Detección de un cáncer linfático

Sr. Jaison Jeferson Küster, junto a um quadro de Dona Lucilia - Foto: Reprodução

Sr. Jaison Jeferson Küster, junto a un cuadro de Dona Lucilia

Jaison Jeferson Küster, miembro de los Heraldos del Evangelio, también nos cuenta cuán grande es su gratitud para con Dña. Lucilia, principalmente tras haber sido objeto de su intercesión ante Dios.

Desde hace tiempo, nos dice, le diagnosticaron un cáncer linfático en su fase más avanzada. El número de tumores era espantoso: quince, todos malignos y ya estaba en la última etapa. Los hematólogos calcularon doce sesiones de quimioterapia y otras quince de radioterapia, para intentar salvar la vida del paciente.

Consciente del grave estado de salud en que se encontraba, Jaison resolvió recurrir a Dña. Lucilia. Al comienzo del tratamiento se dirigió a su tumba en el cementerio de la Consolación, situado en São Paulo. Tras un momento de bendecida y reconfortante oración, se le ocurrió coger algunas de las rosas que adornan la tumba para hacer un té con los pétalos, como peculiar método de confiar su curación a quien consideraba, a justo título, como madre espiritual.

Un «remedio» diferente

Sabía muy bien que no podía encontrar en un simple té de pétalos de rosas los elementos medicinales para la curación de cualquier enfermedad, mucho menos quince tumores cancerígenos en su fase más avanzada. Sin embargo, tenía fe de que por aquel sencillo gesto practicado a la manera de una novena —pues lo estuvo tomando durante nueve días—, obtendría de Dios, por la intercesión Dña. Lucilia, la anhelada curación.

Después del primer ciclo de quimioterapia, el hematólogo responsable por el caso le pidió que se hiciera una nueva prueba PET CT SCAN, a fin de valorar los efectos del tratamiento. Al analizar los resultados, el médico no se lo podía creer: en tan sólo dos meses de tratamiento, ¡Jaison se había curado completamente de los quince tumores malignos!

*     *     *

A veces Dios nos envía determinadas pruebas, enfermedades y adversidades para enseñarnos a mirar al Cielo, pedir la ayuda de los bienaventurados que allí gozan de la visión beatífica y esperar el auxilio que, según sus sapienciales designios, descenderá hasta nosotros.

Así, habiendo tomado conocimiento de esos milagrosos favores que Dña. Lucilia con tanta bondad viene alcanzándoles a los que recurren a ella, tengamos también nosotros la certeza de que, por muy insoluble que pueda parecer nuestra situación, con su ayuda llegaremos al puerto seguro de la salvación.

Elizabete Fátima Talarico Astorino

Fuente: Revista Heraldos del Evangelio Marzo 2022

Misterioso depósito bancario

Sandra Aparecida, de São Paulo, relata una gracia que obtuvo en un momento por el que pasaba grandes dificultades económicas:

“Hasta febrero de este año [2019] vivía con mis padres, una hermana y una sobrina. Después de rezar mucho, mi sobrina y yo —con pocos recursos— nos mudamos a un apartamento, cerca de la sierra de la Cantarera.

“En julio me despidieron del empleo en el que llevaba doce años y esperaba invertir la cantidad de la indemnización en algo que nos permitiera trabajar y dedicarnos a Nuestra Señora, al mismo tiempo. Ocurre que hasta recibir el dinero y pasar por todos los trámites burocráticos de una empresa, las facturas no dejaban de llegar. Nos vimos, pues, en extrema necesidad, porque mi sobrina tampoco estaba trabajando ya.

“¿Qué hacemos en esos momentos? Seguir el consejo de varios sacerdotes: ¡Confiar!”.

Habiendo sido atendida unos meses atrás por Dña. Lucilia, decidió lanzarse en lo oscuro y confiar en ella ciegamente.

“El 5 de julio debía pagar el alquiler del apartamento, pero en mi cuenta no había la cantidad necesaria, que era de R$ 3.285,23. Tan sólo tenía R$ 959,05, y tras el pago quedaría un saldo negativo de R$ 2.326,18. Le estaba haciendo una novena a Dña. Lucilia para que lograra ponerle remedio a nuestra situación.

