Gratitud por la pronta atención

De ella no sé más de lo que vi en un video de la sanación de Luisito, un niño mexicano. Pero con gran fe, creo que los amados por Dios pueden interceder por nosotros.

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

 Rebeca Herrera nos dejó el siguiente comentario.

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«Antes de dormir, rezé el rosario y le puse mis necesidades a Dios, a la Virgen María, y le pedí a Dña. Lucilia que, por favor, intercediera. De ella no sé más de lo que vi en un video de la sanación de Luisito, un niño mexicano. Pero con gran fe, creo que los amados por Dios pueden interceder por nosotros.

»Mi esposo tenía una cita hoy para ver si conseguía trabajo, y acabamos de tener la gran noticia que empieza mañana mismo. Y esto sólo pudo ser la gracia de Dios, de la Virgen y de la intercesión de Dña. Lucilia. Gracias por haber escuchado a esta alma mísera, Dios mío, y siempre darle a mi esposo y familia lo que nuestra alma y cuerpo necesitan. Y tengo la confianza de que mis otros dos milagros se harán pronto también. Amén.

»Dios los escuche a todos, los sane, repare y renueve, y esta amorosa señora siga ayudándonos a reparar nuestra fe en nuestro único Dios». 

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, diciembre 2023)

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Una hernia incurable

Debido a su dolencia quedó muy aislado. Además, se vio obligado a dormir sentado, ya que no podía reposar la cabeza sobre una almohada baja ni siquiera durante cinco minutos.

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

No menos maternal es el auxilio concedido por Dña. Lucilia a José Ferreira, residente en Matías Barbosa (Brasil); y no menor la expresión de su gratitud tras ser favorecido por esta bondadosa señora.

José Ferreira en la puerta de su «capillita»

Leyendo en la revista Heraldos del Evangelio los numerosos relatos de personas que pidieron la intercesión de Dña. Lucilia y fueron escuchadas, el Sr. Ferreira se hizo devoto de ella. Y como él mismo padecía un mal prácticamente incurable, no dudó en recurrir a su auxilio.

Hacía más de treinta años que sufría de una hernia de hiato esofágico. Era pequeña al principio, pero, según el parecer de un médico de aquella época, no se podía eliminar mediante cirugía. Con el paso del tiempo, creció mucho y le provocaba graves molestias. En los últimos diez años no conseguía alimentarse bien, debido a los continuos reflujos gastroesofágicos y a los terribles ataques de vómito. Todo esto resultó en una considerable pérdida de peso.

Su hija Débora describe así sus padecimientos: «Mi padre es un buen hombre desde tiempos antiguos, al que le gustaba la mesa generosa, con muchos invitados reunidos en nuestra casa. Debido a su dolencia quedó muy aislado. Además, se vio obligado a dormir sentado, ya que no podía reposar la cabeza sobre una almohada baja ni siquiera durante cinco minutos».

En esta etapa de la enfermedad, en la que su familia y los médicos creían que no había posibilidad de vuelta atrás, el Sr. Ferreira se aferró a su devoción a Dña. Lucilia. Narra Débora: «Por las oraciones, y con el tiempo, sin ningún tipo de medicación, ¡mejoró muchísimo! Nos dijo que le pidió volver a comer las cosas que le gustaban. También nos contó que soñó con Dña. Lucilia, y ella le dijo que le iba a ayudar a recuperarse y a poder alimentarse normalmente. De hecho, mejoró. Hoy en día mi padre come como antes —evitando, por supuesto, algunos alimentos— y ¡puede dormir tumbado con dos almohadas! Él atribuye a su devoción hacia ella el haber alcanzado esta gracia».

Y la cosa no quedó ahí. Habiendo sufrido una caída, a consecuencia de la cual corría el riesgo de no poder andar nunca más, fue con el auxilio de Dña. Lucilia que el Sr. Ferreira se enfrentó a cinco operaciones. Se convirtió en su intercesora predilecta, cuya ayuda recomienda a todos los que necesitan cualquier tipo de socorro.

Una pequeña «capilla» donde encuentra alivio para su alma

Interior de la «capillita del Sr. Ferreira

En junio de 2021, como muestra de agradecimiento por tantos favores recibidos de Dña. Lucilia, el Sr. Ferreira decidió construir un pequeño oratorio privado para sus devociones particulares, en el que esta bondadosa señora tiene un lugar de honor. Cuando sus hijas le dijeron que tal vez fuera una exageración por su parte, les contestó enfáticamente: «No, no sabéis cuánto he mejorado y cuánto le debo!».

Así pues, la pintoresca «capillita», como él la llama, fue construida en la finca de la familia, lugar que el Sr. Ferreira visita todos los días, aprovechando para cuidar el jardín y hacer sus oraciones. Allí es donde encuentra alivio para su alma, tranquiliza su espíritu cuando la impaciencia amenaza nublar su ánimo, y pide auxilio en los momentos de dificultades. De este modo espera poder divulgar esta devoción privada en un mundo cada vez más necesitado de la luz y del consuelo maternal que Dña. Lucilia nos trae.

