Intervención más efectiva que cualquier analgésico

 no es necesario «llamar a la puerta» de Dña. Lucilia con demasiada insistencia, alegando dones o presentando méritos. Basta únicamente que confiemos, pues en el momento determinado por la Providencia abrirá las puertas del Corazón de Jesús, que atenderá con abundancia nuestras peticiones.

 Elizabete Fátima Talarico Astorino

 

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Liviana Nobile, una devota de Dña. Lucilia residente en Argentinanos cuenta el favor alcanzado por una empleada de su hija, María Margarita Verón.

«A finales de abril de 2023 —relata Liviana— María Margarita comenzó a sentir fuertes dolores de cintura, en la parte de la espalda; pero luego se agudizó el cuadro involucrándosele las rodillas, con fuertes dolores también». Como era muy esforzada en el trabajo, no hizo de las molestias un motivo para darse de baja, ni siquiera aceptó el consejo que le dieron de que tomara algún analgésico que le aliviara el dolor… Prefirió aguantarlo.

»Así estuvo por un mes más o menos, aliviándosele algo el dolor en la espalda y cintura, pero el de las rodillas empeoró, casi no podía subir ni bajar del bus».

Al verla en ese estado, Liviana trató de ayudarla: «Habiéndome hecho amiga de ella por hablarle de la religión —tema que le gustaba e interesaba mucho— y de los Heraldos, en muy poco tiempo comencé a enviarle a diario vídeos del santo rosario y de la misa, de los evangelios del día, de los “Buenas noches con María”podcasts y todas las novenas que hay a lo largo del año».

Habiendo oído hablar de Dña. Lucilia y de su auxilio a quienes se hallan en toda clase de necesidades, María Margarita decidió recurrir a ella también. Entre llantos, debido a los dolores, el 26 de mayo le pidió: «Doña Lucilia, vos que ayudas a tanta gente, te ruego, te suplico por lo que más quieras, intercede por mí ante la Virgen María y Jesús para que me alivie aunque sea; no doy más. Te lo ruego, Dña. Lucilia, por favor». Cuando se levantó al día siguiente, ¡ya no le dolía nada!

El terrible padecimiento había desaparecido y pudo ir a trabajar con total normalidad, sin poder creerse lo que le había pasado y sorprendida por la eficacia de una madre tan bondadosa.

Liviana concluye su testimonio con un entusiasmo verdaderamente filial: «Gracias, Dña. Lucilia, en nombre de María Margarita Verón y del mío propio. Mi felicidad no tiene límites… Dña. Lucilia debe estar entre ángeles y arcángeles».

(Extraído de Revista Heraldos del Evangelio, agosto 2024)

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