“Al día siguiente, 6 de julio, decidimos ir a la basílica del Carmen, pero en el camino nos vimos envueltas en un accidente de tráfico con otro vehículo. Nadie salió herido y gracias a Dios yo tenía seguro; tan sólo me preocupaba la franquicia, pues el automóvil quedó destrozado y pensé: ¡Otra factura más!

3p189

…en la que quizá apareciera una mujer de cabellos plateados con su paquetito de dinero…

“Alquilamos un coche —¡otro gasto más…!— para no perder el compromiso que teníamos aquella tarde: una reunión con un sacerdote heraldo, en la que asistimos a un vídeo de Mons. João Clá Dias donde hablaba sobre María Auxiliadora. Subrayaba la confianza que hemos de tener en Ella y decía que Ella nunca dejó a un miserable sin ayuda.

“Al llegar a casa, le pedí a Dña. Lucilia y a Nuestra Señora que nos socorrieran, pues si ellas ayudan a todos, ¿por qué no harían lo mismo con estas miserables? Y estaba segura de que intervendrían, sólo que no sabía cuándo.

“Al día siguiente me levanté sin mucho ánimo y miré mi cuenta para poder planificarme. Pero cuál no fue mi sorpresa al encontrarme ¡con un ingreso en efectivo de R$ 36.022,04! Cuando me fijé en las últimas cifras de dicha cantidad —22,04— empecé a llorar inmediatamente: ¡22 de abril, la fecha de nacimiento de Dña. Lucilia! Lo entendí todo, ahí estaba su firma”.

Y, para confirmar el auxilio sobrenatural, todo había ocurrido el día en que se conmemoraba una de las principales devociones de Dña. Lucilia: “Ese depósito se hizo el 5 de julio, un primer viernes de mes, día dedicado al Sagrado Corazón de Jesús”.

No obstante, a pesar de confiar en la intercesión de Dña. Lucilia, intrigada con esa suma y su procedencia, Sandra procuró informarse al respecto:

“Llamé al banco y la persona que me atendió me dijo que esa cantidad había sido ingresada en efectivo por la propia beneficiaria. O sea, ¡¡¡por mí misma!!! Colgué el teléfono aterrada, pero llamé de nuevo, con la esperanza de conseguir la firma del comprobante o alguna grabación en la que quizá apareciera una mujer de cabellos plateados con su paquetito de dinero. Pero lo único que conseguí fue irritar a la operadora que en cierto momento me dijo: ‘Señora, ese depósito lo ha hecho usted misma, en efectivo, en el cajero, ¿cuál es su duda? ¿Se ha confundido usted?’ Qué poco sabe ella…”.

Y como si no bastara, Dña. Lucilia encontró una salida hasta para conseguirle un nuevo vehículo, sin mayores perjuicios, favoreciendo de forma considerable la situación financiera de Sandra: “La terminación de aquella cantidad la comprendía, pero por qué exactamente 36.000, no lo sé. Pensé que fuera para comprar un nuevo coche, pues lo necesito para poder ir a Misa todos los días. Sin embargo, recibí un correo electrónico de la aseguradora donde se me informaba que había sufrido una pérdida total del vehículo y que ¡ellos me pagaban su valor íntegramente! ¡Una acción más de ella! En fin, no tengo sino agradecerle todos esos milagros. Realmente ha venido en nuestro socorro.

“Les exhorto a todos a que pidan mucho, pidan todo, sin parar, sin desanimar. Ella está siempre a nuestro lado, llevándonos a menudo en su regazo, pero en contrapartida, esperando de nosotros la confianza ciega en su amor”.

FUENTE: REVISTA HERALDOS DEL EVANGELIO, ENERO 2019, PP. 36-39.

02

Dirigí mis súplicas simples y sinceras a ella, Dña. Lucilia

DANIELA

Daniela Martucci con su esposo

Daniela Martucci —residente en Sant’Andrea del Garigliano, Italia— se enteró de los numerosos beneficios alcanzados por intercesión de Dña. Lucilia, relatados en la revista Heraldos del Evangelio. También estuvo investigando en internet «para comprender algo más sobre la vida de esta dulce señora». Entonces empezó a invocarla, segura de que sus oraciones serían escuchadas. Y nos cuenta su testimonio:

«No hay ni un artículo siquiera que no exprese palabras dulces y delicadas sobre la vida y el comportamiento de esta mujer, ¡tanto como para empujarme a invocarla en los momentos más difíciles de mi vida! «El año pasado vino a fallecer mi querido padre, una persona espléndida, adorable, pilar de mi existencia. Antes de su partida me imaginaba lo difícil que sería mi vida sin él, hasta el punto de que, cuando me venía la idea de que un día nos dejaría, desvié mis pensamientos hacia otra cosa, tan doloroso era para mí pensar que un día…

«Cuando apartaba el pensamiento hacia otros asuntos, dirigí mis súplicas simples y sinceras a ella, Dña. Lucilia, la señora mayor con su chal lila, y parecía que ella me animaba con su sonrisa, a tal punto que decidí tenerla como fondo de pantalla en mi teléfono móvil, al objeto de poder verla en cualquier momento».

La veo, envuelta en su chal, sonriéndome y animándome

3p197a

Así, con su característica manera de actuar, Dña. Lucilia supo preparar a su más reciente devota para la aceptación de los sufrimientos que Dios le pediría:

«Lamentablemente ese día llegó. Mi padre se marchó dejando en mí, mi madre, mis hermanos y mis hijos un vacío infranqueable y cuando traté egoístamente de desviar mi pensamiento para poder sufrir menos visualicé el rostro de Dña. Lucilia… Me infundió valor y confianza. Y si hoy he decidido escribirles es porque me parece importante poder creer que el Señor nos concede la gracia de conocer en esta tierra a personas que de algún modo pueden infundirnos coraje en momentos de profunda dificultad y dolor».

Daniela pronto se habituó a recurrir al eficaz amparo de Dña. Lucilia: «Pienso siempre en ella como una intercesora. Su vida inmaculada le habrá asegurado en el Cielo, sin duda, un sitio especial, desde el cual puede dialogar con la Virgen y presentarle nuestras súplicas. Ahora forma parte de mi vida y puedo testimoniar que me escucha cuando la invoco. Pienso en papá, que ya no está, y enseguida la veo, envuelta en su chal, sonriéndome y animándome».

Le pedía a Dña. Lucilia una señal

«Un día en el cual pensaba intensamente en mi hijo Ángelo, que estaba pasando un momento de debilidad psicológica, dirigí la mirada al Cielo y le pedí a Dña. Lucilia una señal a fin de que pudiera saber si me estaba oyendo y comprendiendo mis preocupaciones acerca de él. En ese preciso instante vi una estrella fugaz surcando el azul de la noche con su rastro luminoso y pensé: “Ha sido ella, que me escuchó y me ha dado la señal que le pedía”.

«La noche siguiente a ese episodio, mi hijo, al volver del trabajo, me dijo: “Mamá, me ha pasado una cosa bellísima. Mientras iba en el coche, una estrella fugaz ha atravesado el cielo con su rastro y parecía que casi la podía tocar. ¡Ha sido una sensación maravillosa!”. Tras días de tristeza, pude ver una sonrisa de luz en el rostro de mi hijo…».

Estamos saliendo de una pesadilla, gracias a su protección

Segura de que Dña. Lucilia está dispuesta a atenderla en todos los momentos, Daniela no tuvo recelo en implorar su auxilio también para que su hijo no fuera alcanzado por la pandemia: «Hace algunos días, habiendo estado en contacto con un compañero que dio positivo [en coronavirus], empezó a acusar un dolor en los huesos acompañado de fiebre y pérdida del olfato: el médico de familia concluyó que se trataba de COVID-19 y que tenía que hacerse las pruebas. Le rogué mucho a Dña. Lucilia para que le transmitiera mis preocupaciones a la Santísima Virgen… Ángelo se las hizo y, para sorpresa de todos, ¡el resultado fue negativo!».

Sin embargo, su esposo contrajo la enfermedad… y entonces Daniela no dudó en invocar nuevamente a su intercesora.

«Durante diez días estuvo muy mal, con fiebre altísima y baja saturación de oxígeno; estábamos a punto de decidirnos por su hospitalización… Mis ruegos a Dña. Lucilia no pasaron desapercibidos: mi marido empezó a sentirse mejor y ya el tercer test resultó negativo. En todo ese tiempo tuve que cuidarle muy de cerca e incluso ponerle inyecciones.

