Alma recta e inocente, Doña Lucilia tenía un conocimiento claro del daño causado por el pecado original en la humanidad y sufría mucho al constatar cualquier falta de fidelidad.

¡Ella daría su vida para que no me muriese! Pero prefería mi muerte a verme en una situación de pecado mortal o de ruptura con la Iglesia.
Al choque interno provocado por las circunstancias de su vida se unían los abundantes casos que oía contar a personas de la sociedad. Por eso temía que alguien ejerciese malas influencias sobre el niño e intentaba proteger, al máximo, su inocencia. Ella debía rezar mucho por él, pidiendo al Sagrado Corazón de Jesús que lo librase del camino del mal. Estas palabras del Dr. Plinio lo atestiguan: «Había sido una madre abnegadísima por mi salud, sin embargo, varias veces, cuando yo era jovencito, en la época en que se forma el carácter, me decía con mucha dulzura: “Preferiría verte muerto a verte descarriado”. Es como quien dice: “Los tiempos son malos, tú eres muy joven; nadie sabe de lo que es capaz una persona cuando se pierde”. ¡Ella daría su vida para que no me muriese! Pero prefería mi muerte a verme en una situación de pecado mortal o de ruptura con la Iglesia».
¿Cuánta fuerza no fue acrecentada en las bases de su fidelidad y su perseverancia gracias a las oraciones de Doña Lucilia? Un hecho ocurrido repetidamente durante la adolescencia de Plinio nos permite afirmarlo con seguridad: siempre que ella entraba en el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, cerca de su casa, iba a rezar delante de las imágenes de un bello conjunto escultórico que representa al Niño Jesús en el Templo, discutiendo entre los doctores, estando al lado la Santísima Virgen y San José. ¿Qué es lo que pedía allí? Doña Lucilia nunca le explicó por qué se quedaba tanto tiempo junto a esas imágenes; pero, gracias al discernimiento de los espíritus, mirando en el fondo del alma de su madre, ¡Plinio entendióque ella estaba rezando por él! De hecho, en casa Doña Lucilia asistía a las discusiones que ya desde pequeño él tenía con sus primos y tíos, sobre temas de Religión y pedía gracias especiales y dones del Espíritu Santo para su hijo, con el objetivo de que adquiriese el espíritu de polémica y la sabiduría de Nuestro Señor, para ganar en todas las disputas, ya fuese con la familia o con otros adversarios. Y lo que ella, como madre, pidió, ¡lo consiguió! Pues, en determinado momento, por esas oraciones tan intensas de Doña Lucilia, debe haber recibido una infusión de gracias operantes que le dieron la participación en el espíritu de combatividad del Divino Redentor, que lo tornaron extremadamente recto, inquebrantable en las batallas contra el mal e incansable propagador del bien.Es inimaginable cuánto Doña Lucilia rezaba por el Dr. Plinio…

…iba a rezar delante de las imágenes de un bello conjunto escultórico que representa al Niño Jesús en el Templo, discutiendo entre los doctores, estando al lado la Santísima Virgen y San José…
Siempre con mucha suavidad y respeto. Años más tarde, siendo él adulto, varias veces la veía entrar en su habitación y ponerse bien cerca de él, cuando ya empezaba a dormirse. En medio del torpor del sueño que lo acometía notaba que estaba rezando, pidiendo a Nuestra Señora amparo y ayuda para él. Pasadas varias décadas, todavía rememoraba el Dr. Plinio el final de esa convivencia diaria: «Cuando ya me estaba durmiendo ella me despertaba con sus agrados y me hacía la señal de la Cruz en la frente, antes de retirarse a dormir. Yo percibía algo de su elevada clave de espíritu que fluía sobre mí como un aceite perfumado y suavizante, que me ungía y me hacía bien, penetrando en mí como el aceite penetra en el papel». Después de eso, alguna que otra vez, ella misma apagaba la luz de la mesilla de noche, salía de la habitación y él adormecía con el recuerdo de su fisonomía.
Cfr. CLÁ DIAS, EP, João Scognamiglio. El Don de Sabiduría en la mente, vida y obra en Plinio Corrêa de Oliveira. Editrice Vaticana 2016 Parte I pp. 150 ss.