Solamente tenía 400 reales para el alquiler y estaba desesperada, porque el contrato dependía de la inmobiliaria.
Elizabete Fátima Talarico Astorino

recibidos por Andréia Magalhães
Donación anónima y misteriosa
Es lo que nos confirma Andréia Magalhães, de Curitiba (Brasil), impresionada por el inesperado socorro prestado a su familia cuando estaba pasando por un período de apuros económicos.
Trabajaba como autónoma, pero ya no estaba logrando percibir lo suficiente para soportar los gastos de la casa durante la pandemia. Tenía que pagar el alquiler del mes y aún le faltaba la mitad de su valor… Angustiada, sin saber qué hacer, escucha que llaman al timbre:
«Solamente tenía 400 reales para el alquiler y estaba desesperada, porque el contrato dependía de la inmobiliaria. Era miércoles, un joven de Uber se presenta en casa para dejarnos unos paquetes. Nos quedamos sorprendidos porque no sabíamos quién nos los enviaba. Eran cajas y cajas de alimentos».
Andréia trató de averiguar el remitente de ese generoso encargo, pero el chófer que había hecho la entrega se limitó a decirles que lo enviaban del centro de Curitiba y que ya estaba todo pagado.
Asombrada, empezó a revisar su contenido: «En fin que cuando abrimos había bastantes compras, hasta cartones de leche, galletas… y entonces pensé: “¡Caramba!, quien ha mandado esto sabe que hay una niña en casa”. Pero es que además venía un sobre con R$ 475,00 y cuatro medallas de la Virgen. Quien nos envía estas cosas conocía que éramos cuatro los que vivíamos en casa por entonces. Y esa cantidad de dinero era exactamente lo que faltaba para completar el alquiler. Nos quedamos muy contentos por lo ocurrido y al mismo tiempo abismados».

Su bienhechora estaba más cerca de que lo imaginaban
Poco después Andréia pudo entender a quién le debía aquel inesperado y gratuito acto de generosidad:
«Unos días más tarde recibimos la visita de dos hermanas de los Heraldos. Mientras conversábamos, Melanie, mi hija, contó que le había pedido a Dña. Lucilia que nos ayudara, pues estábamos pasando dificultades».
Ahí estaba la respuesta a la incógnita que desde hacía días Andréia intentaba descifrar: su bienhechora se encontraba más cerca de lo que imaginaba, amparando y protegiendo a su familia a través de la súplica de su hija pequeña. Aquella misteriosa encomienda sí que tenía un remitente: el maternal e infalible auxilio de Dña. Lucilia».
(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, enero 2021)


Karla Maia Malveira, de Montes Claros (Brasil), nos escribe también para darnos su testimonio:

