Preocupaciones filiales

Hasta el final de su larga vida doña Lucilia soportó con suave resignación la incómoda enfermedad del hígado, que frecuentemente la obligaba a guardar cama durante algunos días.
A la par de los continuos socorros médicos prestados por el Dr. Murtinho, éste también recomendaba a su paciente asiduas temporadas en la estación termal de Águas da Prata, que comenzaba a tener fama. En el fondo, tal vez juzgaba que surtían más efecto los medios de cura dados por Dios que las medicinas creadas por la imperfección del ingenio humano, principio éste adoptado también por doña Lucilia.

cap8_017A medida que los años pasaban y doña Lucilia se iba haciendo mayor, su hijo multiplicaba la solicitud para con ella. Hacía esto para que fuese menos penosa la soledad de aquella que no tuvo la debilidad de adaptarse a las innovaciones de la “modernidad” para obtener ciudadanía en el mundo. Con objeto de distraerla, convidaba con frecuencia a su mesa a algunos de sus amigos más allegados del “Grupo del Legionário”
Al escribir a su madre, aquel mismo día veintiocho de junio, desde la sede del Legionário en cuya redacción se quedaba trabajando hasta altas horas, el Dr. Plinio le cuenta que había recibido dos cartas de un compañero de lucha, el cual había tenido la dicha de cenar a menudo con doña Lucilia, quedando indeleblemente marcado por el trato con ella. Además, intentaba de nuevo tranquilizarla en relación al cumplimiento de los compromisos familiares, destacando algunos con letras mayúsculas. Doña Lucilia le recomendaba mucho a su hijo que prestara especial asistencia a doña Rosée, aunque ya estuviese casada, pedido que él cumplió hasta el último día de vida de su hermana.

São Paulo, 28-IV-1937

José Gustavo de Sousa Queiroz

José Gustavo de Sousa Queiroz

Mãezinha querida de mi corazón,
Recibí con mucho agrado su telegrama y su carta. Confieso que me
olvidé de darle a Ana 22 los recados referentes a las ventanas, etc., etc.
Si me acuerdo, se los daré. ¡No puedo prometer dárselos si no me acuerdo!
Me atrinchero detrás de ese sofisma y paso a otro asunto.
Recibí dos cartas de José Gustavo (José Gustavo de Sousa Queiroz, miembro del “Grupo del Legionário” que fallecería todavía joven), en dos días consecutivos. Una,
la primera que recibí, estaba fechada en Perugia, si no me engaño. La
segunda vino de a bordo del Neptunia, buque en el que viajó. Vea qué desorden. Ambas cartas eran muy afectuosas. Una de ellas contenía referencias particulares a usted y a las “sosegadas cenas del domingo”, de las cuales él me pide que le diga que no se olvida, ni siquiera camino de Europa.
Ayer comí con Tía Yayá, después FUI A CASA DE ZITO(D. José de Oliveira Pirajá, esposo de doña Ilka), PARA SALUDARLO POR SU CUMPLEAÑOS, recorriendo a pie todo el trecho que hay entre las calles Augusta y Brigadier Luis Antonio en la Avenida Brasil, porque no me sabía bien el camino. He cenado FRECUENTEMENTE con Rosée, y ella va hoy a casa. (…)
Ayer, fuimos a cenar en la Caverna. Después fuimos a dar unas vueltas de automóvil, un excelente Packard. A las once y media aparcamos en el Trianón, donde tomamos alguna cosa. Después fuimos para casa.(…)
Es posible que vaya a pasar algunos días en Santo Amaro o en Santos.
Pero depende aún. Mándeme decir detalladamente cómo esta de salud, lo que está haciendo y lo que no está haciendo, etc.
Maria Alice debe estar ahí el día dos, caso Papá venga el día uno, de manera que usted se quedará una noche sola. Ella no podía viajar antes porque las ropas no están listas, o algo así. Tengo la impresión de que Maria Alice está muy sola. Y no es sólo
ella…
Con muchos y afectuosísimos besos, le pide la bendición su hijo querido
Plinio.

Tras saber, algunos días después, que doña Lucilia había sufrido una indisposición,
el Dr. Plinio, aunque lleno de ocupaciones, escribe una nueva misiva a su madre:

Doña Lucilia, su hija doña Rosée (derecha), su nieta doña Maria Alice (izquierda) y su bisnieto Francisco Eduardo

Doña Lucilia, su hija doña Rosée (derecha), su nieta doña Maria Alice (izquierda) y su bisnieto Francisco Eduardo

Mãezinha de mi corazón
Rápidamente, a la una menos veinte de la madrugada, le escribo unas palabritas para decirle cuánto siento que se haya puesto enferma y cuánto deseo que se restablezca pronto. En este sentido, ahora mismo acabo de rezar a Nuestra Señora pidiendo que todo le vaya lo mejor posible.
Por aquí, nada de nuevo. El día del cumpleaños de tía Zilí, ella nos invitó a mí y a Rosée para comer juntos en la Caverna (…)
Cené en casa de Rosée y, tras un día entero en la calle, me acuesto exhausto, haciendo esfuerzo para poderle escribir.
Espero que la sonrosada portadora (Parece ser que se refiere a su sobrina, Maria Alice) de esta carta le alivie un poco las saudades. “Un poco” porque tengo la presuntuosa ilusión de ser insustituible. Y a pesar de presuntuosa, creo que esa ilusión no está muy distante de la realidad. (…)
Ayer, la Vasp me invitó, como Director del Legionário, a hacer un viaje de avión a Río, de ida y vuelta, gratuita. Era un viaje dedicado a todos los periodistas. No acepté y mandé a un representante. Y por esto merezco una especialísima aprobación de mi Mãezinha. Ahora por la noche estuve con aquel muchacho. Imagínese que él partió a las 8, llegó a las 9 y media, salió me parece que a las 2 y media y llegó a las 4. Por lo tanto, fue a almorzar a Río y volvió. En el tiempo en que el abuelo Gabriel hacía ese viaje a lomo de burro, ¡imagine su asombro si pensase que su bisnieto podría ir y venir de Río en el mismo día! Bien, mi Mãezinha querida, mejore mucho, aproveche mucho, rece mucho por mí y tenga mucho cuidado con su salud.
Le pide la bendición con mucho afecto el hijo respetuoso, que le envía mil besos.
Plinio
(Nota, la firma va a máquina porque es más fácil. Dado que la portadora
es quien es, pienso que usted no dudará de la autenticidad)