«A estas alturas era inevitable mi contagio. Recurrí a ella, le pedí coraje para enfrentar tan difícil situación. No enfermé y pude tratar adecuadamente a mi esposo. Estamos saliendo de una pesadilla gracias a su protección, de eso estoy segura. Confío en su intercesión y en el calor de su chal de color lila».

FUENTE: REVISTA HERALDOS DEL EVANGLIO, JULIO 2021. PP. 36-38

El premio de los que tienen fe

Todo lo que conquistamos con sacrificios se reviste para nosotros de un valor mayor que si hubiera sido fácil… Los hechos narrados a continuación muestran cómo, incluso de cara a los problemas más perturbadores, jamás debemos dejar de recurrir a nuestros intercesores celestiales.

Da. Solange Calero Chávez (à direita) com sua irmã, Da. Yicetth Aissa Calero Chávez - Foto: Reprodução

Doña Solange Calero Chávez (a la derecha) con su hermana, Doña Yicetth Aissa Calero Chávez

Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra» (Gén 1, 28), les preceptuó el Señor a nuestros primeros padres, certificando hasta qué punto la generación de la prole es el principal objetivo de la institución del Matrimonio. Por eso, bien podemos imaginar lo duro que es para una pareja temerosa de Dios verse privada de la hermosa dádiva de la descendencia, como le sucedió a María Izabel Silva da Costa Cézar, residente en Cuiabá (Brasil).

Una petición aparentemente no atendida

Siendo la benjamina de la familia, con sus cuatro hermanas casadas y con hijos, desde hacía tiempo veía cómo se frustraban una tras otra todas las esperanzas de concebir su primer hijo. Entonces decidió consultar a un especialista, el cual solicitó varias pruebas a fin de detectar el motivo de tal incapacidad. Pasaron tres largos años de tratamiento y, sobre todo, de promesas, peticiones a la Virgen, oraciones y Misas por esa intención, sin resultado alguno.

Cierto, no obstante, una nueva luz brilló en su vida: oyó hablar de los numerosos favores alcanzados por intercesión de Dña. Lucilia y de la manera tan bondadosa con la que esta señora atendía a todos los que, con humildad y confianza, recurrían a ella. Sintió enseguida en su interior el impulso de pedirle también su auxilio para obtener la tan anhelada gracia. A fin de cuentas, si ya había ayudado a tantas personas, no iba a dejar de hacerlo con ella.

Da. Maria Izabel Silva da Costa Cézar com seu esposo e seus filhos - Foto: Reprodução

Doña María Izabel Silva da Costa Cézar con su esposo e hijos

De modo que empezó un auténtico maratón de oraciones a Dña. Lucilia. Era tal la confianza en su bondad que le prometió interiormente a su nueva protectora que si se quedaba embarazada le rendiría homenaje poniéndole a su hijo el nombre de Plinio.

Se pasaba los días en oraciones, acompañadas de muchas lágrimas, principalmente cuando el transcurso de los meses parecía indicarle que sus plegarias no serían escuchadas.

Gracia condicionada a un paso en la vida espiritual

En esta angustiosa expectativa, María Izabel sintió durante la acción de gracias en una Misa como si alguien le sugiriera que le hiciese una ofrenda a Dios antes de que viera atendida su petición. Luego prometió que, si se quedaba en cinta pronto, distribuiría canastas básicas alimentarias entre los necesitados. Aunque transcurrió otro mes sin que le fuera concedida la deseada dádiva.

Al percibir que esa no era la mejor oferta, cambió la promesa: en lugar de dar alimentos, rezaría unos Rosarios a favor del esperado hijo. Pasó un mes más y no fue atendida.

Ante la sospecha de que no estuviera haciendo el ofrecimiento correcto, le pidió ayuda a su ángel de la guarda. Y fue bien orientada, pues le prometió a Dios que, si se quedaba embarazada ese mes, jamás volvería a vestirse con ropa que hiere la virtud de la santa modestia. Detalle expresivo: en ese mismo instante, una fuerte emoción invadió su corazón, hasta el punto de no contener las lágrimas, dándole la certeza de que, por fin, había encontrado la proposición adecuada.

A finales de aquel mes, se hicieron sentir los signos de la concepción y poco después recibió la confirmación de que, finalmente, Dios había escuchado su plegaria por intercesión de Dña. Lucilia.

Gracias a esta bondadosa señora, María Izabel tuvo un hijo y, sobre todo, le pudo ofrecer al Señor un regalo que realmente le agradara y que cambiaría su vida.

En este hecho comprobamos, una vez más, cómo la bondad de Dña. Lucilia se extiende a todos los casos, pero a menudo guía maternalmente al beneficiario a que dé un paso en la vida espiritual. Como fiel reflejo de la generosidad de María Santísima, no sólo atiende las peticiones, sino que ayuda a conseguir de la Divina Providencia las gracias que muchas veces no sabemos pedir.

«Temiendo por su alma, lo encomendé a Dña. Lucilia»

E. P. M., residente en Mairiporã (Brasil), atravesaba una angustia similar a la narrada más arriba, si bien por una razón diferente. Su hijo vivía solamente con la madre desde su nacimiento, sujeto a una vida inestable, tanto en materia de principios como emocionalmente; además, aún no había sido bautizado. Sin embargo, cuando el chico tenía ya 6 años, la madre decidió entregarlo al cuidado paterno. «Inmediatamente dispuse que el niño recibiera el sacramento del Bautismo y le enseñé las primeras oraciones, las cuales aprendió con mucho empeño», cuenta el padre.

Ahora bien, cuando esas gracias empezaron a dar frutos prometedores, se vieron interrumpidas por una nueva separación: «Nuestra convivencia duró únicamente diez meses, porque al ver que su hijo progresaba en la religión católica y principalmente en la devoción a la Virgen, la madre tuvo un repentino ataque de ira y se lo llevó con ella de vuelta». Esta vez, el niño fue trasladado a otro estado sin el consentimiento del padre, que lo confió a la protección del Cielo: «Ignorando dónde estaba y temiendo por su alma, lo encomendé a Dña. Lucilia, la cual, desde que la vio por primera vez en una foto, la tomó por madre».

La aflicción aumenta

Después de dos meses sin noticias, un día recibió una llamada de la madre del niño exigiéndole, con una inexplicable furia, que comprara enseguida un billete para ir a recoger a su hijo, de lo contrario, lo abandonaría. «Rápidamente traté de prepararlo todo», prosigue el dedicado padre, «pero para llegar al lugar adonde estaban sólo había vuelos con escala. Comprar un pasaje tan intempestivamente sería algo costoso y los vuelos estaban llenos».

No obstante, Dña. Lucilia ya estaba arreglándolo todo incluso antes de que él se diera cuenta. Buscando entre distintas compañías aéreas, encontró un precio bastante asequible y con el tiempo de transbordo ideal.

E. P. M. continúa su relato: «Cuando volvió a mi cargo, solicité cuanto antes la custodia, para que mi hijo no estuviera a merced de semejante clima emocional, tan perjudicial para su formación. La audiencia quedó fijada diez meses a partir de ahí y, para garantizarme que la madre no se lo llevara nuevamente, logré la custodia provisional».

De este modo, le fue garantizado legalmente cuidar de la educación moral y espiritual del niño durante ese período. Tras frecuentar las clases de catecismo en una de las casas de los Heraldos del Evangelio, pudo recibir por primera vez a Nuestro Señor en el sacramento de la Eucaristía. Cada día crecía más su devoción a Dña. Lucilia y le pedía la gracia de no volver a la situación anterior.

«Llegado el día de la audiencia», prosigue la narración, «la abogada me comunicó que duraría tan sólo unos veinte minutos, pues se trataba de una conciliación. Si la madre estaba de acuerdo en cederme la custodia del niño, el problema estaría resuelto. Pero eso era prácticamente imposible, porque, a pesar de tener todas las pruebas a mi favor, ella alegaba que el niño le había sido “arrebatado” en un momento de fragilidad y dejaba claro que no aceptaba la formación religiosa que nuestro hijo estaba recibiendo. Si no estaba de acuerdo, el juez daría seguimiento al proceso, con la admisión de pruebas, declaración de testigos, visitas de un asistente social, etcétera».

La intervención de Dña. Lucilia se hace sentir

El encuentro, que en teoría iba a durar solamente veinte minutos, se prolongó dos horas… Irreductible, la madre no estaba de acuerdo en cederle la custodia. El mediador intentaba con paciencia convencerla de lo contrario, para sorpresa del padre, el cual sabía que difícilmente la ley le quita un hijo a su madre, aunque éste viva en un ambiente dañino para su formación.

Ocurrió, finalmente, un inesperado desenlace, como narra R. E. P. M.: «Después de muchas negativas, al oír al mediador decir que el proceso seguiría con la fase de instrucción, las pruebas y otras diligencias, la madre cambió enseguida su discurso, alegando que, como yo era un buen padre, sería mejor para el niño que se quedara conmigo».

E. P. M. no tiene duda de que entró una acción muy fuerte de Dña. Lucilia,que desde el principio fue despejando el terreno para obtenerle tal gracia. Como madre, sabía muy bien cuán grande era el tormento por el cual estaba pasando y, recelando que el pequeño se adentrara por el mal camino que el mundo ofrece, ciertamente suplicó el auxilio del Sagrado Corazón de Jesús.

Una operación en el cerebro, superada con ánimo y serenidad

La maternal intercesión de Dña. Lucilia también se sintió en Perú, conforme lo relata Solange Calero Chávez.

Nos cuenta que un día su hermana Yicetth Aissa Calero Chávez le pidió que la acompañara a la clínica, porque tenía dolores de cabeza y náuseas. Al notarla realmente abatida, de inmediato, Solange confió el caso a Dña. Lucilia. El médico la examinó y pidió una tomografía, a fin de descubrir la causa de aquel malestar.

Pero al día siguiente se le inflamaron los ganglios, lo que le aumentó los dolores. No conseguía siquiera tomar agua, ni podía acostarse. Al enterarse de ese empeoramiento, Solange se puso a rezarle a Dña. Lucilia con más ahínco e insistencia, rogándole que protegiera a su hermana.

En la fecha indicada, ambas fueron al laboratorio a recoger el resultado de la tomografía y se toparon con una noticia muy preocupante: el diagnóstico indicaba que había un tumor cerebral, cerca de la zona ocular. Sin embargo, en la consulta con el especialista ya se notaba la maternal intervención de Dña. Lucilia, pues dijo que todo apuntaba a que se trataba de un tumor benigno y que sería posible realizar una intervención por vía nasal, de modo a evitar la lesión de algún nervio. Después de nuevas pruebas, el médico confirmó que, de hecho, no había señales de malignidad y comentó con Yicetth: «¡Usted tiene un ángel que la custodia!».

No obstante, aún tendría que pasar por una operación para extraerle la neoplasia. La intervención duró cuatro horas, durante las cuales Solange le pedía con confianza a Dña. Lucilia que amparara a su hermana. Acabado el procedimiento, el médico le explicó a la familia que la operación había sido complicada, pues no había hecho más que llegar al punto donde estaba el tumor, cuando éste reventó, haciéndose necesario sacar con sumo cuidado el material, sin tocar ningún nervio. «Un día más de espera y habría sido fatal», concluyó.

Otras complicaciones aún le esperaban a Yicetth durante la convalecencia, pero todas fueron vencidas con serenidad y ánimo, gracias a la ayuda de Dña. Lucilia. Se recuperó totalmente y dejó el hospital sin ninguna secuela.

*     *     *

A veces Dios nos envía determinadas pruebas, enfermedades y adversidades para enseñarnos a mirar al Cielo, pedir la ayuda de los bienaventurados que allí gozan de la visión beatífica y esperar el auxilio que, según sus sapienciales designios, descenderá hasta nosotros.

Así, habiendo tomado conocimiento de esos milagrosos favores que Dña. Lucilia con tanta bondad viene alcanzándoles a los que recurren a ella, tengamos también nosotros la certeza de que, por muy insoluble que pueda parecer nuestra situación, con su ayuda llegaremos al puerto seguro de la salvación.

Elizabete Fátima Talarico Astorino

Fuente: Revista Heraldos del Evangelio Marzo 2022