Doña Lucilia, nos gustaría mucho tener una hija

Teníamos, por entonces, cuatro hijos; y grande era nuestro deseo de tener una niña. Cuando viajamos a São Paulo por primera vez, fuimos a rezar a la tumba de Dña. Lucilia.

Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

Si Dña. Lucilia siempre es tan solícita a la hora de auxiliar en las dificultades materiales, con mucha más razón pondrá empeño en ayudar a sus devotos en situaciones de perplejidad y sufrimiento. Veamos el conmovedor relato enviado por Eriane Dabela Trindade de Carvalho, natural de Parintins (Brasil) y actualmente residente en Ponta Grossa.

«Nuestra devoción a Dña. Lucilia empezó en 2018, cuando, en Ponta Grossa, conocimos a los Heraldos del Evangelio. Profundizamos en la historia de sus fundadores y floreció una honda devoción por Dña. Lucilia, a través de la lectura de la obra escrita por Mons. João sobre ella. Nuestro amor crecía cada vez más y comenzamos a recurrir a ella como una segunda naturaleza, en las necesidades más corrientes; nos pusimos bajo su chal, en la certeza de que ella es nuestra portavoz ante la Virgen, y ambas están unidas al Sagrado Corazón de Jesús.

Eriane y Aurora de María junto a la tumba de Dña. Lucilia en el cementerio de la Consolación, São Paulo

»Teníamos, por entonces, cuatro hijos; y grande era nuestro deseo de tener una niña. Cuando viajamos a São Paulo por primera vez, fuimos a rezar a la tumba de Dña. Lucilia, en el cementerio de la Consolación. Estando allí, me arrodillé y sentí la inspiración de confiarle nuestro anhelo. Así que escribí una notita, en la que hice la siguiente oración: “Doña Lucilia, nos gustaría mucho tener una hija, y para eso recurro a usted. Si nos responde e intercede ante la Virgen, le prometo que la niña se llamará María Lucilia”».

Deseo cumplido en medio de reveses

A sus amados, Dios no sólo les concede lo que piden, sino que lo hace de la manera más conveniente para que alcancen cierto grado de perfección. No era en el éxito indoloro donde Eriane vería cumplido su deseo, sino en medio de reveses, que ella, auxiliada por Dña. Lucilia, superaría con ejemplar firmeza.

«Sucedió que un tiempo después quedé embarazada. Ahora bien, para mi perplejidad, perdí al bebé… ¡Nunca me había pasado! Pero un sacerdote nos orientó, haciéndonos ver la voluntad de Dios y superamos esta fase.

»Al poco volví a quedar embarazadaAl realizar un examen, la médica dio un 98 % de posibilidades de que fuera un niño. Acepté la voluntad de Dios, no sería una niña… ¡Que se haga su voluntad!

»Pasado un tiempo, fui a hacerme otro examen y el obstetra que analizaba los resultados me preguntó si ya sabíamos si era niña o niño. Le comentamos la estimación que nos habían dado de que fuera niño. Nos miró y dijo: “Anda, ¡qué va! No es un niño, ¡es una niña!”.

»¡Fue extraordinario! Una alegría inmensa para nosotros. Para cumplir la promesa hecha a Dña. Lucilia, le pusimos María Lucilia a nuestra primera hija, nacida después de cuatro varones».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, mayo 2024)

Una ayuda financiera…

Entonces empecé a rezarle a Dña. Lucilia y en eso cayó en mis manos un artículo que narraba el caso de una mujer que también se quedó sin trabajo y que le pidió ayuda y enseguida…

Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

Esto se constata cuando leemos el testimonio enviado por Patricia Gamarra, de Paraguay, en el que narra cómo Dña. Lucilia la ayudó en un grave aprieto financiero.

Cuenta ella: «Mi madre y yo estábamos pasando por una situación económica muy difícil. Además de haberme quedado sin trabajo, no me habían pagado un servicio anterior de todo un mes. Así que todas mis cuentas estaban un mes atrasadas.

»Entonces empecé a rezarle a Dña. Lucilia y en eso cayó en mis manos un artículo que narraba el caso de una mujer que también se quedó sin trabajo y que le pidió ayuda y enseguida milagrosamente apareció depositada en su cuenta bancaria la cantidad que necesitaba. Esto me llenó de confianza y me dije: “Bueno, pues se lo voy a pedir a ella… No creo que me pase lo mismo, pero sé que me va a ayudar de alguna forma, aunque sea dándome fuerzas para trabajar y oportunidades de trabajo”».

No obstante, Dios quería de Patricia una oración persistente: a cada momento que pasaba, todo iba de mal en peor. Un día, después de hacer una lista exacta —y voluminosa…— de cuánto le faltaba por pagar, exclamó llena de confianza: «Doña Lucilia, auxilio, ¡por favor!».

Al día siguiente recibió una llamada de su hermano, que le dijo: «Mamá me ha contado por lo que estáis pasando. He recibido algo de dinero y te voy a regalar cinco millones de guaraníes».

Patricia Gamarra con una réplica del «Quadrinho» de Dña. Lucilia

Patricia se quedó asombrada, ¡pues era exactamente la cantidad que necesitaba para saldar las cuentas atrasadas! E inmediatamente percibió que se trataba de una intervención de Dña. Lucilia, que movió a su hermano a un inusual acto de generosidad: «Le pedí tanto a Dña. Lucilia que me ayudara, y me ayudó».

… y una lección de fe

Sin embargo, no se limitó a eso la intercesión de tan bondadosa madre. Patriciade casi no tener trabajo, comenzó a recibir tantas solicitudes que ahora le faltaba tiempo para atenderlas todas.

Además, necesitaba recibir el importe correspondiente a un mes de trabajo realizado por ella, que no le había sido pagado. Le escribió al deudor varias cartas de cobro, sin obtener respuesta alguna. Durante dos meses le había pedido insistentemente a Dios: «Por ​​favor, Señor, ¡que me paguen! ¡Por favor!». Pero no recibió respuesta ni de lo alto ni del deudor…

Entonces empezó a rezarle a Dña. Lucilia con más empeño, en esa intención. Pero se sintió llevada a hacer un acto de desapego y de confianza: «Señor, lo pongo en tus manos. Que se haga tu voluntad, y yo dejo esto de lado». Sólo en ese momento fue cuando recibió el pago.

Ese acto de abandono a la voluntad de Dios, Patricia lo atribuye a la intervención de su celestial protectora: «Creo que ella, por así decirlo, fue actuando en mi corazón para que yo rezara de esa forma. No sólo me consiguió el dinero que necesitaba, sino que también me dio la gracia de cambiar de actitud, de dejarlo todo en las manos de Dios realmente y confiar muchísimo más. Y estoy muy agradecida».

Así, el auxilio de Dña. Lucilia le dio una valiosa lección de fe a Patricia: cuando nos desapegamos de los bienes materiales y ponemos nuestra confianza únicamente en Dios, el resto viene por añadidura (cf. Lc 12, 31).

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, mayo 2024)