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, octubre 2023)

Curación de una grave enfermedad infantil

Así que pedía la intervención de Dña. Lucilia antes de los procedimientos. Y, sorprendentemente, cada nueva exploración revelaba que sus encimas hepáticas estaban mejor que antes de la gestación. «Ésta es la primera curación que Dña. Lucilia hizo»

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

Verdaderamente, nunca alcanzaremos gracia alguna por nuestras propias fuerzas; en cambio, mediante la oración hecha con fe y confianza, podemos conseguir la intervención sobrenatural e incluso milagros. En este sentido, es conmovedor el relato de Juliana Araújo Ferreira Rosa con respecto de la decisiva intercesión de Dña. Lucilia en favor de su hija Ana María.

Juliana Araújo con su hija Ana María

La historia de esa gracia comenzó antes de que la pequeña fuera concebida, como nos cuenta Juliana: «Después de tener a mis tres primeros hijos, le escribí una carta a Mons. João, fundador de los Heraldos, pidiéndole que rezara por mí, porque había pasado por tres cirugías de urgencia en sendos embarazos, a causa de una enfermedad en el hígado, colestasis gestacional, una inflamación muy grave que ponía en riesgo mi vida y la de los bebés. Yo deseaba tener más hijos, pero temía esta incómoda enfermedad».

Sigue la narración: «Monseñor João me respondió, aconsejándome que mantuviera la calma y me encomendara a Dña. Lucilia, pues por su intercesión la Virgen respondería prontamente mis peticiones. Su carta me dio mucha esperanza. Un mes después, descubrí que estaba embarazada. Durante toda la gestación sentí mucho la presencia de Dña. Lucilia».

Cuando se hacía periódicamente los análisis de control, Juliana siempre tenía recelo de encontrarse en los resultados alteraciones que indicaran complicaciones en el hígado. Así que pedía la intervención de Dña. Lucilia antes de los procedimientos. Y, sorprendentemente, cada nueva exploración revelaba que sus encimas hepáticas estaban mejor que antes de la gestación. «Ésta es la primera curación que Dña. Lucilia hizo», decía.

Un terrible descubrimiento

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En el octavo mes de gestación, los médicos se dieron cuenta de que la bebé por nacer tenía en el ovario izquierdo un quiste dermoide, es decir, que no es absorbido por el organismo. Entonces le recomendaron que inmediatamente después del alumbramiento fuera verificado el tamaño del tumor para tomar las medidas oportunas. La niña nació por parto natural, sin ninguna irregularidad. Fue evaluada y se comprobó que el quiste era grande, de cuatro centímetros y medio.

Continúa Juliana: «El médico me comunicó que era un caso quirúrgico y que tendría que volver treinta días después con mi hija para que la operaran; era una intervención arriesgada, al tratarse de una recién nacida, pero que tenía que hacerse, a causa del tamaño del quiste».

«Por una gracia de Dios —prosigue—, me quedé muy tranquila a pesar del diagnóstico. Le comuniqué el asunto a los padrinos de Ana María y comenzaron a rezar por ella. Su madrina la consagró a Dña. Lucilia y pidió su intercesión para que la curación fuera completa sin cirugía o, si ésta fuera realmente necesaria, que tuviéramos tranquilidad para esperar el mejor momento, y que todo saliera bien».

Palpando poco a poco el milagro

Confiando en una intervención sobrenatural, los padres de la niña decidieron esperar. A los cinco meses le hicieron otra ecografía, la cual confirmó que el quiste tenía realmente una parte sólida; si bien que el médico extrañó el hecho de que tuviera un centímetro menos.

«Transcurrieron seis meses más, volvimos a hacer la prueba, el doctor vio que el quiste había menguado otro centímetro y declaró, muy sorprendido: “Esto es imposible que pase porque, según los primeros diagnósticos, éste era un caso quirúrgico”.

»Finalmente, cuando mi hija ya tenía dos años y tres meses, decidimos hacer otra prueba de imagen. El médico comenzó la ecografía y no halló nada. Me quedé sorprendida, pero en silencio. Entonces él pidió los resultados de los exámenes anteriores. Los leyó y releyó varias veces y exclamó: “Pero esto es un quiste dermoide, ¡es imposible que no esté aquí!”. Me preguntó: “¿Está usted segura de que el quiste se encuentra en el ovario izquierdo?”. Le respondí: “Sí, todas las pruebas de mi hija están conmigo”. Me dijo: “Mire, no sé, pero… aquí no hay nada”. Al final, cambió el aparato de ultrasonido, hizo y rehízo la exploración varias veces y… ¡no encontró nada!».

