El Oratorio de la Inmaculada Concepción

Imagen de la Inmaculada Concepción que doña Lucilia siempre tuvo en su
cuarto en las sucesivas casas en que vivió

Desde aquellos añorados tiempos de Pirassununga, doña Lucilia conservará un gusto especial en rezar delante de una imagen de la Inmaculada Concepción perteneciente a la familia. Jamás se separará de ella, teniéndola siempre en su dormitorio en las sucesivas casas donde residirá tras el fallecimiento de su madre.
Entre otras razones estaba la de haber sido esa imagen objeto de particular devoción de doña Gabriela.
Esculpida en madera, había sido traída de Portugal a mediados del siglo XIX. Sus rasgos dejan ver, al mismo tiempo, la auténtica piedad y la sensibilidad artística del escultor. A fin de exponerla más dignamente a la veneración de todos, don Antonio decidió colocarla en un oratorio apropiado. Allí mismo, en Pirassununga, encomendó el trabajo a un carpintero que trabajaba junto con su hermana. Un pormenor curioso: ambos eran sordomudos, pero habían sido dotados por Dios de un extraordinario talento para tallar la madera, hasta tal punto que fabricaban muebles de estilo dignos de figurar en los mejores salones.
No dejaba de ser singular ver cómo personas tan sencillas, sin especial cultura ni mayor contacto con los grandes centros urbanos, tenían tanta sensibilidad artística. De ello era ejemplo el sencillo oratorio. Años después, un anticuario ofrecerá por él una cuantía significativa, pero para doña Lucilia no tenía precio este objeto que su añorado padre había mandado hacer, y al que le unían tantos recuerdos.

Oratorio de la Inmaculada Concepción en el cuarto de Doña Lucilia

“Protégeme con tu inagotable bondad”

Profundamente católicos, los padres de la joven Lucilia procuraron transmitir a sus hijos el precioso don de la Fe que habían recibido en el Bautismo y heredado de sus mayores. Ejemplo de ello es una Oración al Espíritu Santo encontrada entre los papeles dejados por doña Lucilia. En la misma no reconocemos su artística letra. ¿Quién la habrá escrito? Una nota decidida, aunque delicada, nos lleva en seguida a distinguir en sus trazos la caligrafía de doña Gabriela.

La oración había sido compuesta por don Antonio, y doña Lucilia la guardó durante toda su vida como entrañable recuerdo de la solicitud paterna. Copiada de su puño y letra por doña Gabriela, a fin de que su hija la rezara asiduamente, lleva en sí un luminoso reflejo del ambiente de candor y piedad que envolvía a la familia Ribeiro dos Santos.
Espíritu Divino, Creador del Universo, presente en el Hombre Hijo de María Virgen para salvar a la Humanidad, guiándola por el camino de la virtud y de la perfección a la Paz perpetua en el seno de Dios; Tú que estás por todas partes, manifestando tu infinito poder, humildemente te pido, perdona mis culpas, ilumina y fortifica mi espíritu en todos los actos de mi vida, para que mis acciones estén siempre de acuerdo con los eternos
preceptos de Jesús, y pueda, practicando el bien y teniendo sincero arrepentimiento de mis pecados, purificar mi alma, haciéndola merecedora de tu Reino. Protégeme con tu inagotable bondad en Jesús para que los impulsos malos no me suplanten ni ofusquen la razón, y pueda gozar en la mansión de los justos de la eterna vida prometida por Jesús a sus hijos. Amén.
Pero la Providencia tiene para cada uno sus vías, y aunque doña Lucilia conservará durante toda su existencia mucha devoción al Espíritu Santo —fruto, seguramente, del celo de sus padres— desde muy joven se dejó embriagar por los suaves llamados del Sagrado Corazón de Jesús, a quien tomó por modelo.

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