¿Qué le habrá pasado a mamá?

Después de la rápida visita del Dr. Plinio a su madre en Guarujá, una llamada de teléfono insólita e inexplicable fue para él motivo de aflicción durante toda una madrugada. Como Presidente de la Junta Archidiocesana de la Acción Católica, debería volver al litoral para la inauguración de una casa de retiros de la JUC (Juventud Universitaria Católica, una de las ramificaciones de la Acción Católica), en Itanhaém.
La noche anterior a este viaje, sonó el teléfono en su casa. Al otro lado de la línea alguien dijo estar llamando de Santos y comunicó que de Guarujá querían hablar con el Dr. Plinio. Sin embargo, la línea cayó en seguida. Él pensó inmediatamente: “¿Qué le habrá pasado a mamá? ¿Estará sintiéndose mal y fueron al puesto telefónico de Guarujá para avisarme?”
Doña Rosée, con quien estaba doña Lucilia, tenía la costumbre de instalarse en el Gran Hotel de La Plage, pero aquel año había alquilado una casa particular que no tenía teléfono. Por lo tanto, para saber más noticias no había otra solución sino esperar a que llamasen de nuevo.
Preocupadísimo, el Dr. Plinio pasó el resto de la noche arrodillado junto a la cama para combatir el sueño y así estar despierto en el caso de que el teléfono sonara una vez más.

Dr. Plinio en la época de En defensa de la Acción Católica

Dr. Plinio en la época de En defensa de la Acción Católica

Sin embargo, el aparato permaneció todo el tiempo mudo.
Por circunstancias que no vienen al caso narrar aquí, el acto de inauguración del establecimiento de la JUC se revestía de aspectos delicados que exigirían bastante atención y tacto por parte del Dr. Plinio. Ahora bien, el resultado concreto de aquella llamada fue que, —agotado de cansancio por haber pasado la noche en claro y preocupado por lo que le pudiera haber pasado a su madre— se encontraba en condiciones físicas y psicológicas bastante desfavorables para enfrentar con éxito las situaciones difíciles que podrían presentarse ese día. De todas formas, tomó resueltamente el tren para el litoral.
El acto en Itanhaém, presidido por el Arzobispo de São Paulo, Mons. José Gaspar, transcurrió felizmente como el Dr. Plinio deseaba. Inmediatamente después de su término, se dirigió a Guarujá donde tuvo la agradable sorpresa de encontrar a doña Lucilia enteramente bien. No quedó menos sorprendido al saber que no había partido de nadie de allí la extraña comunicación. Nunca pudo desvelar el misterio de esa llamada anónima.

Ardientes oraciones por la batalla de su hijo

Doña Lucilia sabía por su hijo de los trámites referentes a la publicación del libro En Defensa de la Acción Católica. En una carta escrita desde Río de Janeiro, el Dr. Plinio le anuncia los progresos realizados para la obtención de un prefacio del Nuncio Apostólico, condición indispensable para que la polémica obra alcanzase la eficacia deseada.
La pone también al par de los intentos realizados para revertir la situación provocada por una injusta ley de inquilinato, promulgada por el Gobierno de Getulio Vargas, la cual perjudicaba a fondo los legítimos derechos de los propietarios de inmuebles de alquiler, acarreándoles incluso al propio Dr. Plinio daños económicos considerables. Sin embargo, no tuvo mucho éxito en esta última iniciativa.

Mãezinha de mi corazón,
Aprovechando unos momentos libres vengo a besarla mil y mil veces
y a darle algunas noticias:
1) El Prefacio: El Sr. Nuncio llega mañana de Petrópolis y recibirá al Padre Dainese. Éste garantiza que obtendré el Prefacio;
2) Los alquileres: fracasé en el Tribunal. Pero Marcondes (Alejandro Marcondes Hijo, uno de los ministros más notables del gobierno de Vargas. Su esposa, doña Mercedes, era prima hermana de doña Lucilia) mandó que me visitara un oficial de gabinete. No sé cómo supo que estoy aquí. Por la lista de pasajeros vio el nombre de Adolphinho, pensó que era Tío Adolpho, y mandó que le visitaran. Pero mi nombre no salió en la lista de pasajeros. Y, con todo, por la tarde, el oficial volvió a visitarme. Esto fue el sábado. Hoy lunes, él fue a despachar con Getulio en Petrópolis. Debo encontrarme con él mañana. Veremos.
¿Cómo está su salud? Mil y mil besos. Rece por mis cosas.
Le pide la bendición el hijo respetuosos que la quiere del fondo del corazón.
Plinio

No cabe la menor duda de que doña Lucilia rezó con fervor por el éxito del viaje de su hijo a Río de Janeiro; y su fe fue premiada, pues el anhelado prefacio acabó por salir. Eran de mucho valor para él las oraciones de su piadosa madre, para poder llevar adelante la ardua lucha, que ahora se desarrollaba semejante a una guerra submarina, invisible en la superficie pero no por eso menos cruel y violenta.