Mi esposo entró en desesperación, quedó atemorizado

 … el médico se asustó y dejó también a mi esposo muy asustado. Por su edad, el índice era muy elevado, más del doble de lo normal. Y el doctor dijo que tenía un cáncer terminal, sin cura.

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

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María de Fátima con su esposo y sus hijas en una casa de los Heraldos

Un relato más de un favor alcanzado por intermedio de Dña. Lucilia nos ha sido enviado por María de Fátima Silvino Maro y su marido, Emanuel Nazareno da Silva Santos, de Miracatu, estado de São Paulo.

«En el 2014 mi esposo tuvo problemas de salud. Estaba sintiendo algunas molestias y cuando fue al médico éste le pidió exámenes de rutina, entre ellos uno del PSA, que diagnostica el cáncer de próstata».

Al llegar los resultados de los análisis «el médico se asustó y dejó también a mi esposo muy asustado. Por su edad, el índice era muy elevado, más del doble de lo normal. Y el doctor dijo que tenía un cáncer terminal, sin cura».

Ante la trágica noticia el matrimonio quedó muy abatido: «Mi esposo entró en desesperación, quedó atemorizado, sin saber qué hacer».

Unos días después María de Fátima y Emanuel les dieron la notica a sus hijas, en aquella época estudiantes del Colégio Arautos do Evangelho.

«Cuando llegaron a casa, a pesar de que estábamos muy nerviosos, hablamos con ellas. Los cuatro lloramos mucho. Pero en medio de toda esa aflicción, una de las hijas solamente dijo: “Papá, no te preocupes, ten confianza. Ahora tenemos a Dña. Lucilia, ella va a interceder por ti, basta que pidas con fe. Ella nos va a ayudar”. Entonces sacó de su mochila escolar esa foto que es conocida y me la entregó diciéndome: “Mamá, rézale a Dña. Lucilia para que cure a papá”».

Y, a pesar del gran abatimiento de Emanuel, María de Fátima confió en que la señora del cuadrito iría a remediar la situación: «Yo, en mi fe, cogí aquella foto de Dña. Lucilia y la puse entre la funda y la almohada de él. Cada vez que le cambiaba la funda volvía a poner la foto de nuevo».

«Gracias a Dña. Lucilia hoy mi esposo está curado»

Poco a poco se fue calmando y la característica paz que esa bondadosa dama irradia fue haciéndose cargo de la situación:

«Nos fuimos tranquilizando con el paso de los días y buscamos un urólogo para que le hiciera una mejor valoración. Cuando llegamos a la consulta, el médico conversó calmamente con mi esposo, diciéndole que podía ser un error del laboratorio, pero que si fuera una enfermedad debería tener paciencia, porque para todo había solución».

Enseguida, algo parecía que había cambiado en su cuadro clínico: «El médico ya inició un tratamiento, recetó algunos medicamentos para aliviar los dolores y programó nuevos exámenes».

Doña Lucilia había atendido las oraciones hechas por las hijas y la esposa de Emanuel: «Aquel índice disminuyó. Y el médico pensó que tal vez no fuera cáncer, sino una inflamación acentuada. Y siguió con el tratamiento».

Tras cada examen «esas cifras iban disminuyendo, disminuyendo, disminuyendo… y terminó, gracias a Dios. Gracias a la intercesión de Dña. Lucilia hoy mi esposo está curado. Realiza un examen de rutina todos los años y ya no aparece nada».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, noviembre 2020)

La luz se había ido, pero el cuadro-lamparita permaneció encendido

Creo que lo ocurrido ha sido una señal de cómo ella permanece siempre junto a nosotros. Aun cuando todo quede a oscuras.

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

Prueba de que la acción de Dña. Lucilia tiene por objetivo más pacificar el alma que resolver un problema concreto terreno, es lo que sucedió en casa de Fátima Doná, de São Paulo.

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Captura de un vídeo en el cual se muestra la casa a oscuras y el cuadro-lamparita encendido. En el destacado, el cuadrito iluminado.

Narra ella: «Una vez se fue la electricidad en mi casa, así como en las demás residencias cercanas, pero un cuadro luminoso de Dña. Lucilia que tengo en mi salón no se apagó. Los aparatos electrónicos no estaban funcionando. Todo estaba oscuro en mi casa, y en la calle no había iluminación alguna, sin embargo, ese pequeño cuadro-lamparita con la foto de Dña. Lucilia permanecía encendido. Estaba conectado directamente al enchufe, no tenía pilas que lo mantuviera en funcionamiento».

Y concluye: «Creo que lo ocurrido ha sido una señal de cómo ella permanece siempre junto a nosotros. Aun cuando todo quede a oscuras, incluso sin que nada “funcione”, ella continúa sonriéndonos y escuchándonos, dispuesta a ayudarnos».

A través de este simple hecho, Fátima pudo confirmar, como tantas otras veces a lo largo de su vida, que en cualquier circunstancia y dificultad Dña. Lucilia está iluminando su camino, conduciéndola hacia el bien junto al Sagrado Corazón de Jesús.

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(Extraído  de Revista Heraldos del Evangelio, noviembre 2020)

Súplica de un corazón necesitado

Desperté en torno a las nueve de la mañana y recibí una llamada de mi tío

 

Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

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Súplica de un corazón necesitado

Amauri Valentín, de Vila Velha, tras conocer la historia de Dña. Lucilia, recurrió a su intercesión y logró en poco tiempo la gracia que desde hacía unos años esperaba alcanzar:

«Mi familia estaba pasando por un momento delicado por una cuestión de herencia. Estaba habiendo mucha discusión y teníamos que tomar una decisión importante, pero había miembros de la familia en desacuerdo con el paso que debíamos dar. Aquella noche recé el Rosario pidiéndole a Dña. Lucilia su intercesión.

«El mismo día que la conocí, traté de conversar con ella en mi pensamiento: “Usted, que es madre, que es mujer también, entre en el corazón de mis tías, que son mujeres, entiéndase con ellas y obténganos esa gracia”. Entonces me dormí…

«Desperté en torno a las nueve de la mañana y recibí una llamada de mi tío que me decía que mis dos tías habían aceptado dar el paso para que solucionáramos ese problema que mi familia venía sufriendo desde hacía tres o cuatro años.

«Con una oración del Rosario, con la devoción a Dña. Lucilia, conseguí esa gracia. Fue una petición de corazón, de un necesitado, y la recibí. Desde entonces estoy apasionado, tanto por ella como por Plinio».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, mayo 2020)