos?

Es lo que le sucedió al Prof. Edson Luiz Sampel, que ya nos ha enviado relatos de gracias alcanzadas en otras ocasiones, y que narra, embebido de gratitud, otro favor obtenido a través de esa bondadosa intercesora:

El Prof. Edson Sampel junto a la tumba de Dña. Lucilia, en el cementerio de la Consolación de São Paulo

«Para uno que alguna vez pensó que la devoción a la madre del Dr. Plinio era fanática, esa mujer tan generosa prodiga innumerables beneficios. Meses atrás tenía un plan para realizar determinado hito académico. No dependía de mí. Empecé a pedir, en el rezo del rosario, que Dña. Lucilia interviniera a favor de este plan.

»Procedí así durante un tiempo, hasta que pensé para conmigo: este plan mío es importante, sin embargo, no es algo que justifique la intercesión de ningún santo, quien debe ocuparse de situaciones realmente relevantes. Entonces, dejé de pedírselo a Dña. Lucilia».

Ni se imaginaba el Prof. Sampel que su petición ya estaba en vías de ser atendida, no mucho tiempo después: «Recibí la noticia de que mi plan se cumplió y doblemente, porque dos instituciones se habían interesado en el proyecto. Tuve que elegir una de ellas.

»¡Esto es algo maravilloso! Doña Lucilia atiende, incluso cuando ya no se lo pedimos, cuando no queremos molestarla con un asunto que no lo reputamos tan serio».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, agosto 2024)

La pérdida de un teléfono móvil y una calumniosa acusación

La discusión entre ambas madres llegó al auge: «En una llamada telefónica con la madre del niño, me increpó sobre cómo había criado a mi hijo..

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

El honor de los hijos es un tesoro para la madre. Doña Lucilia lo sabía muy bien y en vida conservó con solicitud verdaderamente eficaz el buen nombre que tenían sus hijos, ante Dios y ante los hombres. Así pues, al verse en la contingencia de solucionar una desagradable situación que había manchado el honor de su hijo, Kcaran Schreiber, cooperadora de los Heraldos del Evangelio de Perú, confió sus aflicciones a Dña. Lucilia:

Kcaran y su hijo con una foto de Dña. Lucilia

«Unas semanas antes de Navidad se me presentó un problema con mi hijo menor; lo difamaron diciendo que había robado un celular. Lamentablemente las circunstancias lo acusaban, pero sobre todo se trataba de un caso de bullying escolar».

La tormenta se intensificó cuando la madre del alumno afectado, víctima del presunto robo, hizo público el incidente en el grupo WhatsApp de los padres: «Lo hizo con seguridad y con descaro, sin pensar en la gravedad de la publicación. En el grupo le avisé de que antes de exponerlo públicamente tuviera todas las pruebas de que mi hijo era el culpable; que no lo difamara a la ligera, como hizo, y que primero tendría que haber hablado conmigo. Sólo respondió que existe un Dios que todo lo ve y que iba a juzgar a mi hijo».

La discusión entre ambas madres llegó al auge: «En una llamada telefónica con la madre del niño, me increpó sobre cómo había criado a mi hijo. Me dijo que me quitara la venda de los ojos y que reconociera lo mal que lo había educado. Me llené de indignación e incluso tuvimos un altercado de palabras».

Materna intervención de Dña. Lucilia

Prosigue Kcaran: «Tengo un retrato de Dña. Lucilia en mi casa y enseguida sentí vergüenza, porque no es así como se debe reaccionar. Primero clamé perdón, ya que estuve furiosa y dije palabras que no debía haber dicho; pero, ante todo, pedí su intercesión para que esto se aclarara y se encontrara el celular y al verdadero culpable».

Kcaran reconoce que era la más afectada por la situación. Su hijo, por el contrario, gozando de la paz que una conciencia tranquila proporciona, esperaba pacientemente el total esclarecimiento de los hechos.

«Le pregunté por qué lo veía tan tranquilo, si no le afectaba lo que estaba pasando, y respondió con calma: “Mamá, no puedo dejar que esto me afecte porque tengo la conciencia tranquila. Duermo bien, a pesar de que mis compañeros me acusan, y los entiendo, por las circunstancias en las que sucedieron los hechos.

»En ese momento, mi hijo me pidió nuevamente que le creyera, lo abracé y le di mi apoyo. Seguimos confiando en Dña. Lucilia y no pasaron ni dos días para que ella manifestara su maternal poder de intercesión a favor de sus hijos».

La discusión telefónica entre Kcaran y la madre del otro niño tuvo lugar el 5 de diciembre y, finalmente, el teléfono móvil apareció el día 7.

«Doña Lucilia no se demoró nada en responder a mis oraciones como madre y ayudar a mi hijo a salir de esa situación. Le devolvieron el celular al muchacho en presencia de su mamá, esa señora que difamó a mi hijo; se acercó a él y frente al tutor del aula le pidió perdónHizo de igual manera conmigo: me llamó y me pidió disculpas. Se las di y escribió al grupo de WhatsApp también pidiendo disculpas».

Doña Lucilia auxilió a Kcaran a recuperar el honor de su hijo, manchado tan a la ligera, y aclaró por completo la situación con esa nota de bondad y armonía que tanto caracterizó sus días en la tierra.

Así termina su relato: «Sólo me resta dar gracias a Dña. Lucilia, por su poderosa intercesión. La tengo presente en mis rosarios diarios, que rezo con mi familia y con mi grupo de oración, diciendo: “Doña Lucilia, madre nuestra, ¡ayúdanos! Amen”. Gracias, Dña. Lucilia, por tu poderosa intercesión se aclaró todo».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, agosto 2024)