Debido a su dolencia quedó muy aislado. Además, se vio obligado a dormir sentado, ya que no podía reposar la cabeza sobre una almohada baja ni siquiera durante cinco minutos.
Elizabete Fátima Talarico Astorino
No menos maternal es el auxilio concedido por Dña. Lucilia a José Ferreira, residente en Matías Barbosa (Brasil); y no menor la expresión de su gratitud tras ser favorecido por esta bondadosa señora.

Leyendo en la revista Heraldos del Evangelio los numerosos relatos de personas que pidieron la intercesión de Dña. Lucilia y fueron escuchadas, el Sr. Ferreira se hizo devoto de ella. Y como él mismo padecía un mal prácticamente incurable, no dudó en recurrir a su auxilio.
Hacía más de treinta años que sufría de una hernia de hiato esofágico. Era pequeña al principio, pero, según el parecer de un médico de aquella época, no se podía eliminar mediante cirugía. Con el paso del tiempo, creció mucho y le provocaba graves molestias. En los últimos diez años no conseguía alimentarse bien, debido a los continuos reflujos gastroesofágicos y a los terribles ataques de vómito. Todo esto resultó en una considerable pérdida de peso.
Su hija Débora describe así sus padecimientos: «Mi padre es un buen hombre desde tiempos antiguos, al que le gustaba la mesa generosa, con muchos invitados reunidos en nuestra casa. Debido a su dolencia quedó muy aislado. Además, se vio obligado a dormir sentado, ya que no podía reposar la cabeza sobre una almohada baja ni siquiera durante cinco minutos».
En esta etapa de la enfermedad, en la que su familia y los médicos creían que no había posibilidad de vuelta atrás, el Sr. Ferreira se aferró a su devoción a Dña. Lucilia. Narra Débora: «Por las oraciones, y con el tiempo, sin ningún tipo de medicación, ¡mejoró muchísimo! Nos dijo que le pidió volver a comer las cosas que le gustaban. También nos contó que soñó con Dña. Lucilia, y ella le dijo que le iba a ayudar a recuperarse y a poder alimentarse normalmente. De hecho, mejoró. Hoy en día mi padre come como antes —evitando, por supuesto, algunos alimentos— y ¡puede dormir tumbado con dos almohadas! Él atribuye a su devoción hacia ella el haber alcanzado esta gracia».
Y la cosa no quedó ahí. Habiendo sufrido una caída, a consecuencia de la cual corría el riesgo de no poder andar nunca más, fue con el auxilio de Dña. Lucilia que el Sr. Ferreira se enfrentó a cinco operaciones. Se convirtió en su intercesora predilecta, cuya ayuda recomienda a todos los que necesitan cualquier tipo de socorro.
Una pequeña «capilla» donde encuentra alivio para su alma

En junio de 2021, como muestra de agradecimiento por tantos favores recibidos de Dña. Lucilia, el Sr. Ferreira decidió construir un pequeño oratorio privado para sus devociones particulares, en el que esta bondadosa señora tiene un lugar de honor. Cuando sus hijas le dijeron que tal vez fuera una exageración por su parte, les contestó enfáticamente: «No, no sabéis cuánto he mejorado y cuánto le debo!».
Así pues, la pintoresca «capillita», como él la llama, fue construida en la finca de la familia, lugar que el Sr. Ferreira visita todos los días, aprovechando para cuidar el jardín y hacer sus oraciones. Allí es donde encuentra alivio para su alma, tranquiliza su espíritu cuando la impaciencia amenaza nublar su ánimo, y pide auxilio en los momentos de dificultades. De este modo espera poder divulgar esta devoción privada en un mundo cada vez más necesitado de la luz y del consuelo maternal que Dña. Lucilia nos trae.
(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, octubre 2023)