Una intervención «luciliana» más: ¡otra niña!

Ante la gravedad de su situación, el equipo médico decidió derivarla al Hospital de las Clínicas, de São Paulo, donde podría recibir un tratamiento más adecuado y seguro. Al llegar allí, un especialista enseguida la advirtió: «Mira, la probabilidad de que sobrevivas a este parto es muy pequeña; de verdad, muy pequeña».

Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

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Respondiendo siempre de una manera superabundante a las peticiones que se le hacen, Dña. Lucilia obtuvo aún para Eriane la gracia de ser madre de otra niña. Esta vez, sin embargo, las alegrías de la maternidad se vieron acrisoladas por los sufrimientos resultantes de una enfermedad que le dio la oportunidad de comprobar una vez más la extremosa solicitud de su celestial protectora.

En efecto, este último embarazo fue especialmente complicado debido al diagnóstico de placenta percreta, una peligrosa anomalía que supone un grave riesgo para la vida de la madre y del feto.

Además, Eriane sufrió dos serias hemorragias, la primera de las cuales fue tan fuerte que pensó que había perdido al bebé. En consecuencia, varios médicos le recomendaron que abortara para que salvara su vida. Ella nos cuenta una de esas propuestas: «Tras hacerme una ecografía, el médico me dice: “Mira, tendrás que abortar, sino te morirás”. Le respondí: “Doctor, esa posibilidad de aborto no existe. ¡No existe! ¡Esto es un crimen!”».

Los médicos podían insistir todo lo que quisieran sobre el gran peligro de muerte al que se exponía con su embarazo, pero ella estaba muy decidida a seguir el ejemplo de Dña. Lucilia, quien, en una situación similar, prefirió salvar la vida de su hijo Plinio, aunque fuera a costa de la suya, y le dio al médico una categórica contestación: «¡Doctor, esa propuesta no se le hace a una madre! ¡Ni siquiera debería haberla pensado! A un hijo mío, ¡no lo mataré jamás! Aunque tenga que morir, no mataré a mi hijo».

Ayuda a llevar la cruz hasta el final

De hecho, Eriane tenía una solución mucho mejor para el problema: su confianza en el auxilio de Dña. Lucilia se afirmaba cada vez más; estaba segura de que esta bondadosa madre cuidaría de ella y de su hija.

De todos modos, el sufrimiento y la incomprensión por parte de algunos médicos acompañaron a Eriane durante los largos meses de gestación, pero en ningún momento le faltó el amparo de Dña. Lucilia para llevar esta pesada cruz.

«En fin —narra ella—, el embarazo continuó, durante el cual casi no me levanté de la cama. Necesitaba permanecer en reposo: no podía hacer esfuerzos, no podía caminar demasiado, tenía que hacerlo todo con cuidado. Y para una madre que tiene otros niños en casa, era bastante complicado. Pero Dña. Lucilia no nos abandonó en ningún momento».

«Confío en Dña. Lucilia, todo saldrá bien»

Un día, estando en São Paulo, Eriane tuvo una hemorragia tan fuerte que tuvo que ser ingresada de urgencia en un hospital de la ciudad paulista de Caieiras. Ante la gravedad de su situación, el equipo médico decidió derivarla al Hospital de las Clínicas, de São Paulo, donde podría recibir un tratamiento más adecuado y seguro. Al llegar allí, un especialista enseguida la advirtió: «Mira, la probabilidad de que sobrevivas a este parto es muy pequeña; de verdad, muy pequeña».

Después de darle detalladas explicaciones, el mismo médico le sugirió que se quedara ya hospitalizada ese día, es decir, unas doce semanas antes de la fecha prevista para el parto. Ella le respondió: «No, no voy a estar ingresada, pues tengo otros hijos. Voy a quedarme en casa. Confío en la Virgen, confío en Dña. Lucilia, todo saldrá bien».

A pesar de la situación, y probablemente porque Dña. Lucilia estaba allanando el camino, el médico jefe concordó con la decisión de Eriane: «Está bien, entonces puede irse a casa, ¡pero descanse! Y vuelva el 2 de enero, para que pueda dar a luz el día 3. ¡No puede pasar ni un día más! Está usted en riesgo. Por lo tanto, tenga mucho cuidado».

Siempre amparada durante la prueba

Así pues, regresó a su casa, pasó la Navidad y el Año Nuevo con su familia y regresó al hospital el día acordado. «Entonces comenzaron los sufrimientos — continúa el relato—, durante los cuales rezaba mucho, pidiendo el auxilio de Dña. Lucilia. La operación del parto empezó a las siete de la mañana y terminó a las cinco de la tarde; recibí al menos siete bolsas de sangre. Pero sentía muchas gracias, me sentía acompañada todo el tiempo por Dña. Lucilia. Es como si me dijera: “Hija mía, estás pasando por una gran prueba, pero estoy aquí. ¡Estoy aquí!”».

En verdad, la vida de todo cristiano debe ser un continuo asentimiento a la voluntad divina, hacia la plena identificación con Cristo crucificado. Y, en el camino del Calvario, todos los sufrimientos que podamos juntar a los suyos, son ávidamente recogidos por la Providencia…

Así ocurrió también con Eriane. Después de dos días en la UCI, se estaba recuperando en la enfermería, ante la expectativa de recibir el alta al día siguiente, cuando le diagnosticaron una peligrosa infección. Sigamos con su narración:

«Me llevaron nuevamente a la UCI, para hacerme análisis y combatir la infección. Como empecé a tener convulsiones, los médicos decidieron hacerme una tomografía y descubrieron que tenía una trombosis¡Y todo ello en vísperas de recibir el alta!

»Después de más pruebas, los médicos decidieron abrir un acceso en mi cuello para inyectarme un medicamento, pues mi presión estaba bajando demasiado y casi estaba perdiendo el conocimiento. Pero, en medio de todo esto —con el auxilio de la gracia y la asistencia de un sacerdote heraldo—, en ningún momento me desesperé. Veía con una tranquilidad muy “luciliana” el ajetreo de los médicos y la preocupación de mi esposo.

»Sé que me recuperé. En los momentos en que empezaba a preocuparme por mis otros hijos o por mi marido, hacía una breve meditación, imaginándome que estaba bajo el chal de Dña. Lucilia, abrazada y consolada por ella, y todo pasaba.

»Finalmente, salí de la UCI ya recuperada, tomando antibióticos, pero libre del acceso en el cuello y de todo lo demás. Volví a ver a mi pequeña. Después de diecisiete días de hospitalización pude regresar a casa llevándome a Aurora de María conmigo».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, mayo 2024)

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