La pequeña estaba curada, por la maternal intercesión de Dña. Lucilia.

Juliana concluye su relato manifestando su gratitud por el insigne favor recibido: «Vemos que esto ha sido una gran gracia obtenida por Dña. Lucilia, que fue lográndolo poco a poco, para que palpáramos gradualmente el milagro y viéramos que ella, realmente, tiene salida para todo. El mismo pediatra constató que éste era, de hecho, un caso milagroso. Así que le agradecemos inmensamente a Dña. Lucilia esta gracia, por ser tan solícita, tan generosa en el caso de mi hija Ana María».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, agosto 2023)

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Una peculiar intervención… ¡«a escobazos»!

En marzo de este año, le pedí consejo a un sacerdote, pues en mi trabajo tenía una compañera que me perturbaba el alma. Ejercía un enorme poder de atracción sobre la gente, pero no lo hacía para el bien, ya que, aun diciéndose católica.

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

Sin embargo, no solamente a aquellos que acuden con devoción a Dña. Lucilia, ella les atiende. A veces, la devoción nace a raíz de una intervención de esta madre servicial, como ocurrió con la colombiana Andrea González Ortega, quien nos envió este pintoresco relato.

Andrea González en su entorno de trabajo. En la mesa se ve una fotografía de Dña. Lucilia

«Tras escuchar el pódcast sobre Dña. Lucilia, realizado en Colombia, me animo a contarles un gran favor que ella me hizo. Vivo en Chía, un pueblo cerca de Tocancipá, en donde queda la iglesia de Nuestra Señora de Fátima, de los Heraldos del Evangelio.

»Después de la pandemia, por influencia de mi mamá, comencé a ir a misa casi todos los domingos y algunos sábados allá; me enamoraron las homilías y la confesión, pero sobre todo me convenció el celo por la santa comunión que tienen los Caballeros de la Virgen.

»En marzo de este año, le pedí consejo a un sacerdote, pues en mi trabajo tenía una compañera que me perturbaba el alma. Ejercía un enorme poder de atracción sobre la gente, pero no lo hacía para el bien, ya que, aun diciéndose católica, trataba de arrastrar a las personas hacia prácticas esotéricas. Además, propiciaba conversaciones morbosas y de doble sentido. ¡Era horrible! Yo sentía que mi alma la repelía y no sabía qué hacer, porque justo quedaba al frente de mi puesto de trabajo y a ella le gustaba iniciar esas conversaciones como para tentarme e incomodarme».

El sacerdote le había dado a Andrea dos fotos de Dña. Lucilia, recomendándole que llevara siempre una en el bolso y que pusiera la otra en su puesto de trabajo. Narra ella: «El padre me dijo que cada vez que mi compañera comenzara con esas conversaciones o con esas prácticas, le pidiera a Dña. Lucilia que la sacara “a escobazos”. Quedé sorprendía, pues la petición era muy poco convencional…».

Aclara también Andrea que ya había oído hablar de Dña. Lucilia en otras ocasiones, pero se había mantenido incrédula en cuanto a su intercesión, porque la asaltaban muchas dudas. No obstante, esta vez le dio una atención completa al consejo recibido.

Oración prontamente escuchada

Así continúa su relato: «En la primera oportunidad que mi compañera comenzó con sus conversaciones obscenas, hice la petición. Aunque se la dirigí a María, por  desconfianza: “Madre mía, no es digno de ti coger una escoba, por eso te pido que mandes a Dña. Lucilia a que la coja y saque de aquí a mi compañera ¡a escobazos!”. Esta fue toda mi oración y recuerdo que sólo la hice dos veces. Cuál fue mi sorpresa cuando, al cabo de menos de quince días, le llegó a mi compañera, sin que ella lo hubiera pedido, una resolución de traslado con reubicación de cargo para otra sección. No sólo la sacaron de mi lado, sino del edificio y casi que de la ciudad… y estaba muy enojada por el traslado».

En un complemento registrado por Andrea, podemos ver la «firma» de Dña. Lucilia que, a semejanza del Sagrado Corazón de Jesús, desea el bien de todos, con miras a su salvación eterna: «La mayor prueba que tuve de que ésta era una circunstancia que venía de la Providencia de Dios, por intercesión de Dña. Lucilia, fue que, al final, el traslado benefició mucho a mi compañera en su vida familiar y terminó feliz de irse».

Concluye: «Éste fue tan sólo un favor que Dña. Lucilia me consiguió de Dios. Ahora, cada vez que hay alguien que necesita un favor de Mamita María o de Jesús, le digo: “¡Pídanselo a Dña. Lucilia!”. Para agradecerle su intercesión y los futuros favores que me consiga de Dios, puse una foto suya junto a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Dios permita que por su intercesión sigamos obteniendo los favores que por nosotros mismos no logramos alcanzar».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, agosto 2023)